Sonrojada, con los labios entreabiertos y los ojos apuntando en otra dirección, Kasumi permanece parada fuera del apartamento de Ren, en el centro de Kioto. No esperaba que luego de tocar la puerta, la recibiera sin camisa y nunca ha sido la mejor a la hora de disimular lo que le causan los chicos guapos, en especial los que tienen esa curva en la cadera que conduce al sur de su figura.
—E-espero que no estés ocupado... —dice, sumamente incómoda y haciendo un esfuerzo gigantesco por sostenerle la mirada y esbozar una sonrisa. Sin embargo, él no se preocupa en devolver el gesto. La mira de arriba abajo y luego a los ojos, de una forma completamente carente de sentimiento. Luego rola los ojos y se aparta del marco de la puerta.
—Ya entra, no te quedes ahí parada —le dice y camina hasta el sofá para tomar una camiseta roja que no tarda mucho en ponerse—. La próxima no vengas sin avisar.
Es difícil para ella dar un par de pasos dentro del departamento de Ren, sobre todo después de escuchar la bienvenida que tiene para ella. Kasumi cierra la puerta detrás de sí, incapaz de quitarse del rostro el rubor que le pinta las mejillas.
—Creí que no contestarías... No contestaste mis últimos mensajes.
—Sí, supongo que tienes razón —dice y se sienta en el sofá.
Han pasado años desde la última vez que Kasumi estuvo aquí, y en aquel momento Ren no tenía más que un par de muebles. Ahora tiene un televisor de pantalla plana de al menos 50 pulgadas, todos los muebles parecen haber sido cuidadosamente seleccionados, la mayoría negros y de aspecto contemporáneo.
—Parece que te está yendo bien —le dice, observando las piezas de arte abstracto colgadas en las paredes.
—¿A qué vienes, Kasumi? Supongo que no a admirar mi gusto en arte moderno.
—No —se ríe—, claro que no. Lo que sucede es que... ahora que vuelvo a verte dudo que te atraiga la propuesta que tengo para ti.
—¿Una propuesta? —cuestiona Ren y repentinamente se ve intrigado.
—Me ofrecieron un trabajo grande, se paga muy bien —comienza Kasumi, sacando del bolsillo interno de su chaqueta el contrato que aún no ha firmado.
—¿Y por qué te ofrecieron a ti algo tan peligroso? —pregunta Ren enarcando una ceja, tomando el contrato para leerlo superficialmente.
—¡Ah! ¡Porque soy un chamán responsable!
—¿¡Tokio!? ¿Estás demente, Kasumi? Sabes perfectamente que un chamán de tu categoría jamás podría limpiar el centro de Tokio. Ni siquiera las escuelas Jujutsu lo han logrado... Es por eso que nadie ha aceptado el trabajo... eso explica la suma que te ofrecen... Haces esto y puedes descansar al menos dos años. Ahora tiene sentido por qué viniste a buscar a tu viejo compañero —dice sonriéndose—. Tendrás que disculparme, no estoy interesado en volver a trabajar contigo.
—Pero hacíamos buen equipo...
—Lo sé, y mira a dónde nos llevó eso. Ahora somos dos extraños —contesta y toma de la mesa una caja de cigarrillos, saca uno y lo enciende frente a Kasumi.
—Podemos dividir la paga, con un año libre me es suficiente para organizar mis cosas. Los niños necesitan mi atención y...
—Tal vez deberías pedirle ayuda a tu otro ex.
Los labios de Kasumi se aprietan en una línea recta y Ren observa con desagrado como el rubor se expande por toda su piel.
—Gojou Satoru tiene otros asuntos que atender ahora y, además, él ya ha hecho suficiente.
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Secuelas de shibuya
RomansaContinuación de Desencanto. Gojou Satoru sale del sello de la prisión confinadora para encontrar a Miwa Kasumi, tratando de reconstruir lo que ha quedado de Japón después de años de pelear contra maldiciones. En su búsqueda de reconquistarla, encuen...