22. Mutuo

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En este momento me siento como la persona más dichosa de este mundo; me siento muy feliz. Por fin pude arreglar las cosas con Daniel, y no me refiero a la disculpa, que era mi objetivo principal. Me refiero a mi deseo egoísta que tenía de volver a estar a su lado, juntos.

Después de aquel abrazo, entramos al auto para que pudiera llevarme a casa. Se estaciona una cuadra antes de llegar y me voltea a ver. Sonríe.

—Espero que no te sientas incómoda por la decisión que tomamos— dice avergonzado.

—Era una de las cosas que más deseaba— admito.

Quedamos en silencio y veo que su mano está temblando. La alcanzo y entrelazo sus dedos con los míos. Él se asombra por unos momentos hasta que se relaja.

El silencio en este momento es algo reconfortante.

El “aire” entre nosotros ahora es mejor, se siente bien.

Su dedo pulgar traza caricias en mi mano al mismo tiempo que tiene una diminuta sonrisa en sus labios.

—Resolveremos todo eso, ya no quiero que te haga más daño, sin importar que sea directa o indirectamente. Pero… ¿Tu amiga lo sabe?

Miro a otro lado apenada.

—No quiero que le hagan daño.

Él suspira. —No creo que le hicieran daño a ella, además sabe actuar en las sombras; creo que sería de gran ayuda si ella lo supiera.

—Aún así no quiero exponerla a peligros.

—Entiendo.— Él se queda algo pensativo, frunciendo el ceño.

—No pienses tanto en eso, ya veremos una solución.

—¿No crees que deberíamos encontrar una solución ya? Puede que luego sea tarde.— Asiento y le digo que no se preocupe tanto por eso.

Nuestras manos se separan y él comienza a conducir de nuevo para estar más cerca de mi hogar actual. Cuando llegamos los pensamientos negativos me comienzan a llegar. ¿No me dirán nada si llego con otra persona? Aún más, ¿Un chico? ¡Las cámaras!

Veo a Daniel con algo de angustia y su mirada cálida se reemplaza por una preocupada.

—No te preocupes por eso, ahora solamente entra.

Asiento. Abro la puerta del auto al mismo tiempo que me preparo para abrir el paraguas que me prestó Daniel.

—Gracias por todo.

—Agradece a la lluvia por juntarnos de nuevo— ríe y me uno a él.

—Nos vemos mañana— asiente y salgo del auto.  

Camino hasta el portón y observo la cámara de seguridad que tienen instalada. Sé que en este momento ya me vio Kathe, pero prefiero llamar. Las enormes puertas comienzan a abrirse y entro, no sin antes voltear hacia atrás y sonreír.

Entro a casa y subo las escaleras hasta llegar a mi cuarto, pero me quedo viendo el de Anny y debato interiormente en si debería entrar. Muerdo el interior de mi mejilla y volteo a otro lado, donde mi vista cae en una habitación que nunca le había prestado atención. Ni siquiera he visto a Anny entrar ahí antes. Que extraño.

Escucho risas en la habitación de mi amiga y entro. Me quedo algo asombrada al ver a quién se encuentra a un lado de Anny.

—¡Ahí estás! Andrew me asustó cuando dijo que no te encontró. Menos mal estás bien, pero aún así avisa antes.

No presto atención a las palabras de Anny, solo puedo verlo a él, después de años.

—¿Levi?

Mi amor eterno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora