2- Manos atadas

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Me moví por los pasillos por impulsos, como en un sueño, y con la cabeza gacha. Al salir por la puerta, encontré la estúpida limusina que insistía en recogerme día tras día, a pesar de que podría ir a casa en autobús, al igual que todo el mundo. Sin embargo, cada vez me daba más cuenta de que yo no era cualquiera, que por culpa de mi dichoso apellido, no podría huir tan fácilmente. Me apoyé en el respaldo del asiento más acogedor que encontré y me hundí en mis pensamientos. Jessica, mi chófer desde que tengo memoria, me miraba por el retrovisor con preocupación, pero no pronunció palabra en todo el trayecto. Muy a mi pesar, al cabo de veinte interminables minutos, llegamos a la mansión de Risedown. Me planteé seriamente la opción de salir del coche y correr calle abajo hasta llegar a algún sitio, el que fuese, toda opción era buena si estaba lejos de esa casa. Aparté mis pensamientos, cogí la mochila, y sin dirigirle palabra a Jessica, fui hacia la puerta, pero me detuve a pocos metros del pomo. Estaba precintada por la policía. Un hombre robusto vestido de traje me detuvo cuando fui a quitar las cintas amarillas, con la sangre hirviendo en mis venas.

-Pare, señorita Murphy, no complique más las cosas.- Me dijo el hombre de la puerta.

-¿Que no haga qué? Es mi casa, quiero entrar en ella, tengo derecho a ello.

-Lo sé, tranquilícese, pero primero escúcheme, por favor.- Me pidió amablemente.- Seguro que tiene muchas dudas y yo puedo resolvérselas...

-¿Por qué? ¿Quién es usted?

-Soy Marck Laundrey, amigo y socio de su padre. Estoy al corriente de todo lo que hace.

-¿De verdad? Pues no vaya alardeando de ser como mi padre delante de la policía o tendrá el mismo destino que él.- Le contesté alzando la voz, impertinente.

-Mira Addison, tengo las respuestas que tanto deseas, y no intentaré convencerte de que tu padre no ha hecho cosas horribles, porque no es así... Solo quiero informarte de todo porque la policía va a querer hablar contigo y él buscó la forma de no involucrarte en sus asuntos, pero si  lo sabes todo, podrás protegerte.- Zanjó con rotundidad.

-¿Addison? No te conozco de nada, no deberías tratarme con tanta confianza...

-Sé que no te gusta que te hablen de usted, y sobre todo no te gusta que te llamen por tu apellido... Además, puedo tomarme toda la confianza que quiera...- Al decirme esto último con un tono más relajado, se incorporó para mirarme desde arriba.- Soy tu padrino.

¿Mi padrino? Pero si mis padres nunca me hablaron de él... Nunca escuché el nombre de Marck Laundrey... Aunque tampoco sabía todo lo que mi padre me ocultaba desde a saber cuándo... Ya no podía confiar en nadie...

-De acuerdo, pero primero quiero llamar a mi amiga Briana e ir a ver a mi madre.

-Como desees.

Mientras Jessica nos llevaba a Marck y a mi a ver a mamá, marqué el número de Bri. No contestó ninguna de las tres veces que la llamé. Seguro que está ocupada o haciendo tareas.

<<O puede que se haya enterado de lo de tu padre y no vuelva a hablarte...>> Me susurró la voz traicionera de mi cabeza. Descarté esa idea. Briana no era así, ella no me haría eso.

Jessica dejó el coche en el aparcamiento y atravesé con mi padrino la verja del sitio donde estaba mi madre. Al fin la vi y Marck nos dejó a solas, hacía meses que no hablábamos.

-Hola mamá. Han pasado muchas cosas desde la última vez que vine, pero este sitio sigue igual....- No obtuve respuesta alguna.- Aceptaron mi beca en el instituto Wilde, voy a estudiar medicina, ya sabes lo mucho que me gusta... El otro día fue mi cumpleaños, Briana me regaló este colgante.- Le dije señalando la hermosa cadena de plata que colgaba de mi cuello.- Si lo abres, aparece una foto suya, y al lado una mía de cuando éramos pequeñas... - Hice una pausa para contener las lágrimas y suspiré. Me arrodillé junto a ella y le conté lo que vi en el periódico y le hablé de mi misterioso padrino.- Mamá, llevabas razón cuando me advertiste sobre papá, no te quise creer y ha pasado...- Seguía sin contestar, pero tampoco la esperaba que me contestara, al fin y al cabo, las lápidas no hablan...

19 de Enero. Esa era la fecha que me tatué hacía unos meses en mi hombro derecho, con el permiso de mi padre. Me dijo que era una bonita manera de recordarla. Murió en un accidente de coche cuando volvía de un viaje de negocios. Me despedí de ella dejando un ramo de narcisos blancos sobre su tumba. Eran sus favoritos, y el sello de la familia Murphy.

Ya en el coche, al volver a casa, le pedí al señor Laundrey que me contara todo con todo lujo de detalles. Lo escuché atentamente, intentando encontrar fallos o agujeros en su historia, sin éxito.

-¿Cómo sé que lo que me estás contando es verdad? ¿Cómo sé que no hay nada más?

-¿Nada más? ¿Acaso es poco todo lo que te he contado sobre él?- No contesté.- Yo, Sarah Flecher, Alexandro Geller y tu padre éramos socios, pero él se ocupó de protegernos a todos, incluida a ti. Si todo acababa saliendo a la luz, el único perjudicado, sería tu padre... y Marie.

-¿Mamá? ¿Ella lo sabía todo?- Él asintió con la cabeza.- Espera, ¿Alexandro Geller? Es el padre de mi mejor amiga, Briana...

-¿Porqué crees que se llevaban tan bien? ¿Porqué crees que os conocéis desde pequeñas? ¿Porqué crees que no te responde a las llamadas?- Me preguntó alzando las cejas, como mostrando lo obvio. No contesté. Todo encajaba, todo cobraba sentido...

Justo antes de llegar a casa, recibí una llamada de un número muy largo a mi móvil. Miré a Marck, que asintió. Entonces, respondí. Una teleoperadora dijo que la llamada se hacía desde la cárcel. Tragué saliva y pulsé el número uno en el teclado de mi teléfono, como me había indicado la metálica voz de la mujer, para aceptar la llamada.

-Hola hija.- Pude escuchar la voz de mi padre. Estaba tranquilo, no había un ápice de miedo en su voz.

La Última LágrimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora