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Frío.

Incertidumbre.

Pesadez.

Miedo.

Sentía un agudo dolor de cabeza, no sabía si por el hechizo aturdidor o por si pudo haberse llevado algún golpe durante el camino a su cautiverio.

Sabía que debía mantener la calma, porque cualquier acto podría costarle su futuro.

Al principio lo tenía todo muy borroso, pero poco a poco recordaba el viaje en tren, el pasar por un túnel, las voces de sus compañeros de compartimiento y un fogonazo de luz, lo siguiente era verse despertando en la celda, la habían quitado todas su cosas y despojado de su abrigo; un señor feo y bajito con una mano de plata se reía al observarla tan desorientada; otro mortífago salió de la nada, se dirigió a ella y le dijo que gracias a las publicaciones de su padre, esa sería su nueva estancia, pero no le dieron más información, se limitaron a tirar dentro de la celda una caja grande de madera con algunos objetos que luego más tarde revisó –una manta vieja, un almohadón y un cuenco a una esquina y entre risas ambos hombres se dirigieron a la salida insultando a su vecino de celda.

Cuando el señor Ollivander le dijo que estaban secuestrados en la mansión Malfoy, ella se sintió muy sorprendida, nunca pensó que algún día podría llegar a adentrarse en tal casa por ningún motivo... Se tendría que hacer a la idea de que no le iban a dar muchas más explicaciones ni derechos, y suponía que tampoco le dejarían ponerse en contacto con su padre con el tiempo. Eso quizá sería lo que podría llevar peor, saber que estaría solo.

Iba a ser una Navidad muy triste.

En la zona más fría y húmeda de la mansión Malfoy, Luna Lovegood había pasado casi toda la noche hablando con el señor Ollivander sobre un montón de cosas; cómo y por qué estaban allí, qué les habían hecho dejar en el exterior, qué pensaban sobre el plan y el rumbo que estaba tomando Harry y qué estaría haciendo en ese momento. Con la conversación iba recordando momentos de su interrumpido viaje de regreso a casa. Esperaba que no les hubiera ocurrido nada a Neville y Ginny, pero no podía evitar sentir miedo, ya que pensaba que si a ella le habían puesto en esa situación, sus amigos al ser más cercanos aún a Harry podían haber sido atacados también.

Y a pesar de todo Luna hablaba de fe. Es algo a lo que estaba dispuesta a aferrarse, al poder de la magia y al de sus amigos.

Cuando el anciano se quedó dormido, la chica le tapó con la manta que parecían haberle dado en un gesto de "cortesía" para ella, pero prefirió que se la quedara el hombre para que no pasara tanto frío. Estaba enfermo y maltratado.

Se dijo así misma que no debía hacerse un lio, ella sola no podría hacer nada. En un mundo tan oscuro y cerrado, Luna permanecía ahora en el frío corazón del mismo. Y todo pareció oscurecerse más cuando el fabricante de varitas le habló acerca de la gente a la que había visto pasar por esas celdas y subir al gran salón de la casa Malfoy para luego no volver a bajar nuca al sótano...

No podía negarse a sí misma que se sentía perdida y desorientada, pensaba en cómo debía de sentirse su padre y la tristeza acabó de embargarla por completo. Esa primera noche iba a ser dura. Sentía un gran pesar en su corazón al imaginar cómo la estaría esperando en la estación de Kings Cross con impaciencia...

La noche parecía no tener fin. Intentaba dormir y al mismo tiempo permanecer alerta.

Permaneció acurrucada en una esquina, abrazándose a sus piernas y con la cabeza apoyada en la fría pared de piedra, observando el destello de una enorme antorcha colocada en una celda contigua que se suponía que debía ser la suya, pero había preferido quedarse cerca del señor Ollivander por si necesitaba algo, aunque ella no pudiera hacer mucho. Supuso que si no les habían cerrado las celdas con barrotes y les dejaban moverse era porque la magia bloqueaba todo el espacio para intentar salir. A los Mortífagos les interesaba que pasasen frío, por ello solo habían dejado dos antorchas encendidas en extremos opuestos del gran sótano.

De repente, un destello dorado se materializó en el suelo junto a ella tomando la forma de una cajita transparente, la reconoció, era una ranita de chocolate, pero no entendía cómo había llegado y si se trataba de una broma... Y eso le hizo recobrar una sensación de hambre que hasta el momento estaba intentando reprimir.

Al ver que el objeto iba tomando más forma y se presentaba por completo delante de ella se decidió a extender la mano cautelosa y al tocarlo la luz que emanaba se desvaneció y pudo coger la cajita entre sus dedos, era real, pero se sobresaltó al instante en el que la tomó por completo en su mano, ya que nada más que entró en contacto con el objeto escuchó cómo una voz susurraba en forma de eco su nombre.

No entendía nada, pero el corazón le dio un vuelco. Era una voz levemente familiar.

¿Era una broma?

¿Un truco?

¿Un experimento?

Pensó que sería mejor deshacerse del envoltorio por si los mortifagos la habían registrado antes los bolsillos. Pero tampoco podía dejarlo por ahí como si nada.

-Malfoy... -susurró.

¿Sabría Draco Malfoy que ella estaba entre esas pareces?

¿Quería ese gesto decir que se encontraban bajo el mismo techo?

Dio un mordisco y la tristeza pareció ser un poco más liviana en ese momento.

Se quedó jugueteando con la cajita entre sus dedos y pensando en cómo a veces todo se conectaba con curiosas casualidades. Entre la pared en la que permanecía apoyada, encontró un agujero que parecía ser la casita de un ratón. Y pidiendo permiso a los roedores que podrían pasar por allí, escondió el envoltorio en el interior como si fuera un secreto.

Mañana podría pensar junto a Ollivander cómo podrían escapar. Seguramente podría ser inútil enfrentarse a una magia tan fuerte y oscura, pero se debía decir a sí misma que las cosas solo eran imposibles si se dejaban de intentar.


Ranas de chocolate (Druna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora