Capítulo 3.

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Alan había despertado temprano, demasiado temprano. El alcohol le provocaba eso, aunque fuera estúpidamente contradictorio. Tras una larga noche de varios rounds con Ryan, habían intercalado un par de botellas más, por lo que lo primero que hizo al despertar fue acceder al baño para vomitar todo lo que necesitaba, posteriormente bajó a la recepción por un digestivo, tras beber mucha agua, pudiéndose sentir un poco mejor. Al volver a la habitación, el modelo seguía durmiendo, se veía angelical aunque babease, parecía tener el sueño pesado. 

Él tomó una ducha siendo menos de las seis de la mañana, y tras sentirse bastante más refrescado, pensó en desayunar un café para su resaca, pero un amontonamiento de autos en la calle llamó su atención cuando cerraba la laptop. Tenía que devolverla. 

Su corazón casi da un vuelco para latir en reversa en el momento en que se dio cuenta, que esa no era la policía de Londres, sino la policía migratoria. Joder, le tenían. 

Terminó de vestirse rápidamente, apenas poniéndose los zapatos, sin abrochar su camisa. Tomó los lentes de sol de Ryan, lamentando tener que dejarle sin despedirse, especialmente por el desastre que se iba a armar, dejó la tarjeta clonada y el pasaporte robado en la mesa de noche, antes de salir a paso apresurado. Uno de los ascensores estaba subiendo, el otro, bajaba, así que al que subía lo desconfiguró al presionar múltiples veces diferentes botones, de modo que se trabase a medio camino. Su ascensor llegó, y tras echarse el cabello hacia atrás, abrochando su camisa, subió. Una pareja mayor le sonrió sin muchas ganas al ver su aspecto, pero se bajaron en aquél piso. 

Alan bajó hasta la recepción con el alma saliéndosele del cuerpo, entrelazando las manos en lo que las puertas de ascensor se cerraban. Era la primera vez que una de sus mentiras llegaba al punto de que le buscaran más de cinco autos de policía, el máximo había sido siempre tres. 

Al llegar a la recepción y como era de esperarse, múltiples oficiales resguardaban la salida mientras parecían interrogar a las recepcionistas, quienes le comentaban sobre el señor McGrew y el paquete que le habían entregado. 

Alan se sentó en una de las mesas del restaurante a pocos metros de la recepción, pidiendo un desayuno americano completo, y que el Valet le trajese las llaves de su auto. La chica le sonrió antes de asegurarle que sería en un instante, tras un par de minutos, donde la mesera le servía el café tras traerle las llaves del vehículo, él anunció que iría al baño en lo que ella traía el resto del desayuno.

En un instante, se perdió de nuevo en el ascensor, rumbo al estacionamiento subterráneo. 

Ryan enterró el rostro en la almohada al sentir fuertes golpes en la puerta, estirando la mano en busca de su móvil, revisando la hora, era demasiado temprano, apuesto a que buscaban a Jeff, pero cuando volteó la cabeza él ya no estaba. El modelo frunció el ceño, entre confundido y molesto de no valer el tiempo de ese tipo, que no había sido capaz de siquiera dejar una nota. 

De pronto, la puerta fue brutalmente abierta, espantando a Ryan, quien se sobresaltó al ver a un grupo de hombres trajeados y con placas, incluso algunos le apuntaban con armas, por lo que su corazón casi se detiene. Alzó las manos al instante, los oficiales captaron las marcas en su cuerpo.

─Bien, ladrón de identidades, vístete. Vuelves a Canadá.

─ ¿Qué?─ inquirió, intentando cubrirse la entrepierna con las sábanas─. Debe... Debe haber un error, yo soy Ryan Jesse.

Aunque era cierto que el acento no correspondía con el perfil del tipo que buscaban, por algún motivo no podían creerle, tal vez porque precisamente se trataba de un sujeto que era completamente moldeable a las situaciones. El detective encargado de llevar el caso, de los servicios de inteligencia de Canadá, se acercó a la mesa de noche. El pasaporte de Jeff McGrew y la tarjeta que había usado para realizar diversas compras estaban allí.

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