ventitré

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Dylan abrió la puerta de entrada. La casa estaba tan silenciosa y oscura como uno esperaría que fuera a las dos de la mañana. Solo pudo sonreír y recordar sus palabras a Thomas, que lo vería en la noche.

A veces odiaba su trabajo, sus dos trabajos. Solo tenía veintisiete años, pero gracias a su doble vida, a veces se sentía demasiado viejo.

En ocasiones se preguntaba por qué hacía esto. Mientras que su empleo en Grayguard había comenzado como una cubierta fácil, ahora tenía el trabajo de Jefe de Departamento además de su trabajo en el M16. Como resultado, en días como este, se sentía cansado hasta los huesos, apenas capaz de arrastrarse a casa, con la cabeza palpitando y el cuerpo dolorido.

Quizás estaba envejeciendo demasiado por tener una doble vida, especialmente una tan exigente como la suya. Esa era la razón por la cual no estaba seguro de aceptar el puesto de Jefe del SIS, cuando los altos mandos eventualmente obligaran a Amanda a renunciar en unos pocos años. No creía poder hacer malabares con las dos posiciones directivas de manera efectiva. Ya estaba luchando como estaba. Pero, de nuevo, días como este no sucedían con tanta frecuencia.

Suspirando, Dylan empujó la puerta de su habitación y se quedó quieto. Thomas estaba durmiendo en su cama. Era claro que había tratado de esperar a Dylan: la lámpara de la mesilla estaba encendida y había un libro abierto al lado de él.

El hecho que Dylan no hubiera notado la tenue luz antes de entrar a la habitación, decía mucho de lo cansado que estaba. Su falta de vigilancia aún no le agradaba, haciendo que se preguntara una vez más si necesitaba cambiar algo acerca de su trabajo. No importaría que tuviese la mejor tasa de éxito en misiones, si luego lo emboscaban en su propia casa porque estaba demasiado cansado para prestar atención.

Dylan se acercó a la cama con sigilo. Aflojándose la corbata, miró al niño dormido. Una extraña sensación se instaló en su estómago cuando se dio cuenta que la camiseta negra que llevaba Thomas era suya. Luego de quitarse la corbata, comenzó a desabrocharse la camisa con la vista fija en el chico tumbado en su cama. Tenía problemas para mirar hacia otro lado.

La vista lo satisfacía profundamente en un nivel primario, que... que lo hizo encogerse. Nunca se había considerado a sí mismo un hombre posesivo, nunca lo había sido en ninguna de sus relaciones, ni siquiera con la única mujer que amó. Sin embargo, allí estaba, todo un cavernícola con un chico al que le había dado un hogar.

Qué desastre.

Nunca debería haber tocado a Thomas de esa manera. Lo que sucedió durante la misión debería haberse quedado allí. Ahora, con las líneas borrosas, había complicado todo de manera innecesaria. Por primera vez en años, Dylan no sabía qué hacer. No estaba dispuesto a lastimar al chico diciéndole que se había arrepentido de haber follado con él y que no debían volver a hacerlo. Pero seguir tonteando con Thomas también sería un error.

Un crush podría ser inofensivo.

Pero podría convertirse en algo más, algo que dolería.

Si estuviera pensando racionalmente, habría dejado que Thomas fuera por otra persona, alguien homosexual. Eso hubiese sido lo correcto. Thomas debería conocer a un buen tipo gay, de su edad, que correspondiera sus sentimientos y lo hiciera feliz.

Alguien que no fuera un gilipollas manipulador que mentía, mataba y usaba a la gente para ganarse la vida.

Con la mandíbula apretada, se desvistió vigorosamente y fue al baño. Después de ducharse y terminar su rutina nocturna, hizo una pausa mirando su reflejo en el espejo. Trató de ver lo que Thomas veía en él. Todo lo que podía ver era un hombre de aspecto cansado con ojos en blanco y una personalidad en blanco. Pasó tanto tiempo fingiendo ser alguien que no era, que ya no estaba seguro de quién demonios era y qué era lo que quería. Dylan se alejó del espejo.

(in)apelable ᵈʸˡᵐᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora