Capítulo 10

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-Mami.
Kaneki y Sasaki se detuvieron en seco en el pasillo. Sasaki se escondió detrás de su madre al ver en la sala a una chica de anteojos, desaliñada, y gran sonrisa, acompañada de Noro. Kaneki empujó a Sasaki hacia la puerta de su habitación.
-Hola, Ciempiés.
-Eto, Noro -dijo molesto Kaneki al tiempo que su ojo se volvía negro-, ¿qué están haciendo aquí?
Eto miró el lugar donde había estado el niño.
-Descubriendo porqué dejaste a Aogiri.
-Eto...
-Tranquilo, -se puso seria- no debes temer, Tatara está muerto.

Noro, sentado en el suelo detrás del sofá, usaba los hilos de su kagune para jugar con Sasaki, lanzándolo en el aire, atrapándolo de una pierna o un brazo, haciendo reír al niño. Kaneki los observaba molesto, después de servir dos tazas de café.
-Tienes un lindo hogar -dijo Eto mirando alrededor-, veo que tu elección fue la correcta.
-¿Cómo murió Tatara? -preguntó Kaneki incrédulo.
-Emboscada, traición; Ayato llevó a las palomas hasta donde estaba Tatara, y allí fue asesinado entre 50 agentes, aunque sólo sobrevivieron veinte.
Kaneki la miró, escéptico. Noro atrapó a Sasaki de la cintura acercándolo a su máscara, y luego a Kaneki, que lo tomó en brazos.
-¿Y qué quieren de mí?
-Las palomas vienen por nosotros, y no hay nadie que nos lidere; tú eres un líder como Tatara, centrado, estratega... Te necesitamos.
-Yo...
-Nadie te obliga -se apresuró-, pero prometo que cuando acabe esto, no te molestaremos... Buscaremos a otro líder, lo prometo.
Sasaki miró a Kaneki al igual que Eto y Noro, que se acercó unos pasos.
-Déjame pensar -finalizó, abrazando más a su hijo.
-Te esperaremos, Ciempiés, ya sabes dónde nos reunimos.
Noro abrió la ventana y salió, seguido por Eto, que le dejó un libro, y desapareció.
-¿También ellos eran ghoul's, mami? -preguntó Sasaki con una sonrisa- ¿Son tus amigos? Son divertidos...
-No son mis amigos -respondió serio cerrando la cortina.
-Mami...
-Mírame -lo sostuvo de frente, sujetándolo por los brazos, mirándolo con severidad-; yo trabajaba con ellos, porque pensábamos igual, teníamos que defendernos de los humanos que nos asesinaban, pero hace años que no los veo.
-¿Por qué?
Kaneki lo abrazó con fuerza.
-Porque tenía que protegerte, tenía que alejarte a ti y a Arima-san de ellos, porque si ellos sabían de ustedes, los matarían -se separó de él, cuan largos eran sus brazos, mirándolo serio-; no son mis amigos, son malos, y es por eso que no le dirás a papá, ¿has entendido, Sasaki?
El niño era muy inteligente, pero la expresión del rostro de su madre le dio miedo.
-Sí, mami.
Kaneki le sonrió, y lo acercó de nuevo, besándole la frente.
-Todo estará bien, nene.

Por la noche, llegó Arima Kishou, siendo recibido por Sasaki. Su padre lo levantó en brazos.
-Bienvenido, papi -dijo abrazándolo-, ¿me extrañaste?
Arima le besó el cabello.
-Sí -respondió serio como siempre. Dejó al niño en una silla. Se quitó el saco y lo dejó en el sillón junto con su maletín. Entró a la cocina y abrazó por la espalda a Kaneki, rodeándole la cintura, besándolo.
-Bienvenido -dijo Kaneki-, ve a lavarte mientras te sirvo, ok?
-Gracias.
Arima fue a lavarse, y volvió, observando a Kaneki que, como siempre, colgaba el abrigo en el perchero al lado de la puerta, y dejaba el maletín en una mesilla en el mismo lugar. Se acercó tan rápido como pudo, abrazándolo por la espalda, besándole el cuello y la nuca.
-Que cariñoso -rió Kaneki sonrojado-, ¿qué sucede?
-Te amo.
Kaneki se giró para quedar frente a él.
-Yo también te amo, Arima-san, -lo besó- ¿algo sucedió en el trabajo?
-No, simplemente quiero que tengas presente lo mucho que amo tu voz, tu presencia, tus ojos... Yo no sé que haría si un día llegara y no te encontrara.
-Eres tan cursi, Arima-san.
Se besaron.
Sasaki se acercó, tomando la mano de su padre, agitándola.
-Yo también te quiero, a ti y a mi mamita -estiró sus bracitos hacia él. El kagune de Kaneki lo levantó, y Arima lo tomó en brazos.
Esa era la familia que Kaneki siempre había deseado. Era el deseo que Arima le había cumplido.

-Papi.
-Dime.
Arima cobijaba a su hijo, que lo miraba algo nervioso, quizá serio.
-¿Tú cuidarías a mami si lo necesita, verdad, como cuando nos defendiste de tus amigos malos?
-Sí.
-Si mamá tuviera amigos malos, ¿tú no permitirías que le hicieran daño, cierto?
-Cierto, -lo miró- ¿por qué lo preguntas?
Sasaki desvió la mirada un par de veces antes de sonreír y cubrirse hasta la cabeza.
-Buenas noches, papi.
Arima lo descubrió un poco para besarle el cabello y salió apagando la luz, dejando la luz de noche. Fue directo a la habitación principal, encontrando a Kaneki sentado en la cama, mirando las noticias.
-¿Sucede algo? -preguntó Arima, recostándose al lado de él, besándolo exactamente, sobre la ropa, la cicatriz en el vientre.
-No -no lo miró-, sólo pienso.
-¿Algo te preocupa?
-Sé que...van a atacar un edificio que...
-Sí -interrumpió sentándose a su lado-, ¿quién te lo dijo?
Kaneki apagó la televisión, quedando en las sombras.
-Voy a ir -dijo Kaneki.
-Creí que ya no...
-Tengo que ir -se volvió hacia él, aunque sólo veía el brillo de sus anteojos-, pero será la última vez, no volveré...
Arima lo calló con un beso, acostándolo, recostándose sobre él.
-Yo no voy a detenerte -le susurró-, tú eres libre, Kaneki, así me enamoré de ti, y si te traicionas sólo por mí, yo moriré -lo besó-... Te amo, Kaneki.
Kaneki sonrió, devolviéndole el beso, aun más apasionado que antes, mordiéndole los labios.
-Eres tan dulce, Arima-san.
Las manos de Arima se deslizaron bajo la camisa ligera de Kaneki, llenando cada centímetro de piel con el calor de sus manos, que pronto encontraron camino hasta donde la espalda pierde su nombre, causando un escalofrío general que incluso estremeció a Arima mientras bajaba, beso a beso hasta su cintura, bajándole el pantalón.
-No... -susurró Kaneki- hoy no...
Arima le bajó la ropa interior.
-Tu cuerpo -le respondió- se niega a obedecerte.
-No...
La lengua de Arima recorrió el excitado miembro de Kaneki, que sintió oleadas de placer rebanándole el cuerpo.
-No...
Lentamente, su sexo comenzó a endurecerse ante aquellas húmedas caricias, que, suaves y metódicas, lo hacían sucumbir poco a poco al éxtasis hasta que su ojo se pintó de negro al sentir por completo la boca de Arima, haciéndolo venirse por completo.
-Arima-san -Kaneki se levantó-, lo siento...
Arima se enderezó y le sonrió.
-Tu sabor -le dijo- es una maravilla.
Sonrojado, Kaneki quiso decir más, pero cuando Arima se sacó la camisa se quedó callado. Se lanzó a sus brazos, besándolo, dejándose llevar por la pasión.
Se acostaron dándole la espalda a la cabecera de la cama. Kaneki quedó acostado de frente a Arima, sintiéndolo moverse dentro de él, sintiéndolo entrar y salir varias veces, a un ritmo azorado, y que lo hizo venirse más de cuatro veces, hasta que, al parecer, Arima decidió terminar.
Kaneki se quedó aun jadeante sobre la cama, bañado no sólo de saliva y sudor, cansado. Miró a Arima, que se levantó y se dirigió al baño, sin temer que su hijo pudiera salir de la habitación, lo cual, afortunadamente, no sucedió.
Al volver, se recostó al lado de su amante, que se recostó en su pecho.
-¿De verdad no te molesta que vaya?
-No, ya te lo dije.
Kaneki se apoyo en sus brazos, sobre el cuerpo de Arima.
-¿Qué pasa? -preguntó Arima.
-Quiero mirarte, así, tan... tú.
-Eso no tiene sentido.
Kaneki rió como un muchacho, dejándose caer sobre el cuerpo de Arima, pegando su nariz a la de él.
-Te amo, Arima-san.

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