CAPÍTULO 2

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"Lo que le gusta realmente a tu cuerpo."

Sin poder evitarlo, estuve pensando gran parte de la noche en las palabras de Anson, las cuales volvían una y otra vez al no saber a qué estado se refería con eso exactamente. O sea, puede que sí sepa, porque me hago una idea de lo que podría ser, pero me parece tan descabellada que la descarto de inmediato. Para mí no existe la posibilidad de que esté hablando de ese tipo de cosas, de verdad.

Al principio pensé que sólo era un juego de su parte para burlarse de mí, pero a medida que pasaba la semana, lo único de lo que pude darme cuenta es de que él no está bromeando, porque sí; al parecer va en serio.

Ha estado actuando conmigo de una forma que me resulta algo extraña, poco común entre nosotros ya que, si mal no recuerdo, cada vez que nos juntábamos para hablar, nuestras conversaciones giraban en torno a temas triviales que cualquier adolescente conoce; como el colegio, las prácticas, las salidas, e incluso hablábamos de comida. No obstante, a pesar de que seguimos en esos temas, siento que algo en su trato hacia mí ha cambiado y no sé si sea bueno, malo o jodido, y eso es lo que más me inquieta de todo esto, por lo que, pensándolo bien, llegué a la conclusión de que tengo que enfrentarlo de frente y preguntar. Es la única forma que conozco para sacarme esta intriga de encima, porque si realmente no me interesara, definitivamente no lo pensaría dos veces antes de dejar el caso a un lado.

Aunque, el verdadero problema es que el mismo Anson no parece estar dispuesto a darme rienda suelta.

Últimamente se ha juntado con nosotros más de lo normal, y a pesar de que no es ninguna molestia, a nadie parece importarle el hecho de que ahora vivo para escucharlo hablar de cosas que no tienen nada que ver conmigo, en realidad. O sea, algunas veces cuando ve la oportunidad, tira puntas al aire y los chicos lo ven divertido y le sacan juego a eso, pero algo me dice que todas esas piedras van dirigidas a mi techo, aunque es algo de lo que no puedo hablar con seguridad todavía. Y si los muchachos se dan cuenta o no, es totalmente desconocido para mí y mi entendimiento. Después de todo, lo que me queda ahora, es esperar el momento adecuado para hablar y terminar con mis dudas de una vez por todas. Sin embargo..., no sé qué haría si él dice lo que no puedo admitir ni siquiera para mí mismo.

Pero no hay ninguna razón para estar nerviosos, ¿cierto?

Descuelgo el bolso de mi hombro y abro el casillero mientras le echo una mirada a los pasillos. Estudiantes uniformados se mueven de allá para acá hablando entre ellos, o simplemente metidos en sus teléfonos solitariamente, mientras que los minutos pasan sin esperar a nadie. Vuelvo mis ojos al morral, saco los cuadernos y libros que no utilizaré hoy y, cuando estoy a punto de cerrar la casilla, capto con el rabo de mi ojo un movimiento en particular, lo que me hace detenerme.

—Ayer dijiste que me ayudarías a limpiar la sala de gastronomía y te fuiste sin avisarme. ¿Sabes lo sucia que estaba? Terminé cuando el vigilante que le tocaba guardia nocturna ayer, relevó a su compañero —Lina se queja con un chico de su grupo, quien le dedica una mirada de disculpa.

—Perdón, tuve que salir detrás de Jesse porque se había llevado mis apuntes —se rasca la cabeza.

—Pero podías haberme avisado. Después de todo, es meramente una llamada y ya, Dixon.

Pobre Lina. Tengo una idea de todo el desastre que tuvo que limpiar ella sola en esa sala. Todos dejaron el lugar patas arriba, sin dudas.

—Espera... ¡Anson, hola!

Sin evitarlo, alzo mis cejas por la inesperada aparición de ese chico, quien pasaba a un lado de ellos haciendo una especie de saludo con la cabeza antes de que la rubia lo llamara.

OSADO Y SINVERGÜENZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora