Prefacio

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Sus músculos vibran exhaustos, sobre exigidos, su frente brilla empapada de sudor. Sus dedos manchados de sangre que no se disuelve, que apesta y se pega bajo las uñas. Camina con el rostro ensombrecido. Camina mientras cada músculo tira por dentro, tiritando. Sus hombros caídos, al igual que las comisuras de sus labios. Su expresión completamente ausente.

Gojou camina entre los cuerpos de sus enemigos hasta el cadáver de su estudiante, quien murió sacrificándose para terminar con la amenaza que vivía dentro de su cuerpo; Ryomen Sukuna.

Mira sus ojos cerrados, rostro juvenil marcado con grandes cicatrices y algo se colma dentro de su garganta. Las retinas se le llenan de lágrimas y por primera vez en su vida deja que lo vean llorar. Una lágrima se desliza por su mejilla manchada de ceniza y salpicaduras de sangre.

Megumi no hace el intento de acercarse, ve desde lejos el cuerpo inerte de su gran amigo y se detiene a contemplar su pérdida en soledad.

Una calma extraña se respira en la desolada ciudad en la que fue liberado. A pesar de la devastación y el humo negro que se levanta manchando el cielo y sus nubes blancas. No se oye ruido alguno más que el que producen sus pisadas y ligeras llamas que aún permanecen encendidas.

Gojou se voltea a una muchacha de mirada fría y vacía y un escalofrío lo recorre luego de reconocerla. Ha estado peleando a su lado, pero todo se desenvolvió tan rápidamente que ni siquiera se había dado cuenta de que estaba allí.

—Idiota... —le dice ella, completamente inexpresiva, como si estuviera muerta por dentro.

El cuerpo de Satoru se congela al reconocer la presencia de Toji Zen'in, recordando lo que se siente estar al borde de la muerte. Sus seis ojos no le mienten, Toji está allí en algún rincón oscuro dentro de Maki Zen'in. Su esencia reencarnada dentro de su pupila.

—¿Maki? —pregunta, viendo las quemaduras que arrugan y oscurecen buena parte de su cuerpo. Reconoce su voz, reconoce un vestigio de ella en su mirada oscura, pero esta mujer más poderosa es muy diferente de la que vio la última vez, difiere demasiado de la muchacha engreída y antipática que conoció.

Mucho ha ocurrido en su ausencia.

Él baja la mirada, regresando al cadáver de Yuuji. Lo toma entre sus brazos; esta vez no cometerá el mismo error que cometió con Suguru. Esta vez no dejará rastro de este cuerpo para que vuelvan a usarlo en su contra.

Alguien llora desconsoladamente, Gojou lo ve a lo lejos, pero no es un humano y se extraña al reconocer a aquel con quien peleó en la estación de Shibuya, sobre las vías ferroviarias. Llora y grita por su hermano, dice la palabra una y otra vez; "hermano, pequeño hermano", cubriéndose el rostro y llorando sin importarle la presencia del resto allí. Gojou reconoce el dolor latente que le desgarra la garganta y no dice absolutamente nada.

Los ojos le dicen que es una maldición en el cuerpo de un humano, su alma le dice que es más humano que maldición. Pero, como ya no parece ser una amenaza, lo ignora.

Se detiene por última vez a ver las marcas que tiene Yuuji Itadori en el rostro que ya ha comenzado a palidecer, a perder el brillo que tenía la última vez que lo vio. Esta es la segunda vez que ve su cadáver, pero en aquel momento no tenía manera de permitirse sentir este dolor extraordinario. Aquella vez estaba más desconectado de sí mismo de lo que está ahora, luego de haber pasado tanto tiempo dentro de un cubo con nada más que él y sus recuerdos.

En aquel momento sólo pudo sentir la molestia, la irritación que le produjo la manipulación de los peces gordos. Más fue difícil para él experimentar verdaderamente la pérdida de su alumno, la pérdida de este muchacho que se hacía querer con tanta facilidad.

Secuelas de shibuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora