En algunos momentos de la noche, cuando la luz del alba comienza a colarse mezquinamente a través de las cortinas, su mente trae a colación vestigios de lógica que vuelven a desaparecer cuando la besa. El juicio se vuelve a desdibujar, intoxicada por el olor de su piel y sus grandes manos reclamando nuevamente cada rincón de su cuerpo.
Hay una voz latente en su interior que gana fuerza a medida que Gojou la pierde, cuando sus ojos comienzan a cerrarse, más y más cansado de hacerla suya continuamente. Algo que le recuerda quién es él y de lo que es capaz, lo que le ha hecho y lo mucho que a sufrido a costa de él. Sin embargo, cuando se encuentra a sí misma con los ojos abiertos, y él dormido entre sus brazos, acariciando su cabello mientras escucha su suave respiración rozándole el pecho, descubre que carece de la fuerza suficiente para soltarlo.
El magnetismo que la une a él se vuelve innegable y al final, cuando él duerme plácidamente, abrazándola con ambas manos, Kasumi vuelve a sentirse una ilusa que cayó en la misma trampa que le tendieron hace cinco años.
Comienza a pensar si esto no es más que un refugio para él, una forma de alejarse de toda la muerte y desdicha con la que se había topado en el cementerio del colegio. Tal y como lo fue para ella el día en el que Isao murió frente a sus ojos. Y a pesar de que la sensación le es demasiado familiar, Kasumi sabe que el sexo puede ser un reconfortante y conveniente aliciente para este tipo de dolor.
Las palabras de amor y la latente necesidad de Gojou no se le han pasado por desapercibido, ni la forma tierna y dulce en que la besó tras cada uno de sus orgasmos. Pero no es algo en lo que puede confiar plenamente, la verdad es que le cuesta creerse las palabras de Satoru, por muy sinceras que suenen.
Su celular suena, y la campana no lo perturba en absoluto. Se ha quedado profundamente dormido y Miwa sabe que ese debe ser Ijichi, esperándola en un auto a las afueras de la escuela.
Sutilmente se desliza entre las sábanas, con extremo cuidado para no despertarlo ya que teme la conversación que le espera luego de esto; que ella considera un enorme tropezón en su búsqueda por desterrar los sentimientos que aún tiene por Satoru.
Lentamente camina de puntillas por la habitación, recogiendo su ropa arrugada en el suelo y se viste tan deprisa como puede, toma la perilla de la puerta aún metiendo su blusa bajo su falda y antes de cerrarla se queda inmóvil viendo el rostro de Megumi de otro lado, con una taza de café sobre su mano derecha.
Kasumi voltea hacia la cama en la que Gojou duerme completamente desnudo, su rostro palideciendo segundo a segundo, luego regresa su rostro al de Megumi, a quien jamás había visto tan sonrojado.
Avergonzada, Kasumi cierra la puerta detrás de ella y balbucea nerviosa, abrochando su camisa atolondradamente y dice lo primero que se le viene a la cabeza. Su rostro comenzando rápidamente a tornarse rojo desde el cuello hasta las orejas.
—¡N-no es lo que parece!
Él se aclara la garganta, evidenciando su incomodidad, desvía la mirada e intenta mantener el tono firme de su voz.
—No es asunto mío, Miwa-san —dice, retomando su caminata hasta la biblioteca, lamentándose mentalmente mientras escucha los pasos de Kasumi detrás de él.
—N-no quiero que te lleves la impresión equivocada —sale de su boca como verborrea, como si a la vez intentara convencerse a sí misma—. Lo lamento, Fushiguro-san...
—Miwa, sigues siendo mi sempai... No me debes explicaciones —responde él, deteniendo sus pasos—. Vine a decirte que Ijichi te espera afuera, ya que no contestas los mensajes. Creí que podrías haberte quedado dormida.
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Secuelas de shibuya
RomanceContinuación de Desencanto. Gojou Satoru sale del sello de la prisión confinadora para encontrar a Miwa Kasumi, tratando de reconstruir lo que ha quedado de Japón después de años de pelear contra maldiciones. En su búsqueda de reconquistarla, encuen...