Capítulo 6: La Caída

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Gojou silva y los gorriones que revolotean sobre la copa de los árboles lo acompañan. Kasumi suspira, observa una mariposa de alas anaranjadas batir sus alas a pocos metros de ella para posarse sobre una flor que nace al pie de un roble. El cielo despejado deja que los rayos del sol los bañen, pero una clemente brisa bate el cabello de Kasumi y la deja sonrojada, mirando el inhóspito paisaje frente a ella.

No hay más que edificios abatidos, vegetación que ha encontrado espacios propicios entre los escombros para salpicar la destrucción con destellos de vida en oleos verdes, aprovechando el lienzo que le fue dispuesto.

Todo es tan tranquilo, el silbido de Gojou y la brisa que sopla suavemente sobre su oído, que logra hacerle creer por un efímero instante que todo está bien entre ellos dos. Incluso llega a olvidar los escalofríos que se adueñaron de su piel estando dentro del templo de la familia Zen'in.

Debe ser por la forma en la que su corazón palpita, con tanta terquedad que llega a preguntarse si ha aprendido algo en todos estos años. El estómago se le revuelve, reviviendo los nervios propios de su adolescencia; un nudo en la boca del estómago que solía dejarla sin hambre, sin espacio para nada más que la emoción de estar junto a él. Llegando a la inequívoca conclusión de que este es uno más de sus poderes; Gojou tiene la innata capacidad de dejarla constantemente sin aire.

—¿Naoya te tocó? —pregunta Gojou repentinamente.

Kasumi voltea a verlo, aún recostado en el suelo con ambas manos detrás de la cabeza. En un principio le extraña su pregunta, luego le extraña que la haga mientras sonríe y finalmente se cuestiona si habría estado pensando en ello durante todo el tiempo que se mantuvo en silencio.

—Sólo me tocó el rostro —contesta, frunciendo el entrecejo, molesta de solo recordarlo.

—Prométeme que me llamarás si vuelve a aparecer.

—No creo que me encuentren, comenzaré a trabajar dentro de poco. Lo que me preocupan son Kano y los niños, pero supongo que si te llamó... volverá a hacerlo si se encuentra en problemas.

—¿Tienes una misión? —pregunta, incorporándose nuevamente, su gesto lleno de curiosidad—, ¿de qué se trata?

—No voy a decírtelo.

—¿Huh? ¿Por qué no?

—Por mucho que aprecie que hayas venido a ayudarme hoy, preferiría hacer mis deberes sola... Temo que si te lo cuento encuentres una excusa para ir a interrumpirme. No lo tomes a mal, no es nada personal, es sólo que me ha costado mucho trabajo hacerme de una reputación como para terminar siendo la mujer a la que hay que rescatar.

—¿Qué tiene de malo ser rescatado?

—Nada en realidad...

—Entonces no entiendo cuál es el problema.

—Tampoco lo entenderías, eres un ejército en un solo hombre.

—Hasta hace poco necesité que me sacaran de una caja... —contesta alzando las comisuras de sus labios—. Soy engreído, pero no lo suficiente como para no saber cuando necesito ayuda.

—Es extraño escucharte tomar tanta responsabilidad.

—He pensado mucho, sobre todo porque no tenía nada más qué hacer.

—Debió ser muy aburrido.

Gojou asiente, pero omite decir que el aburrimiento comenzaba a volverlo loco. Convenientemente escucha el ligero rugido de un motor y voltea hacia la carretera. Un vehículo oscuro se acerca y él se pone de pie para extender su palma hacia Kasumi. De no estar usando una falda, intentaría pasar este gesto por alto y no volver a poner su piel en contacto con la de él, pero no le queda más que tomarlo de la mano para levantarse.

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