4 | Titans 【Rise Of Titans; James Lake Jr.】

11 | The News

❝Las Noticias❞

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Llegada
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Se removió incómodo entre las sábanas de una cama, tras horas de descanso su cuerpo le exigía despertar, quitó las gruesas sábanas de su cuerpo y se sentó.
Frotó sus manos en su rostro en un vago intento de quitar la pereza que lo dejaba.

Con sus ojos cerrados, palmeó el lado derecho de la cama en la que estaba en busca del delgado cuerpo de la chica más linda del mundo.

Pero no encontró nada.

—¿'Ella?... ¿¡'Ella dónde estás!?

Ignoró el dolor de sus hematomas y solo sintió como si una roca pesada cayera en su estómago ante el miedo y desesperación por la ausencia de la fémina.

Miró hacia todos los lados posibles, ahora aferrandose a las sábanas de aquella cama ajena; no podía haberlo dejado, no podía.

Tranquilo, ella te prometió que jamás lo dejarías

Queriendo encontrar a su novia con suma desesperación, solamente encontró a su madre, lo veía preocupada, Strickler yacía a su lado.

La pareja había decido que ellos le darían la noticia, por lo que Strickler iba preparado para lo peor, estaba seguro que la fuerza bruta sería usada; mientras que Bárbara Lake llevaba consigo un frasco con Fluoxetina, aquel fármaco que fue prescrito para Jim en caso de que tuviese otro ataque.

Y por si las cosas se ponían feas, una jeringa con una pequeña dosis de morfina sería la última opción.

—Hijo, calmate... respira.— recordó aquella amable mujer sentándose frente a su pequeño valiente, jamás pensó ver a su hijo de aquella manera.— recuerda lo que te enseñé,  inhala por 4 segundos y exhala por cuatro segundos...

El joven negó, no necesitaba la respiración de 8 segundos, necesitaba a Stella, su delicada Stella.

—Mamá, quiero ver a Stella. Necesito  saber si está bien.— dijo calmando su respiración, había jurado que no caería en otro episodio y debía cumplir aquel juramento.

Controló lo más que pudo su sistema nervioso a pesar de las malas señales que sentía ante la ausencia de su novia.

—Quiero que hablemos de Stella.— se apresuró a decir, acariciaba el brazo derecho del azabache, era de las pocas acciones con las que ella lograba calmarlo.

Solamente Stella con su presencia podía calmar a Jim, lo mismo sucedía con la de cabellos carmesí ante sus ataques de ansiedad.

—¿Qué sucede?, ¿Está bien?, ¿Tiene hambre?, ¿No puede dormir?, ¿Le duele algo?... ¡Debo verla pronto!

Strickler puso sus manos en los hombros del adolescente e hizo que se quedara quieto en su asiento de la cama, ya casi se levantaba para buscar a la de mirada zafiro.
Jim tragó saliva temiendo lo peor ante la mirada de tristeza que el cambiante le daba.

—Stella... está bien, sigue con vida.— avisó acomodando sus lentes, le miró con una expresión neutra.

Jim se alejó cuando su madre le dijo aquello, evitando que la de cabellos cobrizos le acariciara la cabeza como era costumbre.

—¿No está aquí, cierto?.— su labio tembló y su ritmo se aceleró cuando se atrevió a preguntar lo obvio.

—Ella fue retenida por la Orden Arcana.

Y tal como fue previsto, Jim Lake fue obligado a tomar una pastilla de aquel asqueroso fármaco, que, para su ironía, le calmaba los nervios por un tiempo y cuando el efecto de ese se disipaba, volvía en sí, con ciertos lapsos de retardo.