diciotto

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Tommy salió de su habitación quince minutos más tarde, vestido con una camiseta negra y un par de jeans ajustados que mostraban sus largas piernas. Cuando Tommy se inclinó para agarrar su teléfono de la mesa del café, Dylan frunció los labios y miró hacia otro lado.

─Probablemente no regrese hasta mañana ─dijo Tommy. ─¿Puedo llevar tu auto? ─Dylan se dirigió a la puerta.

─Te llevaré.

─¿Qué? ¡No! ─Thomas lo alcanzó en el camino de entrada. ─¡De ninguna manera!

─¿Por qué no? ─dijo Dylan subiéndose a su auto. ─¿Crees que nunca he estado en un club gay?

─No es eso ─dijo Tommy subiéndose en el asiento del pasajero. ─Cielos, esto es raro, Dyl. No te quiero allí mientras yo... ─se sonrojó y desvió la mirada, parecía avergonzado.

─Dame la dirección ─dijo Dylan en voz baja, Tommy le dio la dirección. Encendió el auto, su cara cuidadosamente inexpresiva.

Tommy tenía toda la razón: no era una pequeña virgen ingenua cuya virtud necesitaba protección. Él podría cuidarse sólo. Si quería chupar el pene de un extraño, no era su asunto.

─¿Estás bien? ─dijo Thomas mirando a Dylan con cautela.

─Por supuesto ─Tommy se encogió de hombros un poco.

─Te ves un poco enojado.

Dylan estaba tan sorprendido que casi se estrella contra el automóvil al frente de ellos. Mierda. No podía recordar la última vez que alguien había adivinado correctamente que estaba enojado y le habló de eso. ¿Desde cuándo se había vuelto tan transparente?

─Estoy preocupado ─dijo con la mirada fija al frente. ─Los polvos de una noche a menudo suelen salir mal. No quiero que te lastimen ─Thomas suspiró.

─Supongo que es dulce de tu parte, pero por última vez: no soy un bebé. Estaré bien. Prométeme que no interferirás ─Dylan no dijo nada.

─Dyl ─dijo Tommy.

─Lo prometo ─dijo lacónicamente. No hablaron por el resto del camino.

El club estaba muy concurrido, pero afortunadamente la música no era demasiado fuerte. Dylan pidió una cerveza que no tenía la intención de beber, se apoyó en la barra y siguió a Tommy con los ojos.

Esos jeans eran jodidamente obscenos. Hacían que Dylan se sintiera incómodo y nervioso. Tuvo que resistir el impulso de encontrar una manta y envolver a Tommy para que nadie pudiera mirarlo.

─¿Novio? ─gritó una voz masculina sobre la música. Dylan miró al hombre, alto, rubio... Irrelevante, antes de volver a mirar a Thomas.

Estaba bailando con alguien ahora. El tipo tenía alrededor de veinte años, un típico atleta, todo físico y sin cerebro.

─No ─dijo, al darse cuenta que el rubio todavía estaba esperando su respuesta. ─Solo un niño al que tengo que cuidar.

─Eso debe ser una mierda ─dijo el rubio simpáticamente ─¿Cómo te cargaron con la tarea de ser niñera?

Dylan no respondió. Ahora el atleta estaba todo sobre Tommy, sus manos se deslizaban desde su estrecha cintura hasta su culo.

Apretando el agarre de su cerveza, Dylan se recordó a sí mismo que no era de su incumbencia. Tommy no era un bebé. Le había prometido que no interferiría.

─¿Es tu hermano pequeño? ─dijo el rubio, claramente sin entender que no estaba interesado. Algo acerca de ser llamado el hermano de Thomas lo frustró.

(in)apelable ᵈʸˡᵐᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora