CAPÍTULO 3

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Jonás estaba exhausto, pero se obligó a sí mismo a continuar buscando entre pilas de pergaminos, libros y hojas sueltas. Eran cerca de las doce de la noche y todos en la Torre se habían retirado ya a sus habitaciones. Pero él seguía despierto, tratando de encontrar un hechizo que ayudara a Dana. Aquello era más difícil de lo que había pensado en un principio, ya que los encantamientos se repetían, se mezclaban o eran completamente inútiles.

El muchacho continuó leyendo un rato más, pero los ojos se le cerraban y no podía continuar. Luego de leer cinco veces la misma frase sin entenderla, decidió dar por terminado el día. «Mañana, con la mente fresca, seguro que me va mejor.» pensó.

Se acostó en el lecho y apenas apoyó la cabeza en la almohada, se quedó dormido.

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Jonás se levantó de su cama y se dirigió a la habitación de Dana. Tenía que probar un nuevo hechizo para despertarla. El descanso le había sentado de maravilla y luego de tan solo unas horas de sueño, estaba de nuevo buscando entre los pergaminos más antiguos de la biblioteca. Había encontrado uno que estaba seguro que funcionaría y había decidido ponerlo en práctica de inmediato. El encantamiento era tan simple que ni siquiera necesitaría la ayuda de Salamandra y Fenris para llevarlo a cabo.

Llegó a su destino. Dibujó con magia una estrella de cinco puntas en el suelo y se colocó en el centro. Extendió los brazos hacia su Maestra y murmuró las palabras necesarias. La estrella se iluminó, esta vez con un resplandor rojizo y comenzó a emitir una luz cegadora. Cuando se apagó, Jonás miró a su Maestra, ansioso. Sus párpados temblaron y finalmente, se abrieron, mostrando los bellos ojos azules de la mujer.

El joven mago fue testigo del maravilloso despertar de la Dama del Dragón, de su Maestra, de Dana. La mujer se incorporó en la cama, con lentitud. Intentó hablar pero no lo consiguió.

-Shh, tranquila, guarda tus fuerzas.- Le susurró Jonás, emocionado.

-Jonás -logró decir ella- me salvaste, yo... estaba en coma y tú me despertaste. Gracias.

-No hay de qué, Maestra. De alguna manera tenía que agradecerte todo lo que hiciste por mi. Gracias a ti me convertí en quien soy hoy. -el chico sonrió ampliamente y añadió- Ahora que estás aquí, podrás hacerte cargo de la Torre.

-No, Jonás. Has demostrado ser muy capaz de manejar la Torre. Te entrego el mando a ti.

-Dana... ¿estás segura?

-Nunca estuve tan segura de algo en mi vida. Estás perfectamente capacitado para esta tarea. Y, después de todo, fui yo quien te enseñó. Pero no te preocupes, si alguna vez necesitas pedirme consejo, estaré aquí para ti.

El joven la abrazó, emocionado.

-¡Muchísimas gracias! Es un gran honor, yo...-

De pronto, Jonás se encontró en su cama, mientras Salamandra lo sacudía

-¡Jonás! ¡JONÁS, DESPIERTA!- exclamó ella con rostro asustado

-¿Salamandra? ¿Qué haces aquí?

-¡Jonás, por todos los espíritus errantes, que susto me diste!- la chica lo abrazó

-¿Qué...? ¿Qué ocurre? ¿Dónde está Dana? El hechizo, yo...- Confundido, el joven miró hacia todos lados.

-Venía a preguntarte algo y como no contestabas entré. Estabas dormido, hablando en sueños. Intenté despertarte, pero por alguna razón no reaccionabas. Perdona que te zarandeara así. Es que me asusté.

-Pe-pero, Dana, yo-yo la desperté.

La chica lo miró, compasiva.

-Es obvio que tanto trabajo te afectó. Dana sigue en trance. Siento haberte despertado, parece que necesitabas un descanso. Aun así ya no son horas para estar durmiendo, deberías levantarte.

-¿Qué hora es?

-Mmm, no lo sé con exactitud, pero deben ser entre las cuatro y las cinco de la tarde.

-¿Tanto tiempo estuve dormido? Parecieron tan solo unos cuantos minutos...- La mirada del muchacho se desenfocaba y su mente volvía al momento en el que Dana había abierto los ojos. -¿Entonces fue solo un sueño? Se veía tan real...

-Si, estabas dormido. Hay sueños que son tan reales que nadie diría que se está soñando, ¿no es así? Bueno, te dejo para que empieces tu día.- rió- Aunque ya es tarde, deberías tomarte el resto de la tarde libre.

-Gracias, Salamandra, ya voy.

La muchacha se fue, cerrando la puerta tras de sí.

«Eso fue extraño. De veras pensé que había logrado despertar a Dana. Supongo que tanto desvelarme buscando pergaminos antiguos me afectó.» Se desperezó. Sentía la mente embotada y oía un suave pitido en los oídos. «Este descanso no fue tan reparador como creí que sería. Ja, ahora me siento incluso peor.» Le costaba asociar unos pensamientos con otros y su mente funcionaba más lento de lo acostumbrado.

Se puso su túnica roja y fue a las cocinas, con intención de tomar un té que lo ayudara a acabar de despertarse.

Allí se encontró con Fenris, que estaba sentado en un taburete, con una taza humeante en las manos. Tenía el ceño fruncido y parecía perdido en sus pensamientos.

El chico murmuró un saludo y el elfo lo correspondió. Se hizo un té y se sentó junto a su amigo.

-¿Ocurre algo? Pareces preocupado.- le preguntó

-No, yo... bueno... -parecía no saber qué decir y eso era extraño en él.- ¿Puedo preguntarte algo?

-Claro.- contestó Jonás, cada vez más intrigado

-¿Has tenido sueños... singulares últimamente?

El joven lo miró extrañado. El elfo tenía sus ojos color miel fijos en él, aguardando su respuesta.

Iba a contestar que no había tenido ningún sueño extraño, pero entonces recordó lo real que se había sentido el de esa noche, como Salamandra le había dicho lo mucho que le había costado despertarlo y lo raro que se había sentido al despertar.

-La verdad es que sí. Hoy mismo, soñé que despertaba a Dana con un hechizo. Pero estuve durmiendo desde ayer a la medianoche hasta recién. Salamandra dijo que hablaba en sueños y que le costó despertarme.

-¿Y sentiste algo diferente al despertar?

-Me dolía la cabeza y me costaba pensar. Estaba completamente seguro de que aquel sueño realmente había sucedido.

-Interesante...- El elfo volvió a sumirse en sus pensamientos.

-¿Por qué lo preguntas? ¿Tuviste algún sueño extraño tu también?

-Si, yo... Bueno, me pasó lo mismo que a ti. Y tampoco me había dado cuenta del tiempo que había pasado durmiendo. Es extraño, no suelo quedarme dormido, pero esta vez ni siquiera me di cuenta de que estaba soñando hasta que me despertaste.

-¿Qué crees que signifique?

-Sinceramente no lo sé. Puede que solo se trate de que estamos pasando por una situación difícil y estamos estresados o...

-¿O qué?

-Puede que sea algo más. Por ahora esto es todo lo que puedo decirte. Tengo que hablar con Salamandra para ver si a ella le está sucediendo lo mismo.

-¡Espera! ¿No vas a decirme que es lo que crees que puede ser?

-No, no por ahora, no quiero arriesgarme sin estar seguro.

Luego de decir esto, Fenris se marchó, dejando a Jonás más confundido que al principio. «Condenados elfos y su manía de dárselas de misteriosos» gruñó, enfadado.

Crónicas de la Torre 4: La artista de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora