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1 AÑO DESPUÉS BROOKLYN, NUEVA YORK
FALLON TUVO EN SUS MANOS EL EJEMPLAR DEL LIBRO "LA TEORÍA DE GALLOWAY-FOSTER" y no pudo evitar sonreír. Ella y Jane habían trabajado duro para producir un contenido verosímil sobre lo que habían vivido y presenciado hace un año. El libro fue un éxito en su momento, dieron conferencias, publicitaron su trabajo e incluso tuvieron algún apoyo de SHIELD. Pero la ciencia no estaba del todo de su lado, por no hablar del machismo implantado en ese entorno. A pesar de las dificultades, Fallon no se arrepiente.
Cuando terminaron sus proyectos, volvieron a tomar caminos distintos, pero siguieron en contacto. De vez en cuando, una llamaba a la otra para preguntarle cómo iban las cosas. Fallon nunca esperó acercarse tanto a Jane y entablar una buena amistad con ella, pero así fue y se sintió muy agradecida por el apoyo de Foster. Especialmente en las noches en las que la mujer se comía 2 botes de helado y lloraba echando de menos a Thor. Tener un hombro en el cual apoyarse en esos momentos supuso una gran diferencia.
Fallon trató de encontrar alguna abertura, algún pasaje desconocido hacia Asgard, alguna señal de que el Bifrost aún existía. Pero todo fue en vano. Con el tiempo aprendió a aceptar lo que ya sabía que iba a suceder. Ya no volvería y Fallon necesitaba seguir adelante. Le guste o no.
El tiempo pasó, su libro con Jane fue un éxito cuando salió. Por mucho que no tuviera tanto éxito en la actualidad, fue gracias a eso que Fallon consiguió más credibilidad y un trabajo como profesora de historia y mitología nórdica en la mejor universidad de Nueva York. Sus experiencias en Nuevo México también le habían ayudado mucho, y tenía que agradecérselo a Thor.
Dejó su ejemplar del libro donde lo encontró y salió con pasos tranquilos de la librería. Ya había comprado todo lo que necesitaba y sabía que no debía llegar tarde a una cita. Observó la hora en su reloj de pulsera y se mordió el interior de la mejilla, sabiendo ya que Ian se quejaría de su retraso.
Obviamente, eso era habitual en su primo. Sabía mejor que nadie que Fallon no era una persona puntual, pero el hombre no se cansaba de quejarse, y eso era algo que Ian Galloway sabía hacer muy bien.
La joven cruzó la calle con cuidado y caminó rápidamente por la acera. Su tacón golpeaba el suelo de hormigón a cada paso que daba. Esquivó con cuidado a algunas personas aglomeradas y se disculpó con las que chocó involuntariamente. Cuando por fin llegó al restaurante, Fallon respiró hondo y se alisó la ropa que llevaba puesta, pasándole las manos para quitarle la suciedad. Luego abrió lentamente la puerta de cristal del local y entró sin hacer ruido. Miró alrededor del concurrido lugar y buscó a Ian. Encontrando a su primo sentado en una mesa cerca de la ventana.
