Capítulo 3: La extraña niña de ojos verdes

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Los ojos de Carrie White (vaya, entonces así se llamaba) eran muy extraños. Amaia había conocido a muchas personas con ojos azules y celestes y adoraba la manera que le recordaban al mar y sus profundidades, pero los de ella le causaban inquietud, incluso incomodidad. Eran como el mar cuando es alumbrado por el sol. Brillaban, sí. A pesar de la tristeza el ellos, brillaban, pero era imposible ver qué había más profundo.

Chris Hargensen, sin dejar de reír a carcajadas, tomó de los hombros a Amaia y lalevantó. La agarró de la mano, diciéndole que verían una película en clase de literatura y que debían ganar buenos lugares para alcanzar a ver en la diminuta televisión. Tratando de no ser impertinente, Amaia soltó lamano de Chris y le extendió la mano a Carrie. Trató de ignorar la sensación de tener todos los ojos del pasillo clavados en su cabeza. Ya empezaba a escuchar murmullos. Carrie, quien tenía la cabeza baja hasta el momento, levantó la vista y miró a Amaia con una expresión de desconcierto, regresó a ver tras de sí, como cerciorándose de que el gesto iba dirigido a ella y tomó la mano que le ofrecía.

- Perdóname, Carrie ¿Estás bien? – dijo Amaia, retirando un mechón de su cara – soy más pesada de lo que aparento – rió nerviosamente – ¿No te lastimé?

- Estoy bien – respondió Carrie y bajó la mirada nuevamente – no te pr...

- Por Dios – una voz la interrumpió – Mejor aléjate de ella, chica. No vaya a pensar que la estás seduciendo y le diga a su madre que le diga a Satanás que te lleve al infierno.

El rostro de Carrie enrojeció con violencia al escuchar la palabra "Satanás". Amaia no entendía nada, pero la imagen de la muchacha arrodillada en el umbral de su casa esa mañana pasó por su mente como una ráfaga.

- Ya déjala, Chris. Vasa asustarla – dijo Sue, quien había aparecido – sólo trata de ser amable. Vámonos. Llegaremos tarde.

Esta vez no se resistió y caminó al lado de Sue directo a la clase. Amaia se dio cuenta de que algo en esa chica la hacía sentirse rara. La sola idea que se iba formando en su cabeza la incomodaba mucho: Carrie le recordaba muchísimo a sí misma en años que casi había olvidado y deseaba no recordar.

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Carrie esperó a que todos entraran al salón. Siempre esperaba. 

Las clases que compartía con Christine Hargensen y su grupo eran las que más detestaba. Y ahora habría una integrante más ¡Perfecto! Aunque la extraña niña de ojos verdes se había portado amable...bueno...la había mirado de manera casi descarada esa mañana y hace apenas un par de minutos había estado a punto de quebrarle la muñeca...pero al menos la había llamado por su nombre y no por uno de sus tantos apodos. Y no se había burlado de ella (aún). Sabía que su intención había sido ser amable, pero odiaba con toda su alma la lástima que reflejaban sus ojos desde el momento que sus miradas se habían cruzado esa mañana.

Entró al salón y se la quedaron viendo, como siempre. Algunos soltaron risitas y murmuraban entre sí. Escogió el asiento de siempre: último en la fila, detrás de Tommy Ross, quien tenía en ese momento en sus rodillas a Sue Snell.

Mr. Hooman entró al salón y mandó a sentar a todos.

- Bien, muchachos. Como algunos ya sabrán, tenemos una nueva integrante en la clase – Carrie siempre había detestado la sonrisa saína de Mr. Hooman – Señorita Milligan, pase al frente y preséntese con sus compañeros que no la conocen aún, por favor.

La chica Milligan se había sentado en el pupitre junto al suyo. Se levantó y pasó al frente. A Carrie le pareció que Mr. Hooman la miraba raro ¿Tenía acaso algo en las piernas? Ella pareció darse cuenta, así que se sentó en el escritorio de forma estruendosa, lo que provocó la risa de muchos, incluido Tommy.

Now... Hold my Hand, CarrieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora