Capítulo 10

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Sus labios se sentían tan bien sobre los míos, que en el momento en que separó quedé con ganas de más.
—Perdón, pero sentí que si no lo hacía iba a morir.
—No tenías que parar —dije y me miró sorprendido, y siendo sincera también yo me sorprendí.
Sin pensarlo dos beses volvió a atacar mi boca, pasó su lengua por mi labio inferior pidiendo entrada, y yo gustosa se la di, nuestras lenguas empezaron una guerra que él iba ganando, poco a poco el beso subía de tono, mi mente quería parar, pero mi cuerpo decía todo lo contrario, se colocó encima de mi, sin dejar que su peso me aplastase, sus manos viajaban desde mi cintura hasta mis muslos, bajó sus besos a mi cuello, haciéndome estremecer, tenía que parar, yo era virgen y apenas conocía a Aaron, no podía acostarme con él así sin más.
—Aaron —le llame temblorosa.
—¿Quieres que pare? —me miró a los ojos, los suyos estaban cargados de deseo. Asentí.
Se separó de mi y se puso de pie ayudándome a hacer lo mismo.
—Perdón —miré mis pies.
Él agarró mi cabeza entre sus manos y me dio un casto beso.
—No tienes por qué disculparte, está bien, el culpable fui yo que no pudo detenerse.
—Si, pero yo te dije que siguieras —dije avergonzada.
—Bueno, pues entonces ambos somos culpables —dijo sonriendo.

Entramos a la casa y nos dirigimos a mi habitación, Aaron me había informado que saldríamos, lo que me pareció una locura dado que Austin debe estar como loco buscándome.
Al entrar en la habitación, pude notar que había unas cosas encima de la cama; un tinte, secador, y demás cosas para el pelo. Miré con el ceño fruncido a Aaron.
—Es para que no te reconozcan —dijo aclarando mis dudas.— si tienes el cabello de otro color les será difícil reconocerte.
Lo sopesé por un momento, amaba el color natural de mi pelo castaño, nunca antes me lo había teñido, pero situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.
—Bien, lo haré.


¿Esta chica frente al espejo, soy yo? No me reconocía, me era imposible acostumbrarme al ver ese rubio dorado en mi pelo. Había desecho mi flequillo haciendo una media cola, mi cabello caía liso hasta mi cintura, aunque no me gustaba estar de rubia debo admitir que me veía bonita. Estaba vestida con un pantalón blanco, una blusa amarilla, acompañada de unos tacones beige.

Aaron tocó la puerta.
—Pasa.
Abrió la puerta y al verme automáticamente sonrío.
—Estás hermosa.
—Lo sé, es un don que no muchos poseemos —bromeé.—¿A dónde vamos?
—Tengo que ir por unas cosas a la comisaría y no quiero dejarte sola, además supongo que quieres salir, ¿verdad? —asentí.—vamos entonces.
Cuando salimos de la habitación Aaron tomó mi mano, lo miré sorprendida y me sonrió tímido, no me molestó.
Salimos de la casa y no me sorprendió ver tantos guardaespaldas con armas cuidando la casa, era algo a lo que estaba acostumbrada. Aaron abrió la puerta del copiloto para mí, lo miré sonriente antes de entrar, nadie había hecho algo así por mí, sé que suena algo estúpido, pero soy de esa personas que prefieren el amor a la antigua; cartas de amor, serenatas, salir a ver las estrellas o caminar en la arena, nunca tuve la oportunidad de vivir eso gracias a mi papá, y deseché la ilusión totalmente cuando Austin llegó a mi vida. Con Aaron estoy segura de que no es amor, nos conocimos ayer, bueno, nos conocíamos de antes pero no lo recuerdo, así que ayer es para mí la primera vez que lo vi, hoy nos besamos y estuvimos apunto de hacerlo. Esto va demasiado rápido y yo no estoy lista para una relación, mucho menos con todo lo que está pasando.

Pero, ¿y si Aaron es el principe azul con el que siempre soñé? Él me salvó del villano, tal vez le de una oportunidad.

No, no puedo asegurarle nada a Aaron hasta que tenga claro el remolino de sentimientos que llevo dentro.
—Llegamos —anunció él.
—¿Como que llegamos? —pregunté confundida.
¿Me había pasado el camino entero pensando?
Es que te veías tan concentrada pensando, que decidí no molestarte, y si, llegamos, no tardaré mucho —se bajó del auto.
Debes estar más atenta a las cosas Ariana —me regañé mentalmente.

Un hombre encapuchado estaba parado del lado de mi ventanilla, la bajé, de seguro podría estar perdido.
—¿Se le ofrece algo, señor? —pregunté amablemente.
No fue hasta que le vi la cara que me di cuenta que ese hombre era Austin. Sentí como la sangre abandonaba mi cuerpo, intenté gritar pero si mano en mi boca me detuvo.
¿Como supe que era él? Aaron acababa de salir del auto y lo menos que haría sería taparme la boca como secuestrador.
—¿De verdad creíste que tiñendo tu cabello no te iba a reconocer? —su voz me causó escalofríos.— que poco me conoce mi hermano, no te preocupes, no te llevaré conmigo... no ahora, todavía no es tiempo, sólo te voy avisando que cuando el día llegue, no habrá quien te separe de mi, porque eres mía, sólo mía Periapt.
Y ahí reconocí esa voz, era él quien me había dicho eso en uno de mis recuerdos. Mi miedo aumentó.
—Para tu suerte, me tengo que ir —continuó.— te sugiero que cierres la ventana cuando duermas, por cierto, me encantaron los girasoles de tu pijama —mis ojos se abrieron desorbitadamente.
El sonrío malicioso y se dio la vuelta perdiéndose entre la gente que iba y venía por la calle.

Él sabía dónde estaba, lo sabía, y Aaron me había confiando que él no nos podría encontrar, él me pudo llevar consigo, pero no, prefirió aterrorizarme y dejarme co Aaron, ¿por qué? No lo sabía, sólo sé que ahora tengo mucho más miedo que antes, ¿que hubiese pasado si Aaron hubiera llegado en ese momento? Él lo mataría, y yo no podría cargar con la muerte de alguien tan bueno como Aaron sobre mis hombros.
—Hey ya llegue, ¿qué pasa? —preguntó preocupado al ver mi rostro horrorizado por el miedo.
—Austin —tartamudeé.
—¿Qué pasa con Austin?
Miré al frente y lo vi, estaba parado entre la gente que iba y venía, con una sonrisa macabra.
—Está ahí —lo señalé temblando. Aaron miró a donde le había señalado pero ahí solo estaba un señor de mediana con la capucha que Austin tenía hace unos momentos.
—Ariana creo que todo este estrés te está haciendo ver cosas.
¿Qué? ¡Claro que no, maldita sea! ¡Yo lo vi!
No, Aaron, yo lo vi, estoy segura que era él.
—Si fuera él, como dices, ¿por qué no te llevó con él? Yo no estaba y el pudo llevarte muy fácilmente, creo que estás alucinando.
—¡Que no! Maldición ¡no! —la frustración sustituyó el miedo.
—Creo que es mejor cortar el tema ahí, Ariana, por tu bien —empezó a conducir.

En todo el trayecto hasta la casa, no dije nada, estaba molesta con Aaron por no creer en mi, yo había visto a Austin, lo vi, y el me toma por loca, ¿cuando va a creer en mi? ¿Cuando Austin nos mate?
Subí molesta las escaleras, no quería hablar con Aaron, cerré la puesta de un portazo que resonó por toda la casa.
A los pocos minutos escuché que Aaron tocaba la puerta, lo ignoré, me deje caer bocabajo en la cama.
—No quiero que estés molesta conmigo Ariana, de verdad —su voz sonaba arrepentida.— es sólo que me es difícil creerte, ponte en mi posición.
Por un momento quise ponerme de pie, abrir la puerta y lanzarme a sus brazos, pero no lo hice, el también tenía que ponerse en mi posición, ¿me creía capaz que tener alucinaciones? Ni que anduviera drogada.
Cerré los ojos y sin darme cuenta me quedé dormida.

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