1- Miradas

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Afordhill es un pueblo franqueado por montañas y un rio, apartado de la mano de Dios. Nadie sale, nadie entra... Todo el mundo se conoce. Quien nace en Afordhill, muere allí, es como una maldición que asola los corazones de todos los habitantes del pueblo. Y yo... Solo soy una simple chica de dieciocho años, pelo corto color azabache y con ojos de un azul muy oscuro, hija de un adinerado empresario, director del único centro comercial del pueblo.

-La gente suele mirarme, pero esto es demasiado, ¿no crees?-Le pregunté interrogante a Briana.

-Sí, nos miran descaradamente...¿Crees que habrá pasado algo?-La miré. Bri había sido mi única amiga desde que teníamos diez años, planeamos ir al mismo instituto, pasamos mucho tiempo juntas y habíamos sufrido mucho, no quería preocuparla.

-Tranquila, somos nuevas en este instituto, es normal que admiren nuestra despampanante belleza, ya se acostumbrarán.-Le contesté, quitándole hierro al asunto.

Briana se rio de mi comentario y, pasando un brazo por mis hombros mientras andamos por el luminoso pasillo de nuestro instituto, ignoramos las miradas acusadoras y los susurros de nuestros compañeros. Era primera hora, nos dirigíamos hacia la clase de literatura, cuando nos abordó la directora Grace en la puerta de su despacho. Hacía tan solo dos semanas que habían empezado la clases, Briana y yo éramos nuevas en el instituto Wilde, es imposible que ya me haya metido en líos...

-Señorita Murphy, ¿puedo hablar con usted en mi despacho?-Pues puede que no fuera tan imposible. Giré la cabeza hacia Bri, que asintió con la cabeza en señal de que me esperaría.

-Claro, directora.- Le respondí gentilmente con una sonrisa falsa dibujada en la cara.

-Bien, pase a mi despacho y siéntese.

No dije nada, simplemente asentí y obedecí a la mujer, que se mostraba con cierta preocupación detrás de su rostro serio. Ella no se sentó, estaba inquieta. Fue hacia el ventanal que había tras su escritorio de caoba con las manos detrás de la espalda, y comenzó a hablar.

-Señorita, estoy segura de que ha leído el periódico esta mañana...

-A decir verdad, no...-Le respondí arrugando el entrecejo, extrañada.

-Entiendo...-Hizo una pausa pensativa. Estaría dudando de mi palabra, pero era verdad, yo no leía el periódico y rara vez veía las noticias de la mañana.-Solo quería recordarle que, a pesar de que su padre tiene dinero, usted se empeñó en cursar la beca bacante, ya que nadie la quería, y usted cumplía los requisitos. No querría que sus notas bajaran debido a su situación personal... O familiar.- Dijo esto último girando la cabeza por encima de su hombro para mirarme de reojo, con una ceja alzada.

-Directora, le aseguro que no sé a lo que se refiere, pero me decidí por la beca para exigirme más a mi misma y no tener más oportunidades que mis compañeros por el simple hecho de llevar el apellido Murphy.- Argumenté todo esto con una postura relajada, pero segura y convencida de lo que estaba diciendo.-Le aseguro que no la decepcionaré, ni a usted ni a nadie.- Eso pareció convencer a la señora Grace.

-De acuerdo, señorita Murphy... Antes de que se vaya, me gustaría que fuera a visitar a la orientadora una vez a la semana...-Eso me dejó helada, ¿La señora Lark? Para que debo ir a ver a esa psicóloga que se oculta bajo el sobrenombre de orientadora? No necesitaba ayuda de nadie. Sin embargo, callé y asentí. Sabia perfectamente que no debía enfadar a la directora, al igual que sabía que no iría a ver a la orientadora. La señora Grace me dejó ir a clase y, con un nudo en el estómago, salí al pasillo en busca de mi amiga.

Al salir vi a Bri apoyada en la pared con una expresión seria, que se convirtió en preocupación al ver mi cara. Le conté todo lo que me había dicho la directora, incluido lo de la señora Lark e intenté que no notara el miedo que había retenido en mi garganta. No sabía que es lo que estaba pasando, pero algunos de mis compañeros me miraban con rencor, otros con ira, e incluso algunos con miedo. No fui capaz de centrarme en ninguna clase. Tomaba apuntes y escuchaba, pero no entendía nada. Al salir de clase, me despedí de Briana y corrí a la biblioteca, en busca de respuestas. Vi todas las noticias de la semana en uno de los viejos ordenadores, pero no hubo nada que llamara mi atención, hasta que busqué el periódico del día de hoy. Me quedé paralizada. El nudo de mi estómago se acentuó al ver mi apellido en un titular. Mi apellido. Eso no podía significar nada bueno. Sin saber cómo, conseguí bajar el ratón del ordenador para poder leer lo que había pasado. No podía creer lo que estaba viendo, las palabras y las letras empezaron a tambalearse, pero conseguí llegar al final del titular, con lágrimas en los ojos. Entonces, quise que la tierra me tragara.

La Última LágrimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora