─Maldito bruto─ gimoteó Alan, sentándose en un banco de la estación de trenes. Luego de haberle follado, Cole le había ''hecho el favor'' de dejarle allí. Krauser alzó la billetera del detective revisando lo que había dentro─. Algo de esto tiene que ser útil.
Su documentación personal, algo de dinero, pero no tarjetas de crédito, eso era sospechoso. En la segunda ala de la billetera vio la placa que enseñó muy orgullosamente antes de sacarle del bar como si fuera un criminal.
Bueno, más allá de que lo fuera, no tenía una orden para arrestarle, o un motivo lo suficientemente válido. Y aparentemente, ni siquiera la autoridad, puesto que estaba fuera de servicio según lo que podía ver. Eso sólo consiguió enfadar más a Alan. Le había follado bastante bien, pero se tomó el atrevimiento de jugar con un poder que no tenía.
Si Elliot Cole era capaz de hacer eso, Alan Krauser también tenía ese derecho, ¿Verdad?
Se puso de pie, comenzando a caminar por la estación de trenes de Londres, buscando con mirada felina a su próxima víctima. No muy lejos de donde estaba él, la gente comenzaba a subir las escaleras del subterráneo, leyendo las señales. Identificarles no fue difícil, la gente tendía a sabotearse a sí misma una vez que leía ese tipo de señales ''Cuidado con los carteristas''. Lo siguiente era examinar los pequeños gestos que indicaban donde se encontraban las pertenencias valiosas.
Pero ahora necesitaba algo más grande, algo que le ayudase a salir de la situación en la que estaba de manera desapercibida. Quería usar sus habilidades camaleónicas para salir de Londres lo antes posible.
Allí estaba, no fue difícil encontrarle.
Un sujeto de gafas, y pinta de imbécil se sentaba en un café con sus maletas detrás. Alan frunció el ceño, no podía ser tan fácil. Soltó un suspiró, escaneando el momento exacto en el que todos los ojos en el lugar parecieron permitirle desaparecer, para inaudiblemente caminar detrás del tipo, que revisaba su móvil. Alan apenas tuvo que agacharse al pasar para tomar dos maletas, adentrándose en el baño del café cuando el tiempo pareció volver a correr a un ritmo normal y fue blanco inadvertido de más de una persona que le olvidaría a los minutos.
Dentro del baño abrió la maleta, que por supuesto, no tenía ningún tipo de seguridad. ¿De dónde venía ese cabrón para no tener nada de cuidado con sus cosas? Alan comenzó a desvestirse, primero la chaqueta, el pantalón y los zapatos. Quería dejar de parecer un escort de Las Vegas. La camisa le quedaba ligeramente grande, pero consiguió meterla dentro del pantalón, que ajustó con un cinturón. No se preocupó por la corbata, no era la ocasión de usarla, así que la metió al maletín. Un kit de aseo personal parecía enterrado al fondo de la maleta, y Alan agradeció a su deidad personal antes de salir del cubículo donde se cambiaba la ropa, con ambas maletas a cuestas, comenzó a afeitarse.
Diez minutos después, acomodó su formal saco, mientras salía rumbo a tomar un tren, con la billetera en el bolsillo derecho del pantalón, listo para abordar con un boleto que ni siquiera pretendía pagar. El Eurostar estaba a punto de partir, y era su salida más rápida de Londres.
─Detective Elliot Cole─ Se anunció hacia el guardia, con una seriedad y un tono impropio de él, que imposibilitó a cualquiera a decir algo al respecto mientras abordaba el tren─. Estoy buscando a un hombre, caballero. Un metro ochenta, aproximadamente, cabello oscuro, complexión robusta. ¿Le ha visto?
─No, detective─ contestó el tipo, sin tener la menor idea que Alan realmente le describía a él─. Adelante.
Alan asintió, ingresando con apenas un maletín, guardando nuevamente la placa, esta vez en el bolsillo delantero de su saco, consiguiendo un asiento vacío al frente del tren, mientras veía patrulleros llegar a la estación, en lo que el movimiento comenzaba a indicar que estaban partiendo. Krauser sonrió de lado, revisando lo único que había podido cargar para no lucir sospechoso.

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Fugado.
Novela JuvenilComenzar una vida desde cero siempre es complicado, aunque con las capacidades correctas, cualquier mentira blanca puede llevarte al éxito indiscutido, o a un fracaso estrepitoso. Alan Krauser tiene la mala suerte de ser demasiado hábil con las me...