Capítulo 4: La cabeza y el corazón

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Acostumbrada a dormir pocas horas luego de pasar semanas exorcizando maldiciones, no fue muy difícil para Kasumi levantarse de la cama cuando su alarma sonó. Lo primero que viene a su mente es él, tal y como sucedía hace ya muchos años atrás; como sucede de vez en cuando, ocasionalmente.

Apaga la alarma con extrema rapidez y se inclina sobre el colchón para verlo, con los ojos cerrados, el cabello desordenado y una expresión plácida que le deja tranquilo el corazón. Tal parece que el agudo pitido de su alarma no ha logrado perturbar su sueño, cosa que la tenía preocupada y mantuvo su sueño particularmente ligero durante toda la noche.

Después de todo, no estaba entre sus deseos que tanto trabajo para ayudarlo a dormir se fuera a la basura luego de cuatro horas.

Permaneció a su lado, esperando pacientemente que lograra dormirse y no fue hasta que su respiración tomo un ritmo lento y sereno que supo que finalmente lo había logrado, Gojou logró quedarse dormido. Aún así esperó durante al menos veinte minutos más para levantarse y regresar a su cama, atormentada por la descripción que él le brindó sobre el interior de la prisión confinadora.

Se levanta, camina de puntillas y toma una muda de ropa limpia y luego sale al corredor. Mientras se viste en el baño escucha unas pisadas, alguien baja las escaleras y a juzgar por la hora, debe tratarse de Kano. Al salir escucha la puerta de su habitación abrirse y lo ve, ve a Gojou durmiendo plácidamente y parece estar a punto de gritar, pero Kasumi logra cubrirle la boca justo a tiempo y lo arrastra con ella.

—Ni se te ocurra —le advierte y su hermano la mira de reojo.

Kasumi lo suelta y es meticulosa al momento de cerrar la puerta. Lo hace con una delicadeza singular que irrita rápidamente a Kano. Luego voltea nuevamente a su hermano, con el rostro fruncido y una nueva advertencia escrita en su cara.

—Se supone que dormiría en el sofá —susurra Kano mientras Kasumi lo lleva del brazo por el corredor hasta la sala—. Él no tiene nada qué hacer en tu cuarto.

—Gojou necesita descansar, tú viste con tus propios ojos lo que sucedió ayer. Ten un poco de consideración, ¿cuál es tu problema?

—Agh, haz lo que quieras. Me importa un bledo... —responde y voltea a la cafetera—. ¿A dónde vas a esta hora? —pregunta, un tono menos impertinente.

—Tengo que hablar con alguien, me asignaron una misión y necesito algo de ayuda.

—¿Ren?

—Sí, tal vez le venga bien el dinero... ya debe habérselo gastado todo.

—No me sorprendería. Pero... ¿realmente crees que vaya a ayudarte? Es decir, considerando...

—Han pasado ya dos años, la última vez que lo vi me dijo que podríamos ser amigos.

—Y nunca volvieron a verse...

—No... Bueno... he estado ocupada... —Toma una taza de la alacena y espera mientras Kano llena de agua la cafetera—. Por favor, diles a los niños que no hagan mucho ruido. Gojou siempre ha tenido problemas para dormir y después de lo que sucedió anoche creo que necesita descansar. Ten paciencia con él, ha pasado por mucho.

—Pareces conocerlo bastante bien para ser un sensei de otra escuela, ¿no te parece?

—Hemos conversado... —responde Kasumi, evadiendo la mirada inquisidora de su hermano menor.

—No nací ayer, ¿sabes? Puedo darme cuenta de que no sólo han conversado, Kasumi. El tipo acaba de salir de un cubo en el que pasó los últimos cinco años, hace tres días y ha pasado dos de ellos contigo, ¿no tiene amigos? ¿no tiene familia? ¿Qué tan iluso crees que soy como para comerme el cuento de que son amigos?

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