Capítulo 8

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Abraxas Malfoy seguía regalándole a Alyssa ranas de chocolate, varitas de regaliz, grageas de todos los sabores, calderos rellenos de whisky de fuego, y toda clase de dulces que encontraba en el mundo mágico, cada vez que tenía ocasión. Ella se sentía incómoda, y Tom sentía unas incontrolables ganas de echarle una maldición a Abraxas cada vez que llegaba con sus regalos, pero se quedaba callado y fingía que nada pasaba. Era un profesional cuando de esconder sus sentimientos y aparentar indiferencia se trataba.

Cierto día, Alyssa y Tom iban caminando juntos de regreso a la sala común de Slytherin después de la cena, cuando se encontraron con Abraxas.

—Hola —los saludó él.

—Hola —le respondieron ellos.

—Tengo algo que decirte, Alyssa.

Alyssa y Tom intercambiaron una mirada. Muy a su pesar, él entró en la sala común y los dejó solos frente a la entrada.

—¿Qué sucede? —preguntó Alyssa, queriendo terminar cuanto antes con lo que fuera que tuviera que decir Abraxas, para poder ir con Tom.

—Tengo una sorpresa para ti.

Ella sintió que tenía que ponerle un hasta aquí.

—Escucha, Abraxas... creo que no es necesario que me estés dando cosas todo el tiempo. Yo te lo agradezco, pero creo que me sentiría mucho mejor si dejaras de hacerlo.

Él pareció un poco decepcionado, pero no dijo nada sobre eso.

—Solo cierra los ojos un momento, ¿sí?

Ella aceptó, aunque no muy confiada. Cerró los ojos, pero en cuanto sintió el contacto de los labios de Abraxas sobre los suyos, dio un paso atrás y abrió los ojos.

—¿Qué te pasa? —preguntó, bastante molesta— ¿Cómo se te ocurre hacer algo así?

Abraxas no esperaba esa reacción de parte de ella, y frunció un poco el ceño, sin saber qué decirle.

—Yo... lo siento —dijo, y se rascó la nuca, nervioso.

—No vayas a hacer eso nunca más.

A ella misma le sorprendió la rotundidad de su tono, pero de verdad le había molestado que Abraxas se tomara el atrevimiento de darle un beso. No le parecía que fuera momento para romances, y no sentía que tuviera confianza suficiente con él como para que pensara que podía hacer algo así. Ella trataba de mantener sus distancias, le hablaba muy de vez en cuando, y nunca tenían una conversación larga. Miró los ojos grises de Abraxas, y supo entonces que nunca podría fijarse en él. No porque no fuera atractivo, sino porque no había ningún tipo de química entre ellos. Se volvió hacia la pared que ocultaba la entrada de la sala común, dijo la contraseña y entró.

Cadie estaba sentada en una mesa con Tom y Eduardus, y parecían estar conversando. Alyssa se acercó y se sentó con ellos. En seguida, todos la miraron con curiosidad, como si esperaran que ella les contará de inmediato qué había pasado con Abraxas.

—¿Qué te dijo? —preguntó Cadie, poniendo los codos sobre la mesa.

—No me dijo nada en realidad —respondió Alyssa.

—¿Entonces? —preguntó Eduardus— ¿Qué era lo que quería?

—Iba a darme un beso.

Cadie y Eduardus intercambiaron una mirada sorprendida, mientras que Tom levantó la vista de la mesa, y miró a Alyssa, abriendo mucho los ojos. Nunca había tenido tantas ganas de matar a Abraxas como en ese momento. Le costó un esfuerzo sobrehumano quedarse quieto donde estaba y no ir a buscarlo y acabar con él.

«Tengo que controlarme —pensó—. No puedo hacerle nada, aunque todo lo que quiero ahora es ir a romperle el cuello a ese maldito imbécil».

—¿Y te lo dio? —preguntó Cadie.

—En realidad, no duró más de dos segundos —explicó Alyssa—. Yo no quería besarlo, así que me aparté.

Esa respuesta calmó en parte la ira que estaba sintiendo Tom, pero no del todo. Sabía de sobra que Abraxas estaba profundamente interesado en Alyssa, y eso le molestaba demasiado, aunque no entendía muy bien por qué. Pero a Alyssa parecía que Abraxas le era muy indiferente, pues siempre que hablaban era él quien iniciaba la conversación, y nunca parecía muy cómoda en su presencia.

—¡Vaya! —exclamó Eduardus— no esperábamos que Abraxas fuera a hacer algo así.

Alyssa se encogió de hombros.

—Le dije que no volviera a hacerlo.

Eso terminó definitivamente con la ira que sentía Tom. Se relajó visiblemente y se pasó las manos por el cabello, mientras se recostaba en el respaldo de la silla. Alyssa lo estaba mirando atentamente, preguntándose en qué estaría pensando él. Abraxas entró en la sala común, pero no se atrevió ni a mirarla. Se sentía muy avergonzado, pues no había contado con que Alyssa se tomara tan a mal su intento de beso. Pasó casi corriendo, rumbo a la habitación. Al verlo, Tom pensó en que más tarde no tendría de otra que verlo, pues compartían habitación, pero se las arreglaría para ignorarlo por completo.

—¿Y qué piensas de Abraxas? —preguntó Cadie. Ella era mucho más cercana a él, aunque no lo consideraba un amigo, ocasionalmente hablaban y en clases se sentaban juntos.

—Voy a ser sincera —le respondió Alyssa—. Me cae bien, pero no más.

—¿No te parece guapo?

Alyssa lo pensó un poco antes de responderle.

—Sí... no voy a decir que es feo, porque no es así, pero no sé... por alguna razón que desconozco, no puede llamarme la atención.

Cadie asintió.

—A él si le interesas bastante, pero creo que ya se le pasará.

Se encogió de hombros, pensando que lo de Abraxas era algo temporal,  motivado solo porque Alyssa era bonita y agradable, pero que cuando crecieran un poco más, se le pasaría. El problema es que no todo pasa con el tiempo, a veces solo empeora.

𝙾𝚜𝚌𝚞𝚛𝚊 𝚊𝚍𝚒𝚌𝚌𝚒𝚘́𝚗 || 𝚃𝚘𝚖 𝚁𝚒𝚍𝚍𝚕𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora