El cielo se ve despejado a pesar del anuncio que leyó por la mañana, nubosidad variable con altas probabilidades de lluvia y tormenta eléctrica. Pasados los primeros kilómetros en la radio solo se escucha el anuncio del gobierno advirtiendo sobre toda actividad en el centro de Shibuya y sus alrededores, en bucle.
Sus acompañantes no suelen ser muy conversadores. Itachi Tanaka conduce con la ventanilla abierta y con su mano izquierda sostiene un cigarrillo que fuma ocasionalmente. La mira constantemente de reojo por el retrovisor y aunque Kasumi ha hecho su mejor esfuerzo por causarle una buena impresión, terminó por rendirse y simplemente ha aceptado que no le cae bien. Pero no hay nada que pueda hacer, ya que la desprecia simplemente por ser un chamán.
—Te dije que no me gusta que fumes en el auto —le regaña su compañero, Sota Nakamura.
Nakamura tiene un tono de voz suave y amable. Trae el rostro limpio constantemente, y trae olor a loción para después de afeitarse cada vez que lo ve. Su traje, a diferencia de su compañero, está perfectamente planchado y su corbata la lleva armada con precisión. Y aunque Kasumi no es muy adinerada sabe identificar la calidad de la tela de su traje, casi tan fina como las que solía usar Gojo. Tiene una sonrisa que siempre cumple con el objetivo de hacerle olvidar que Tanaka la detesta y siempre es muy amable al momento de pedirle colaboración.
—Si vas a obligarme a venir a una zona de guerra lo mínimo que puedes esperar es que fume uno o dos cigarrillos en el camino.
Kasumi no puede no darle la razón. A menudo se pregunta cómo será para las personas no ver con sus propios ojos la constante amenaza de las maldiciones a su alrededor y con eso en mente no es muy difícil pasar por alto sus malos modales.
Nakamura suspira y olvida sus reproches.
—Miwa-san, ¿consideras que el tiempo estimado para la misión será suficiente para ti sola?
—De eso nunca se puede estar muy seguro... Pero haré todo lo posible por exorcizar todas las maldiciones que estén en mi nivel y de hacer los reportes competentes si encuentro una con un nivel demasiado alto.
—Si es que no te matan antes.
—Itachi...
—No, él tiene razón. Pero no se preocupe, siempre he sido muy precavida.
—Más te vale, no hay muchos de ustedes con ganas de trabajar. Si te mueres el gobierno tendrá que subir aún más las tarifas de los chamanes. ¿Sabes cuántos meses tengo que trabajar para ganar la mitad de lo que te ofrecen? Es una locura, ¿cuánto tiempo tardarán en inventar algo que los demás podamos usar para defendernos de esas mierdas?...
—Esperemos que no sea mucho tiempo —responde Nakamura—. Pero, mientras tanto debemos confiar en los pocos chamanes que quieren ayudarnos y tratarlos con amabilidad y respeto. Después de todo es su vida la que está en juego, no la nuestra. ¿No crees Itachi?
—Bah...
—No quiero ser entrometido, pero... ¿qué relación tienes con Gojo Satoru?
La pregunta la saca de su ensimismamiento. Desde el momento en el que se sentó dentro de este vehículo oscuro no ha hecho más que mirar por la ventana mientras recapitula mentalmente todo lo que ha sucedido en un par de semanas. La sola presencia de Gojo no ha hecho más que darle un vuelco a su vida, su corazón y mente.
Solía estar tranquila, aceptando completamente los gajes de su oficio y extrañamente cargando con la inminente presencia de la muerte consigo como una amiga que está lista para recibir. Nanami se lo dijo una vez y jamás pudo olvidarlo, por lo que poco a poco se ha vuelto más familiar a la idea de morir un día cualquiera.
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Secuelas de shibuya
RomanceContinuación de Desencanto. Gojou Satoru sale del sello de la prisión confinadora para encontrar a Miwa Kasumi, tratando de reconstruir lo que ha quedado de Japón después de años de pelear contra maldiciones. En su búsqueda de reconquistarla, encuen...