Lo que aprendí gracias al dolor.

SIGO ACORDÁNDOME DE TI.

Ha pasado un tiempo y sigo acordándome de ti las 24 horas del día, pero el peor momento no es a las tres de la mañana cuando apareces en mi mente mientras estoy tumbada en la cama, el peor momento es cuando estoy con mis amigas a las seis de la tarde en una terraza y de repente desearía que estuvieses ahí conmigo, y entonces todo se desmorona a mi alrededor.

Recuerdo perfectamente lo que me decían cuando estábamos juntos: "mereces algo mejor", "te hace daño, aléjate", "es por tu propio bien", "no quiero verte sufrir por él". Y yo las ignoraba, porque para mí eras lo más importante del mundo, porque me salvabas los días, me hacías feliz y eras lo mejor que había tenido en mucho tiempo.

Qué estúpida fui al creer todos tus "te quiero", al creer cada mentira que me dijiste mirándome a los ojos, pero ¿cómo iba a pensar que me estabas mintiendo de esa manera? "No es capaz, sé que me quiere", les decía. Puse la mano en el fuego por ti mil veces y me quemé mil una.

Bendito momento en el que me di cuenta de la pura realidad, bendito momento en el que me di cuenta de que no me querías, que me engañabas, que cada palabra que decías era mentira, que para ti era todo un juego, que solo fui un clavo para sacar a otro clavo.

Te di mi corazón y decidiste hacerlo añicos, y ahora me cuesta recuperarme, porque sigo intentando juntar cada pedazo; pedazos que se vuelven a caer cada vez que apareces en mi vida. ¿No lo entiendes? Quiero ser capaz de arreglar mi corazón sin interrupciones, sin que vuelvas a intentar entrar a mi vida para ilusionarme de nuevo y luego irte. Que estoy cansada de escapar de ti, de tus palabras, de tus engaños; simplemente necesito que desaparezcas de mi vida, de mi mente, pero tú te niegas.

Solo quiero ser feliz.




- H.