CAPÍTULO 2

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Por mucho que se negó, nunca lo escucharon, mañana seria el día en el cual lo recogerían para llevárselo, su mente apenas podía procesar lo que ocurría, pero con lo poco que le dijeron algunos de los sirvientes, lo entregarian casi como una ofrenda a Sukuna, y a cambio este les proporcionaría protección y todo lo que pidiesen a su clan.

Se sentía usado, como si no valiese nada, lo encerraron en uno de los innumerables dormitorios que el clan contenía en su residencia. Aunque estaba mejor ahí encerrado que teniendo que soportar viéndolos a la cara mientras que su alma de despedazaba poco a poco.

Al menos tuvo la suerte de poder ver a su hermana por última vez antes de ser arrastrado hasta donde ahora estaba, un sentimiento de rabia y odio se formó hacía la madre que tanto adoro en toda su vida, pero el azabache no sabía lo que había ocurrido en realidad. Sus pestañas aletearon varias veces mientras dejaban caer varias lágrimas, se hizo bolita en el futón del dormitorio que le dieron, lloraba en silencio, no quería que nadie lo escuchase, necesitaba en quién apoyarse en aquel momento de tanto sufrimiento por el cual atravesaba. Quería oír a su madre, escuchar una explicación de su parte, no le perdonaría por lo que hizo tan fácil.

Paso toda la tarde encerrado en el lugar, no aceptó ningún alimento que le ofrecieron aunque en realidad tenía inmensas ganas de probar cualquier bocado de comida del que sea, su garganta se había secado, y otro problema comenzó, quería agua, pero era demasiado el orgullo que cargaba como para pedirle a alguien cualquier cosa que se le ocurriese, ni aunque estuviese a punto de morir les pediría di ayuda.

Más y más horas transcurrieron y ya faltaba poco para que el sol se ocultára, y lentamente sus ojos se le hacían cada vez más pesados, sin darse cuenta, quedo dormido profundamente con algunas lágrimas alrededor de sus ojos.

Al abrir sus ojos, jamás espero encontrarse con su hermana, estaba sonriendo mientras lo miraba desde uno de los extremos de su dormitorio.

Estaba en su hogar, el que tanto quería, su madre llegó por detrás, y suavemente apartó a Tsumiki a un lado para lograr entrar.

—Megumi, estas bien —su voz era dulce, le gustaba oírla, se aproximó hasta el para envolverlo en un cálido abrazo el cual dudo en si corresponder o no, pero finalmente el la abrazo también.

—Hermanito, mirame estoy completamente sana, ya no necesito volver a tomar todas esas pastillas con tan horrible sabor— olvidó como se veía su hermana cuando sonreía, no la veía tan llena de luz desde hace muchísimo tiempo.

—Tsumiki, tu...de verdad estas bien —se levantó rápidamente del futón para ir a abrazar a su hermana que estaba rebozando de luz y felicidad, corrió hasta la castaña, pero el camino cada vez se hacía más largo, no entendía el porque, trató de volver junto a su madre, pero cuando se dio vuelta todo estaba oscuro, una pequeña luz iluminaba levemente a su lado derecho, camino hasta llegar a esta, en ella vio como su hermana estaba en un ataúd, muerta, su madre también se encontraba allí, giró a verlo con el ceño fruncido.

—Todo esto es tu culpa Megumi! Tu culpa! —no entendía lo que ocurría, trato de calmarla, sus palabras parecían afilados cuchillos atravezandole, como podría ser culpa suya que su amada hermana estuviese muerta.

—Eso no...eso no es..—las palabras no le salían mientras que su madre le decía como la mató mientras le apuntaba con el dedo, por sus mejillas comenzaron recorrer algunas lágrimas, era un infierno estar en aquel lugar, tapó sus oídos con fuerza, simplemente no quería escuchar nada.

Por fin despertó. Tuvo una pesadilla, sintió sus ojos húmedos, cuando los toco estos estaban con lágrimas, había estado llorado mientras soñaba, miro el techo y recordó que se encontraba en el clan Fushiguro, lo olvidó completamente.

A tu lado [Sukufushi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora