Dylan O'Brien, o el hombre conocido como Dylan O'Brien, raramente era quisquilloso al hacer lo que sea que debía hacerse para que una misión tuviese éxito. Habían pasado años desde que algo le hizo vacilar. Ese era el por qué una parte de él dudaba negarse a considerar una opción que podía hacer más fácil completar su misión.
Era inútil negar que prestar el chico a Brylsko sería la forma más sencilla de saber donde guardaba el USB. Sin mencionar que cambiarla por la memoria falsa sería más fácil si el objetivo estaba... distraído.
Distraído. La sola idea hizo que los dedos de Dylan picaran por un arma, un cuchillo, cualquier cosa.
Carajo. Esto era inaceptable. El chico no debería haber importado. Él había hecho cosas peores en nombre de la Reina y el país, que sacrificar la salud mental de un adolescente. No era como si Brylsko fuese a matar o dañar físicamente al chico.
Era solo sexo. Un intercambio de fluidos corporales.
No era como si Dylan nunca hubiese tenido que follar gente que aborrecía para garantizar el éxito de una misión. Así que, ¿por qué no dejaba que el chico lo hiciera? Le había advertido a Thomas que no era un trabajo para personas con estómago débil. El niño había ignorado su advertencia, y ahora debía lidiar con las consecuencias. Tan simple como eso.
Excepto que sin importar cuanto se lo dijera a sí mismo, nada cambiaba. Sabía que no podría permitir que Tommy lo hiciera, fin de la historia. Y eso lo enojó.
Esta... sobreprotección era inaceptable. Peligrosa.
─Estás muy callado ─dijo Tommy, inclinándose más cerca de él, su mano enredándose en la parte superior del brazo de Dylan.
Dylan miró alrededor de la cubierta, buscando por cámaras de seguridad. No podía ver ninguna, pero incluso si hubiese perdido alguna, era altamente improbable ser escuchados sobre la música alta que sonaba en el bar. No había pasajeros cerca de ellos. Era tan seguro para hablar como se podía. Miró de vuelta al chico. Ojos oscuros ansiosos lo estudiaban.
─¿Pasa algo malo? ─preguntó Tommy.
Dylan negó con la cabeza. Difícilmente podía decirle al chico lo que estaba pensando. Thomas probablemente estaría horrorizado si se enterase de lo que había estado tratando de convencerse, de hacer lo más inteligente y usar el cuerpo del chico para obtener la información que necesitaban. Por otro lado, tal vez debería decirle.
Se había dado cuenta que el niño había desarrollado un crush por él. Probablemente debería cortarlo de raíz y liberar a Thomas de la ilusión que era un caballero de brillante armadura. La idea casi hace reír a Dylan. Él no era más que un arma. Lo habían llamado asesino a sangre fría, doble cara, bastardo manipulador. No estaban equivocados.
─Ok. El silencio es siniestro ─dijo Tommy con una risita, sus ojos brillando de curiosidad.
Diablos. El chico era asquerosamente entrañable.
A Dylan le gustaba. Genuinamente le gustaba, y esa era el problema. No le había pasado antes. Aprendió hace mucho tiempo a mantener distancia emocional de otras personas durante sus misiones.
No eran más que objetivos y daño colateral. Pero este chico... Tommy le miraba como si pensara que él era el sol, no un cínico agente del gobierno con muchas caras y manos ensangrentadas. Le producía querer hacer algo cruel, que quitara esa mirada del rostro del niño.
Excepto... que le gustaba. No era más que una fantasía, pero le gustaba, joder, le encantaba que Thomas pensara que era un mejor hombre de lo que en realidad era.
─No deberías tener un crush por mí ─dijo Dylan.
Los rubios no se sonrojaban de forma bonita, pero de alguna manera, éste sí lo hacía. Para crédito de Thomas, ni siquiera intentó negarlo.
─Lo sé ─dijo con un suspiro. ─Es molesto para mí también. No te preocupes, estoy seguro que pasará pronto. Soy un adolescente. Tengo un flechazo nuevo cada semana. Una vez tuve uno por un sacerdote que había sido muy amable conmigo. Traté de convencerme que estaba trágicamente enamorado de él, pero entonces vi una película de Tom Hardy y olvidé todo mi épico amor por el sacerdote.
─Eso es tranquilizador ─dijo Dylan secamente. Pero no lo era. No quería que Tommy se enamorara de él. No quería que saliese lastimado.
Este sentido protector no era exactamente reciente. Se había sentido así por el chico -aunque hay que reconocer, que no a ese grado- incluso en su primer encuentro, cuando había visto la emoción y el anhelo en los ojos de Thomas cuando le pregunto si podría tener su casa propia al aceptar el trabajo.
Desde su primer encuentro, Dylan se había sentido entrañable con el muchacho, quien podía ser engreído y desvergonzado en un momento, y tímido y vulnerable al siguiente. Quería proteger al niño, incluso de sí mismo. Tal vez especialmente de sí mismo.
─A pesar que amé chupar tu pene ─dijo Tommy con melancolía. Dylan suspiró.
─¿Tienes algún filtro? ─Tommy sonrió.
─¿Filtro? ¿Qué es eso?
Nada que necesites. Pensó Dylan, mirando el rostro sonriente del chico. Tal vez era por eso por lo que Thomas le gustaba tanto. Era algo fresco y genuino en un mundo que tenía cualquier cosa menos eso.
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(in)apelable ᵈʸˡᵐᵃˢ
Romancedylan y thomas son agentes encubiertos que se enamoran. adaptación dylmas. libro ocho.