12.

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 -malditos chinos, ¿por qué deben de venir a ensuciar nuestra hermosa tierra americana? Mejor quédense en su sucia tierra comiendo ratas, perros o cualquier animal que se es crucé.

-tienes razón Kathleen. Además, es pelirrojo, debe ser un brujo, señor Jesús, debemos de orar por esta alma que irá al infierno cuando muera.

Se escuchaba la conversación de dos señoras, adultas mayores con más de 50 años que atendían la habitación de Noriaki en el departamento.

Habían pasado 12 horas desde que lo habían dado de alta y lo único que escuchaba en su residencia temporal eran las conversaciones sin sentido de esas señoras. Intentaba descansar, pero el miedo de que alguna de esas señoras le llegara a hacer daño por sus creencias tan estúpidas era potencial.

-señoras, estoy ciego, no sordo. -cansado, por fin había respondido ante todo lo que las señoras habían estado diciendo. Una respuesta simple, pero severa.

Las mujeres quedaron sorprendidas al escuchar que el joven del que tantas barbaridades habían hablado podía hablar inglés, uno no tan fluido, pero que se defendía con el idioma.

-si no sabes hablar inglés no lo hables, chino de mierda.

-pues yo hablo el idioma que a mí se me dé la gana, vieja zarrapastrosa. -si algo había aprendido con el pasar del tiempo Noriaki, es haber perdido el miedo de responder de manera grosera a ancianos que lo merecían. Gracias a eso se había metido en algunos problemas, pero todos había valido la pena.

-¿QUÉ TE CREES NIÑO ESTÚPIDO? YO SOY AMERICANA Y TÚ UN NIÑO CHINOJAPONES COME RATAS QUE VINO A ENSUCIAR MI PAÍS, NO DEBES DE TRATARME ASÍ EN MI PROPIO PAÍS.

-fuera de casa viejas zorras, oí todo lo que han dicho de mi bro desde afuera, quedan despedidas y olviden que voy a hablar cosas bonitas de ustedes al señor Joestar. -Polnareff entró rojo de las ganas que tenía de decirle a cada una hasta de que se iban a morir, pero debía contenerse si no quería armar un escándalo.

Ellas habían sido contratadas por el señor Joestar como sujeto de prueba. Se suponía que, si esas semanas la atención dada a Noriaki y Polnareff era buena, ellas se iban a encargar de la atención de su esposa, pero con el trato que había recibido Noriaki por parte de ellas, quedaban totalmente descartadas del trabajo y además de eso, con una mancha en su hoja de vida.

Las dos señoras salieron del departamento con una gota gorda de sudor por como el semi-albino podía hablar de ellas con el señor Joestar. Una persona que si a él se le daba la gana podía cerrarles todas las oportunidades de trabajo en toda América, y no hablamos de solo Estados Unidos, sino América en general.

-malditas perras, creen que por ser estadounidenses merecen ser respetadas incluso si son una porquería de gente. -hablaba entre dientes Polnareff, a la par que colocaba unas bolsas de compras en el buró.

-pensé que esto solo sucedía en la minoría de ocasiones, pero veo que sucede más común de lo que yo creo.

-ni que lo digas. Estados Unidos no cumplió con las expectativas que yo tenía; ahora que bajé y estaba hablando por teléfono con mi hermana un par de señores empezaron a imitar mi acento francés y a reírse de mí.

-por cierto ¿Dónde estabas metido?

-¡Oh! Salí a hacer un mini tour por la ciudad en el Ferrari que alquilé pensando que te había dejado en buenas manos. -dejó la cocina y se dirigió al cuarto del pelirrojo, que estaba relativamente cerca de esta.

-¿Y esas bolsas que escuché?

-también compré despensa para las semanas que nos vamos a quedar aquí. Que suerte que somos autosuficientes, no quiero que nadie más que nosotros entre a este departamento después de lo que pasó con esas karen's.

~ a s e x u a l ~ (jotakak)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora