Capítulo 8

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Miré sobre mi hombro y ahí está Austin. Que Dios nos ayude.
Miré a Alexa y Elizabeth quienes se encontraban pálidas con la mirada fija en el hombre detrás mí.
—Alexa, Elizabeth —las llame. No quería que ellas estuvieran cerca de Austin, podría hacerles daño.— vayan adentro, las seguiré en un momento.
—¿Estás segura, Ari? —preguntó Elizabeth nerviosa. Muy pocas veces la había visto nerviosa.
—Si, estaré bien, lo prometo —traté de tranquilizarla.
—Bueno, no tardes —dijo Alexa, se dio la vuelta con Elizabeth a su lado y entraron a la casa, no sin antes mirar de reojo a Austin. Las entendía, Austin daba miedo cuando se lo proponía.
—¿Qué haces aquí?, estaba hablando con mis amigas —dije poniéndome de pie y encarándolo. No me dejaré amedrentar.
—Eso te pregunto yo, ¿qué haces aquí?, se supone que tienes que estar a lado de tu esposo.
—Al lado de mi esposo no hay otra cosa mas que aburrimiento.
Se acercó peligrosamente a mi, no me inmuté, estaba nerviosa por su cercanía, pero no se lo demostré.
—Déjame decirte dulce esposa, que a mi lado nunca conocerás el significado de aburrimiento.
Estaba demasiado cerca de mí, podía sentir su aliento en mi cara, di un paso hacia atrás pero su mano atrapó mi cintura pegándome a él más cerca de lo que lo tenía antes.
—¿Por qué tratas de huir de mi?, no soy tan malo como aparento —me habló como si fuera un padre a su hija explicándole las matemáticas.— soy peor, y más te vale comportarte cuando estemos entre mis socios, o te enfrentarás a las consecuencias.
—¿Quién te crees? ¿Mi padre?, tú no me gobiernas.
—Claro que si, soy tu esposo —tenía una sonrisa de suficiencia que quería borrar a golpes.
—Lo que sea —dije.— ¿A qué viniste? —lo único que quería era escapar de todo esto.
—Mis amigos quieren conocerte —hizo una mueca como si le desagradara.
—¿Tienes amigos? —pregunté sorprendida. No creía que tuviera amigos. Mi padre me enseñó que el narcotráfico es un negocio en el que apenas en la familia se puede confiar, que los que creías que eran amigos te traicionaban por un fajo de billetes. Además, no me imagino a Austin teniendo amigos, después de todo él era un maldito. Aunque, conocía Alex que parecía inofensivo, pero no me confiaba.
—Claro que tengo amigos —dijo mirándome como si fuera estúpida.
—Ah —respondí. No me importaba lo más mínimo socializar con la gente que me presentase Austin.
—Lo que sea, ven —caminó adelantándose, pero se detuvo abruptamente y se dio la vuelta tomando mi brazo enredándolo con el suyo.—Los esposos siempre tienen que estar juntos, más aún en su noche especial —quise golpearlo.
—No quiero que me toques —dije entre dientes.
Su agarre en mi brazo se hizo más fuerte, a tal punto de que dolía.
—Quiero que recuerdes algo —su tono de voz me asustó.— a mi no importa lo que tú quieras.

No respondí porque no quería que me lastimara, ya suficiente tenía con el dolor en mi brazo.
Entramos a la fiesta, cualquier persona que estuviera aquí pensaría que estas personas, son empresarios, magnates o algo parecido, no tienen ni una pinta de mafiosos. Claro, ignorando a los guardaespaldas con pistolas del tamaño de mi brazo.
A lo lejos pude ver a Alexa y Elizabeth que me miraban preocupadas, les di una mirada tratando de convencerlas de que estaba bien, aunque por dentro estaba destrozada.
Austin se dirigió a una mesa donde se encontraba Alex, junto dos hombres más los cuales desconocía, y unas mujeres con vestidos diminutos que se encontraban al lado de ellos, excepto Alex, él estaba solo.
—Aquí la tienen —dijo Austin poniendo sus manos en mis hombros, obligándome a sentarme, luego el tomó asiento a mi lado.— mi linda esposa Ariana —la burla estaba en cada una de sus palabras.
Ellos me observaban con melancolía, como si me conocieran, que extraño.
—Es bueno volverte a ver Periapt —dijo uno de ellos, tenía barba y el pelo rubio cenizo. El escuchar como me llamó removió cosas en mi. Un recuerdo borroso llego a mi mente de una figura de una persona, pero a la cuál no podía verle el rostro.

—Periapt, tú eres mi periapt. Sólo mía.

Esa voz resonó por mi cabeza, pero el recuerdo se fue tan rápido como vino, dejando la sensación de intriga en mí.
—Ariana te presento a Zach —dijo Austin apuntando al rubio que me había hablado.— él es Robert —señaló al moreno rapado, el cual me dedicó una sonrisa en forma de saludo.— y ya conoces a Alex.
—No puedo creer que la hayas obligado a casarse contigo, Austin —dijo Robert mirándolo mal.
—Cuando Aaron ese entere te va a matar.
—¿Quién es Aaron? —pregunté.
Ese nombre me sonaba conocido, pero no sabía de dónde.
Todas las cabezas se giraron en mi dirección.
—No te importa —respondió Austin con voz dura.
—No tienes por qué hablarme así —dije molesta.
Una cosa era que me hablara mal cuando estábamos solos y otra muy diferente a cuando más personas estuvieran con nosotros.
Por debajo de la mesa agarro mi mano y la apretó duramente, tuve que poner todo mi empeño para no chillar delante de todos. Se acercó lentamente a mi oído.
—No te pases de lista conmigo, más vale que te calles o lo vas a lamentar.

Recuérdame recordarte |Austin Mahone y Ariana Grande|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora