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Me desperté sudando y con lágrimas en los ojos, no lograba recordar nada, miré al rededor asustada, por un momento ni siquiera recordé quien era, al calmarme pude ver que estaba en mi pieza, mi pequeña y desordenada habitación. Me levanté agitada y adolorida, se notaba que había pasado una mala noche, me dirigí al baño mientras intentaba recordar el sueño, no quería hacerlo, pero de alguna forma sentía que debía. Lo primero que hice al llegar fue ver mi cara, mi pelo desordenado y las ojeras gigantes que tenía.

  Me encontraba mirando mi rostro molesta y cepillándose los dientes, cuando un aturdidor sonido me saco de mis pensamientos, mi alarma estaba sonando a todo volumen, resignada fui hasta mi habitación a buscar el celular, lo bueno de vivir sola es que puedes moverte o hacer tanto ruido te plasta las 24/07, al mirarla hora me di cuenta que no estaba tan bien con el tiempo, así que decidí apresurarme para poder desayunar, cambiarme e irme.

 Afuera se encontraba nublado, pero de un color realmente lindo, el cielo era una mezcla de azul marino con gris, había viento, pero no hacia tanto frió, perfecto para mi buzo, mis pantalones y mis zapatillas deportivas. Sin embargo luego de unas estaciones del tren, el clima cambio drásticamente, un fuerte viento se levanto, el cielo se oscureció al punto de parecer de noche, con la excepción de unos destellos similares a relámpagos, solo que sin forma y sin ritmo aparecían y desaparecían, por la ventana podía ver como las hojas de los árboles volaban por todo el lugar sin rumbo, era un típico escenario apocalíptico y aunque eso me producía recelo, me encantaba. En momentos como estos es cuando puedo agradecer estar sola, sin nadie a quien preocupar o sin necesidad de preocuparse por alguien, vivir por y para uno mismo, era lo único bueno. Aunque no puedo decir que estoy completamente sola, la verdad es que mis 3 amigos, son como mis hermanos, los 4 salimos del orfanato al mismo tiempo, pedimos una emancipación, ya que habíamos conseguido una beca en la misma secundaria, quedaba lejos pero nos garantizaban alojamiento, comida y estudio, era suficiente para nosotros, con un trabajo de medio tiempo para ahorrar podríamos mudarnos al egresarnos y poder crear nuestra propia familia, aunque solo sea una hermandad.

Al bajar del tren pude sentir un recelo inquietante, mi camino al colegio estaba extrañamente lleno, jamás fue un lugar concurrido, o al menos no cuando yo estaba presente, de alguna forma las personas se dirigían al mismo lugar e irónicamente a mi destino, jamás fui buena con las multitudes por lo que atravesar ese enjambre era realmente aborrecedor.

Me abrí paso entre la multitud mirando todo el tiempo al piso y a mi alrededor por debajo para no hacer contacto visual con nadie y no pisar ningún pie por accidente, a medida que iba avanzando sentía a las personas caminar mas lento, como si estuvieran parando, al levantar mi mirada pude ver a todas las personas estáticas mirando un punto fijo, al cual yo no llegaba ya que si bien no soy muy baja, tampoco soy tan alta y todas las personas que tenia en frente eran demasiado grandes como para opacar mi campo de visión.

Un mal presentimiento se apodero de mi, algo me decía que me de vuelta y me vaya a casa, que los chicos me pasarían los apuntes, total un día sin ir no haría daño con una asistencia perfecta, pero nunca hago caso a mi miedo, desde chica si tenia miedo de entrar a una habitación oscura a la fuerza me metía, si un perro me hacia asustar en la calle le gruñía o le hacia frente hasta que se vaya, el orfanato me enseñó que una debilidad hay que pararla en el momento, sino mas tarde me arrepentiría. Ignore todo rastro de razonamiento en mi cabeza y empujando un poco a las personas logre avanzar, mala decisión, al final de la calle se encontraba una total oscuridad, una tan profunda que no se lograba ver nada a través de ella, era como un gran mural pintado de negro, solo que este casi alcanzaba a la punta de los edificios, de pronto el piso retumbó y dos luces amarillas se abrieron en medio de la oscuridad como si fueran ojos, por un momento me paralice, y de la forma mas lenta que pude gire mi cabeza para ver a las demás personas, ninguna daba señal de vida, todas estaban estáticas mirando a la oscuridad al igual que yo con la diferencia que ni respiraban, intente tocar el brazo de una señora, para ver si respondía, otro error.

La hija de Aizawa Shota. (Pausada, por otra historia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora