Capítulo 12

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—Ni siquiera puedo hacer que se mueva un poco —se quejaba Cadie.

—Yo tampoco —le respondió Alyssa, que ya comenzaba a estresarse.

Llevaban alrededor de una hora intentando hacer el encantamiento convocador, pero sin resultados. El único de la clase que estaba tranquilo era Tom, porque como siempre, no le había costado más de dos intentos y sin mucho esfuerzo, había conseguido que un libro que estaba al otro lado del aula, fuera volando hacia sus manos. Alyssa se sentó junto a él y se recogió el cabello en un moño desordenado. A él le pareció que incluso con aquel peinado improvisado, se veía muy bonita, aunque no lo dijo.

—Hoy es es buen día para envidiar tus habilidades mágicas —le dijo ella, en tono de broma.

Él sonrió.

—No es tan difícil —dijo, y se encogió de hombros—, solo tienes que concentrarte un poco más. Te voy a ayudar.

Ella asintió, y le prestó mucha atención, mientras le daba una pequeña demostración, y hacía que un libro llegara volando hacia él. En el camino, golpeó a Abraxas, sin querer, aunque no tan sin querer.

—Disculpa —le dijo, aunque cada vez lo soportaba menos y darle ese golpe había sido un poco satisfactorio.

Abraxas hizo un gesto para restarle importancia al asunto, pero su envidia y odio hacia Tom crecían más y más. Cuando veía que no había ningún hechizo que no pudiera hacer, lo odiaba un poco más, además, él estaba todo el tiempo con Alyssa, mientras que ella le hablaba muy poco, y nunca le decía más que un hola. A pesar de la indiferencia de ella, no dejaba de sentirse atraído, era como si el rechazo solo empeorara las cosas. La observó en silencio, mientras intentaba de nuevo hacer el hechizo.

—¡Accio! —exclamó, y un enorme libro llegó hasta ella.

Al ver que lo había logrado, sonrió y se acercó para darle un beso en la mejilla a Tom. A pesar de que lo había hecho ya muchas veces, él seguía sintiendo la misma emoción, y se le escapaba la sonrisa.

Como Cadie no pudo hacer que ningún objeto llegara volando hasta ella, el profesor le puso trabajo extra, y no estaba nada feliz con eso.

—¿Cómo espera que una redacción me ayude a hacer el hechizo? —preguntó mientras salían de aula— escribir treinta centímetros de pergamino no me va a servir de nada.

Alyssa puso su mano en el hombro de ella, intentando hacer que se calmara.

—Practica mucho —le dijo—, puede que te perdone lo de la redacción si puedes hacer bien el hechizo.

Cadie estaba demasiado molesta, pero eso cambió cuando vio llegar a Eduardus. Alyssa y Tom sabían que iba a hablar con ella sobre sus sentimientos, así que murmuraron disculpas y los dejaron a solas.

—¿Crees que se atreva a decirle? —preguntó Alyssa.

—No sé por qué no lo ha hecho todavía, es más que seguro que ella le corresponde —respondió Tom.

—Es verdad. Hablar de tus sentimientos es más fácil cuando sabes que la otra persona siente lo mismo.

Él se quedó mirándola, pues parecía haber dicho esas últimas palabras más para sí misma que para él. Una vez más, se preguntó qué sentiría ella por él, pues aunque  lo tratara tan cariñosamente, a veces le parecía que solo él sentía todas esas cosas extrañas e inexplicables.

Fueron a la biblioteca por unos libros que necesitaban para unos trabajos que les habían dejado y después se dirigieron a la sala común de Slytherin. Se sentaron en una mesa y se dispusieron a adelantar los trabajos pendientes.

Cadie y Eduardus llegaron un rato después, pero entraron en la sala común tomados de la mano y con aquellas sonrisas reservadas para ocasiones de inmensa felicidad. Se sentaron junto a Tom y Alyssa, pero no dijeron nada.

—Ya pueden contarnos qué pasó —dijo Alyssa, levantando la vista del pergamino y dejando la pluma sobre la mesa.

Tom también dejó de escribir para mirarlos. Ellos intercambiaron una mirada.

—Ahora tenemos una relación, o algo así —respondió Eduardus.

—Felicidades —dijo Alyssa, y sonrió.

—¿Viste que no era tan difícil? —le dijo Tom a Eduardus, y le dio una palmada amistosa en el hombro.

Eduardus le sonrió. En ese momento, Abraxas entró en la sala común y le hizo una seña a Cadie para decirle que fuera a hablar con él.

—Ya regreso —se disculpó ella y antes de irse, le dio un beso a Eduardus.

En cuanto ella se fue, él dejó de sonreír y pareció un poco preocupado.

—¿Qué te pasa? —preguntó Alyssa.

—Tendré que contarle a padre de mi relación con Cadie —respondió él.

Alyssa puso su mano en el hombro de él, tratando de tranquilizarlo un poco.

—Padre le pone problema a todo —dijo—, pero no creo que diga nada. Conoce a Cadie y a sus padres, además, los Bulstrode son de sangre pura. No creo que tenga motivo para quejas.

Eduardus suspiró.

—Tienes razón, pero es que él es tan...

—¿Intransigente? ¿Incomprensivo? ¿Irascible?

—Creo que es todo eso y más.

—Pero creo que por esta vez va a ser un poco menos todo eso. Lo que más le preocupa es el estatus de sangre de todo el mundo, y no tiene dudas de que Cadie es sangre pura.

Eduardus pareció tranquilizarse con las palabras de Alyssa, pero estas causaron  el efecto contrario en Tom. Estaba muy al tanto de cuál era su estatus de sangre, aunque no se lo decía a nadie, pero se preguntó si tendría problemas por eso.

𝙾𝚜𝚌𝚞𝚛𝚊 𝚊𝚍𝚒𝚌𝚌𝚒𝚘́𝚗 || 𝚃𝚘𝚖 𝚁𝚒𝚍𝚍𝚕𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora