─Ya puede dejar de mentir, Abegnael.
─Comienzo a cansarme de sus acusaciones, director─ El estafador desvió la mirada, frunciendo el ceño mientras su superior rodeaba su silla.
─ ¿Entonces vamos a pretender que esas marcas en tus muñecas no las hicieron unas esposas?─ El rostro de Alan comenzó a ganar color ante la acusación del director, quien sonrió de lado─. Y por la forma en que miraste a mi cuñado no es muy difícil deducir que no fue nada menos que otro hombre el que las provocó.
─Esto es inaudito...─ Alan intentó ponerse de pie, pero la mano de Nathan sobre su hombro le devolvió inmediatamente a su sitio, y ante tal gesto de control no pudo hacer otra cosa que acatar la orden sin palabras─. Usted no puede... Decir una cosa así.
─Los chicos como tú son mis favoritos─ Apretó el hombro de su empleado, quien casi temblaba de emoción con la circunstancia en la que se encontraba, parcialmente influenciado también por el miedo─. Pero ya puedes dejar de fingir.
─Yo no... No estoy fingiendo─ Y el nerviosismo a la hora de hablar era completamente auténtico, pero la manera en la que frotaba sus piernas también lo era. Aquello no pudo pasar desapercibido para Nathan─. Usted no sabe nada de mí.
─ ¿No?─ Su mano escaló desde el hombro de Alan hasta su nuca, consiguiendo que se sobresaltase y reaccionase por fin, poniéndose de pie para tenerle frente a frente, pero en su patético intento de retroceder, había acabado de espaldas al escritorio del director, apoyando ambas manos en él mientras le miraba con una mezcla de miedo y excitación. Nathan sonrió de lado, acorralándole sobre la madera, mientras su muslo hacía contacto sobre la ropa con la semierección del estafador, quien soltó un jadeo─. Yo creo que sé jodidamente bien lo que un mocoso como tú necesita.
Alan tragó en seco, con la respiración agitada y la mirada perdida en un punto de la oficina al que realmente no prestaba atención, porque la agobiante sensación de sentirle frotar su entrepierna hasta tenerle completamente duro estaba llevándole a ahogar un gemido por cada exhalamiento.
─Esto es acoso laboral─ murmuró, sintiendo el aliento de Nathan rozar su cuello, inmovilizado por el morbo─. Director, por favor...
─Confiesa, Matthew, y te dejaré ir.
─No miento─ el movimiento de la pierna del director sobre su miembro comenzaba a provocar que la punta de su erección se humedeciera, y Alan no podía arruinar uno de los pocos pantalones que había conseguido robar─. Se lo suplico... Yo no... Oh Dios...
Alan definitivamente había conseguido más de lo que imaginó en ese infierno que pretendía ser un internado ultracatólico. Tenía bastante claro que los religiosos tendían a ser retorcidos en más de un aspecto, pero en su caso, parecía haber dado con la clase de pervertido que podía hacerle pasar un buen rato. Aunque tal vez Matthew debía caer en el estereotipo de pasivo reprimido para terminar de engatusar al director.
Puede que quisiera quedarse a jugar ese juego de roles un par de días, después de todo, apostaba a que tardarían meses en encontrarle en un pueblo francés en medio de la jodida nada.
─Que me detenga depende de ti, Matthew.
─Está equivocado─ murmuró, bajando la mirada un instante. La mano de Nathan le sujetó la mandíbula para obligarle a mirarle a los ojos. Su respiración pesada se mezclaba con la del director, tranquila a comparación─. Yo no... No...
─Habla con propiedad, Abegnael─ Cuando los ojos de Alan se encontraron de nuevo con los del director, brillaron en una sutil petición de que le sometiera de una vez─. ¿Usted, qué?

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Fugado.
Teen FictionComenzar una vida desde cero siempre es complicado, aunque con las capacidades correctas, cualquier mentira blanca puede llevarte al éxito indiscutido, o a un fracaso estrepitoso. Alan Krauser tiene la mala suerte de ser demasiado hábil con las me...