Capítulo 1: Camino de regreso

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Tras una larga noche en vela, logró encontrarla. Han pasado cinco años, sin embargo, sus seis ojos aún pueden percibir con claridad su energía maldita. Le satisface enormemente ver lo mucho que ha crecido, su energía espiritual ha cambiado un poco tras el paso de los años, pero él lo sabe aún con los ojos cerrados, es la misma Kasumi Miwa de la que está completamente enamorado.

Aldea tras aldea, ciudad tras ciudad, recorriendo todo el sur de Tokio, acabando con un par de maldiciones horrendas a su paso, finalmente ha logrado llegar a ella, pero de todos los escenarios que surgieron en su mente fantasiosa ninguno se ha vuelto realidad aún. Y aunque lo ha rechazado al menos tres veces desde que volvió a ponerse en su camino, él persiste. Sigue sus pasos con una sonrisa ensanchada en el rostro y no se detiene, como un perro faldero. Está tan feliz de volver a verla con vida y tan fuerte que ni siquiera hay espacio dentro de su cuerpo para sentirse mínimamente patético.

—Iré contigo. Esta vez lo haré bien... En serio —le promete nuevamente mientras la ve caminar con decisión delante de él. Pero, mientras los minutos pasan y la ciudad vuelve a cubrirse de la más espesa penumbra, comienza a preguntarse a dónde se dirige. Ya no hay electricidad en esta ciudad, las luces de la calle no se encienden y apenas puede vislumbrar el rumbo gracias a la escasa luz de la luna que de vez en cuando se ausenta cuando las nubes cubren el cielo nocturno—. Kasumi-chan. Está oscureciendo, puedo llevarte a algún lugar habitado para pasar la noche —dice y ella no contesta, solo sigue caminando—. No estoy insinuando que pases la noche conmigo, aunque eso es negociable —le dice esperanzado, levantando el dedo índice como si ella estuviese viendo su sugerencia.

Ella se voltea a mirarlo por un momento, y lo observa de una manera bastante particular; como si no pudiera creer lo descarado que es, como si se le hubiera olvidado con el paso de los años. Sin embargo, no le contesta, sino que sigue caminando hacia un rumbo que él desconoce.

—¿A dónde vamos? —pregunta y ella suspira.

—Deberías volver a casa, Gojou.

—¿Huh? ¿No me oíste? Voy a acompañarte. Ya ha anochecido... No pensarás seguir exorcizando maldiciones hasta que amanezca, ¿o sí?

—Claro que no... Voy a dormir... no muy lejos de aquí.

Gojou guarda silencio, teme la respuesta que llega poco tiempo después, cuando Kasumi entra en una casa cuyas paredes se han llenado de enredaderas verdes, con el césped crecido con al menos medio metro de alto. Él se detiene cuando ella abre la puerta y se voltea a verlo.

—¿Qué? ¿Demasiado humilde? —le dice sonriendo y entra a la pequeña casa.

Él camina entre la penumbra, se agacha un poco para pasar bajo el marco de la puerta y observa a Kasumi encender una vela sobre una pequeña mesa de comedor. Del otro lado hay una bolsa de dormir sobre un sofá y unas latas de comida abiertas junto a las velas.

—Kasumi, yo puedo llevarte a donde quieras —vuelve a sugerir en un tono menos animado.

—No hace falta —contesta, sacando una mochila de debajo del sofá. Deja un par de latas sobre la mesa y un tenedor limpio—. Sólo necesito dormir unas horas y mañana terminaré con el trabajo —A este punto espera que el lúgubre escenario logre escarmentarlo, pero no lo hace. Gojou cierra la puerta detrás de sí y toma asiento en una de las sillas frente a la mesa—. Pero tú deberías irte, este es mi trabajo.

—Te dije que puedo llevarte a donde quieras, sabes que puedo traerte a primera hora mañana.

—¿Cómo crees que he hecho las cosas antes de que llegaras? No es como si pudiera irme de nuevo a la ciudad a pasar la noche y volver. Es más fácil así... además es difícil encontrar una casa decente... Una en la que no me encuentre algún cadáver o una maldición...

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