Capítulo 11

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Arima salió por la mañana, sabiendo que no volvería hasta el día siguiente. Esperaba encontrar de vuelta a Kaneki, recibiéndolo como siempre, con un beso, con su hijo en brazos.

Durante el día, Kaneki estuvo muy serio, limpiando, lavando la ropa, preparando tres platillos para su hijo. Sasaki lo miraba desde el reposamanos del sillón.
Por la tarde lo llevó a ducharse, le cambió la ropa, y le recortó el cabello. Mientras lo peinaba, Sasaki lo miró en el espejo.
-Mami.
-Dime -respondió sin mirarlo.
-¿Vas a volver?
-Claro.
-Mami... Por favor, no mueras...
Kaneki lo miró, también en el espejo, y se hincó ante el niño.
-No, -sonrió- ¿por qué preguntas eso? Asustas a mami.
-¿Irás con tus amigos malos? -le preguntó sin mirarlo, con la cabeza gacha- ¿Los que no quisiste que papi supiera que vinieron?
-Tengo que ir, nene.
-Pero -lo miró con lágrimas en los ojos- son malos, lo dice la televisión, y a los ghoul's malos... -se interrumpió al comenzar a llorar.
Kaneki lo abrazó.
-No llores, no; mírame, te explicaré, mírame... -se separó un poco, limpiándole la cara- Cuando yo era... Antes de que nacieras -dijo corrigiéndose con voz suave-, esos ghoul's, y yo, nos defendíamos de los humanos.
-¿Los investigadores? -preguntó aun llorando.
-Sí... Los humanos y los ghoul's no se llevan, eso lo sabes, y papi y yo pensábamos igual, hasta que nos conocimos, y comenzamos a vivir juntos... Pero soy un ghoul, y debo apoyar a los míos... ¿me entiendes?
-¿Papi va a cuidarte?
-No, él cuida a humanos como tú.
-¿Y tú vas a cuidarlo?
-No, nene.
-¿Vas a volver, cierto? -lloró de nuevo- ¿No vas a morir, verdad?
Kaneki lo abrazó tan fuerte como pudo, besándole la frente.
-Volveré, nene -le susurró-, tú harás que yo vuelva.
Sasaki no dejó de llorar al abrazar del cuello a su madre.

Cuando el crepúsculo llegaba a su fin, Kaneki abrió las cortinas, mostrándole el atardecer a su hijo, en sus brazos.
Al ocultarse por completo el sol, y cuando ya las luces brillaban en el aun cielo violáceo, Kaneki preparó un refrigerio, y lo llevó a la habitación, a su hijo, en la habitación principal, dejándolo en la cama.
-Mami...
Kaneki le retiró el cabello del rostro.
-Debes quedarte aquí -le dijo serio-, nadie vendrá, así que no tendrás que esconderte, y podrás ver la tv.
-Mami...
-Aquí hay comida, hay un plato en el microondas, y tu vaso con leche en el refrigerador; cena antes de dormir.
-Mami...
Kaneki lo abrazó.
-No quiero que te preocupes, o que llores -le dijo-, tú eres valiente como papá, y valiente debes comportarte, ok?
-Mami... -quiso comenzar a llorar, cuando Kaneki se separó de él, sujetándole por los brazos con fuerza.
-¡Sasaki! Tienes que ser valiente.
Sasaki cerró los ojos con fuerza, y aunque una lágrima escapó de ellos, lo miró resuelto.
-Sí, mami.
Kaneki sonrió de pronto, le besó la frente, y lo acostó a su lado. Pronto se quedó dormido, con la tv encendida, y sólo así, Kaneki pudo salir. Se vistió y antes de ponerse la máscara, fue donde su hijo, besándole la mejilla.
-Mamá volverá pronto -le susurró mientras lo cobijaba-, te lo prometo.
Abrió la ventana y salió.

Como ya lo dije, una batalla entre ghoul's e investigadores es más visual, con los distintos kagunes, y quinckes que se enfrentan al máximo poder. Es algo difícil de describir, al menos para mí. Y en este edificio se libró una feroz batalla que tuvo tantas bajas de cada lado.
Kaneki, por ejemplo, se encontró con Shinohara y Juuzo, que lo atacaron de manera más violenta que en el departamento, con más libertad, con más soltura y agilidad. Kaneki también mostró la fiereza con la que un ghoul nivel SS podía atacar, sobre todo si era por venganza. Pero fue ese mismo sentimiento, y la ira por la mentira de Eto, lo que lo hizo distraerse, y los golpes de ambos investigadores dieron en un blanco perfecto: Shinohara le atravesó el abdomen del lado izquierdo, y Juuzo le cortó el ojo derecho. Ciempiés cayó, pero antes de que pudieran rematarlo, Noro lo salvó, de nuevo, arrancándole una pierna a Suzuya.

Noro lo llevó hasta unas casas cerca del departamento, por petición de Kaneki, que poco a poco llegó al edificio, escalando por la pared, ayudado por los balcones aun cerrados durante la madrugada, llegando por fin a su departamento, lanzándose de nuevo contra la ventana, ya sin fuerzas para entrar con suavidad.
Sasaki, en la habitación, despertó al escuchar el impacto, tomando el control en sus manos. Apagó el televisor rápidamente y se cubrió con la sábana, escuchando el ruido de vidrios removiéndose en pasos lentos y pesados. Asustado, aunque valiente como su madre dijo, se bajó de la cama y salió, tratando de no hacer ruido, pero, al abrir, notó ruidos leves en la pared y en el techo. Caminó lento entonces por el pasillo, hasta que antes de entrar a la sala, Ciempiés cayó delante de él, y su kagune intentó alcanzar al niño, que sólo pudo gritar aquella palabra que lo salvó la primera vez:
-¡Mami!
El terrible tentáculo le rozó la mejilla que su madre besó antes de dejarlo, y Kaneki volvió, asustado y sangrante, mirando al niño. Sasaki lo veía asustado, y al notar la sangre en su rostro, comenzó a llorar.
-No -dijo Kaneki acercándolo, rodeándolo con sus brazos-, no llores, Sasaki, los ni...
-¡Me asustaste, mami! -lloró.
Kaneki lo meció, cuando vio un manchón negro que cayó sobre el cabello de su hijo. La sangre de su ojo goteaba. Una punzada en la herida lo hizo soltarlo. Sasaki se alejó unos pasos, mirando a su madre golpear con su frente el piso, dejando más sangre en ese lugar.
-Mami... -susurró asustado Sasaki.
-Ve... -trató de hilar la frase completa- vuelve a...la habitación...ma...mami está...bien...
Kaneki se puso de pie como pudo, y abrió el refrigerador, tomando el envoltorio de carne, comiéndolo con desesperación. Sasaki observó a su madre. El traje negro pegado al cuerpo, la sangre que rodeaba sus piernas, la máscara que cubría una parte de su rostro. Y el horrible agujero donde debía estar su ojo. Eso lo aterró aun más que la sangre en su mejilla.
-Mami...
La máscara de Kaneki, esa horrible formación en su rostro, desapareció.
-Mami...
-¡Ve a la habitación! -le gritó Kaneki. Sasaki huyó llorando, dando un portazo mientras Kaneki masticaba un nuevo trozo de carne, dejándose caer finalmente. Estaba derrotado, las heridas no se estaban curando con la misma facilidad que siempre. Nada estaba bien, y la evidencia máxima era que le había gritado a su hijo sin justificación. Algo estaba mal en él.
Se puso de pie, y trastabilló hasta la habitación. En la cama, bajo la cobija, estaba Sasaki, llorando. Kaneki lo descubrió y lo abrazó, sentándose en la orilla.
-Perdóname, Sasaki... -le susurró- No quería gritarte, ni lastimarte... Discúlpame.
-¿Estás enojado conmigo?
-No, nene, es sólo que mami se siente muy mal.
Sasaki miró la sonrisa triste de su madre, y la horrible herida que dejaba ver la cuenca vacía.
-No quiero -dijo el niño- que vuelvas con tus amigos malos, mami... Ellos no te cuidaron como te cuida papi...
-Ya no volveré, nene.
Kaneki se acostó a su lado, sin soltarlo.
-Ya no me iré de tu lado.

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