CAPÍTULO 1

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Si hubiera sabido que Callen tenía en mente algo tan estúpido como ir a casa de una de sus conquistas en medio de la noche, es obvio que mi respuesta habría sido «no» desde un principio, pero es tan bueno en eso de hacerme caer en bromas que no le fue difícil inventar alguna excusa para, prácticamente, obligarme a manejar hacia el otro lado de la ciudad, en donde hay más baches que suelo, desgraciadamente para mí y mi auto.

—Ya te dije que lo siento, ¿sí? Nunca se me pasó por la cabeza que esos hoyos fueran tan hondos como para arruinar el amortiguador del auto. De hecho, ni siquiera sabía que existían. ¡Era la primera vez que me paseaba por ahí!

—¿Y sigues intentando? Ya te dije que no voy a echarme para atrás en hacerte pagar todo el daño. Deberías aprender de una vez, Callen —recalco deslizándome entre las personas con cuidado.

—¡Pero si sabes que no he tenido paga desde hace dos meses! —me acusa sin dejar de caminar.

—Algo como eso, no es mi problema. De alguna manera tienes que pagar todo antes de que termine el mes o no podrás persuadirme para hacer otra de tus idioteces por nada.

—¿Cómo es posible que sigas restregándome en la cara que Amy no quiso salir conmigo? Estábamos hablando de tu auto —me mira indignado.

Al llegar al casillero, detengo mis pasos en seco y le lanzo una mirada severa. Está desesperado por librarse de esta deuda, pero no daré mi brazo a torcer sólo porque sea él. Es más, es justamente por él, que nunca podría hacerlo pasar por alto.

—Final de mes, Callen. Ni un segundo más —le advierto.

Suspirando, pasa una mano por su cabello.

—Mierda, está bien. Encontraré la manera de pagarte todo..., aunque no me conformo con tan poco.

—¿Y qué más quieres? —pregunto sarcástico mientras abro el casillero. No creo que tenga el derecho de exigir algo, pero no parece darse cuenta de ese hecho.

Él se posa a mi lado y me sonríe de manera tierna.

—Necesito que me perdones.

Le dirijo una mirada asqueada.

—Ni en mil años.

Descuelgo el bolso de mi hombro y empiezo a acomodar los libros y los cuadernos en el casillero. Mientras, Callen hace un gesto de resignación con sus hombros y ladea la cabeza.

—Luca, no seas así. Yo te apoyo en todo, ¿por qué tú no puedes hacer lo mismo?

—¿Y en serio me lo preguntas? No sabes cuánto tengo que caminar hasta la academia por culpa de uno de tus caprichos —alzo mis cejas—. Tendré que tomar el tren todo este tiempo que te tomará reunir el dinero. Tienes suerte de que mis padres te tengan en un pedestal y no se hayan enojado contigo —pongo los ojos en blanco.

—Me apoyarías si fuera para lograr conseguir una beca, ¿cierto? —entrecierra sus ojos hacia mí con gesto serio.

—¡Vaya! ¡Pero sí sabes cuáles podrían ser tus salvaciones! —espeto irónico, y cierro el casillero para volver a colgarme el bolso al hombro, volviendo a mirarlo—. Lástima que no hagas ni el menor esfuerzo para conseguir, al menos, una nota regular en las pruebas. Simplemente sirves para hacer escándalos.

—De los mejores, te faltó dejar eso en claro —me corrige rápidamente y yo enarco una ceja. No tiene remedio, pero él está bien con eso.

—En fin —frunzo mis labios y empiezo a caminar hacia la salida escuchando sus pasos seguirme—, se me está haciendo un poco tarde para llegar a la estación. ¿Pasarás por mi casa para estudiar más tarde o no te espero?

OSADO Y SINVERGÜENZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora