Capítulo 13: Un golpe...de suerte

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<<Arriba, abajo, a un lado, al otro, cinco, seis siete ocho ¡salto! >>


Amaia terminó la rutina de rodillas, con su espalda encorvada, la cabeza abajo y sus manos cubriendo su cabeza.

- ¡Bravo! - miss Thompson aplaudió entusiasmada y dio pequeños saltitos mientras corría a detener la pista –. Si sigues así, querida, presentaremos tu solo como un número especial en la ceremonia de graduación. Hablaré con el director Morton.- Gracias, miss Thompson.


Amaia sintió que se sonrojaba. Debía admitir que, cuando recibía halagos por su forma de cantar y de bailar, pecaba ligeramente de orgullo. Se preguntó si Carrie vería ese pecado dentro de ella y si lo juzgaría, silenciosamente.

Levantó la vista hacia la puerta del auditorio y la vio parada allí, sosteniendo su bolso y el de ella. Le dedicó una amplia sonrisa e hizo un enfático ademán de aplauso. No. Seguro que no. Se había quedado ese día a acompañarla a su clase de danza después de clases, aprovechando que su madre llegaría tarde a su casa. Aún así, había preferido observarla desde la puerta en vez de entrar y ocupar uno de los asientos y Amaia había preferido no cuestionarla.

- ¿Qué tal? - preguntó casi sin aliento cuando llegó junto a ella.


- Bailas como cantas - respondió Carrie abriendo los ojos con énfasis. La sonrisa seguía iluminando su rostro - Ha sido maravilloso. De verdad.


- Gracias - dijo aceptando la botella de agua que le ofrecía –. ¿Sabes? Podrías aprender a bailar también.


- ¡Ja! No bromees. Toma - Carrie rio, sarcástica y le lanzó su bolsa de ropa, haciéndola derramar un poco de agua - Dúchate y cámbiate. El cansancio te está haciendo decir tonterías.

Amaia tomó sus cosas y desapareció tras la puerta de las duchas diciendo "Espérame, no 

tardo".

Carrie caminó hacia la banca junto a la puerta principal del edificio de la escuela a esperar. Miró hacia la estatua del rey David y sonrió al recordar la peculiar reacción de Amaia cuando le había contado su bochornosa historia con aquella vieja estatua. Debajo había un grupo de chicas que tonteaban prestándose sus lápices labiales y delineadores y cuchicheaban tonterías sobre marcas de maquillaje que ella no entendía. Una de ellas volteó a verla y lanzó una sonrrisilla descarada mientras les susurraba algo a las otras, que también voltearon a verla, riendo y susurrando. Pero a Carrie no le importó.

Miró hacia el corredor que conducía a las duchas y sintió que sus hombros se relajaban. Solía sentirse bastante desdichada cuando veía ese tipo de escenas fraternales típicas de la secundaria. Mirar la naturalidad con la que las muchachas congeniaban, reían y charlaban unas con otras le servía de recordatorio del espantoso círculo rojo que parecía rodearla separándola de otros chicuelos de su edad. Desde pequeña, solía acercarse furtivamente a los grupitos de críos que tonteaban por la escuela. Se sentaba cerca de ellos y los observaba tratando de ser imperceptible. Escuchaba sus conversaciones y se inducía en ella hasta el punto que muchas veces empezaba a reírse de los chistes que se contaban entre ellos. Duraba tanto como el tiempo que les tomaba a ellos darse cuenta de su presencia. Los más gentiles simplemente tomaban sus cosas y se marchaban a otra parte. Aquello evolucionada a otros grupos que la insultaban y le hacían burlas, echándole de ahí de formas cuya crueldad podía tener distinta intensidad. En séptimo grado, Justin Hoffman le había lanzado un lápiz con tal puntería que le había dejado una cicatriz en la mejilla por varios días.

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⏰ Última actualización: Aug 18, 2021 ⏰

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