En los casi diecinueve años de vida que tenía Alyssa, nunca se había sentido tan mal como en esos momentos. Después de haber formulado sus amenazas, había podido ver un atisbo de miedo en los ojos grises de Abraxas, y se había ido corriendo a su habitación. Allí encerrada, veía como su mundo y todo aquello con lo que tanto había soñado, se caían a pedazos. Se sentía realmente incapaz de irse, y hacer que su madre rompiera el juramento, y se preguntaba una y mil veces qué cosas habría hecho su padre para convencerla de hacer algo como eso. A pesar de su propia experiencia, no se le pasó por la mente la maldición imperius. Estaba tan desesperada, que su mente no funcionaba correctamente.
«Voy a matar a Abraxas en la noche de bodas —pensaba, odiándolo cada vez más—, haré lo que sea, pero no voy a pasar el resto de mi vida a su lado».
Caminó hacia el pequeño balcón que había en su habitación y salió, recibiendo el gélido aire invernal, que hacía volar pequeños copos de nieve. Allí no hacía tanto frío como en Londres, pero ella sentía como si estuviera congelada. Pensaba en Tom, que en esos momentos la estaba esperando con impaciencia, a muchos kilómetros de allí, mientras se servía una copa de whisky de fuego y hacía suposiciones poco acertadas sobre lo que podía estar pasando en la casa de los Rosier.
Alyssa se permitió llorar, dejó que las lágrimas tibias resbalaran por su rostro helado, y en su mente, maldijo mil veces a su padre y a Abraxas, e incluso se atrevió a jurar venganza. Se quedó allí, llorando, hasta que sintió que le dolían las articulaciones a causa del frío. Entró de nuevo en su habitación y se dejó caer en la cama, sintiéndose tan desesperada y sin ganas de seguir viviendo, como nunca antes se había sentido. Tenía que hablar con Tom, tenía que decirle antes de que se enterara por otros medios y eso causara malos entendidos. A diferencia de él, ella no estaba dispuesta a ocultarle cosas, y menos un asunto tan delicado como ese. Tratando de salir de su desesperación, se puso algo más abrigado, tomó una capa y se fue. Como no podía desaparecerse dentro de la cada, bajó las escaleras y pasó junto a sus padres sin siquiera mirarlos.
—Alyssa... —la llamó su padre, con cautela.
—Ni siquiera me hables —lo interrumpió ella—, después de lo que acabas de hacer, tú y yo no tenemos nada que decirnos.
Él casi no podía creer que aquella niña que había desaparecido de su casa hacía tantos años, se hubiera convertido en una mujer de un carácter tan fuerte, que no se callaba lo que sentía ni lo que pensaba. No le dijo nada más, solo la observó salir de la casa y desaparecerse en la puerta.
Cuando llegó a Londres, las lágrimas nublaban la vista, tanto así que no supo cómo llegó hasta la puerta de Tom. Tocó dos veces con los nudillos, y solo un par de segundos después, él le abrió. Nunca la había visto llorar, ni siquiera cuando eran niños, por eso se sintió tan conmocionado al verla, y no supo qué hacer. Ella le ahorró el dilema, salvando de un solo paso la distancia que había entre ellos para abrazarlo con fuerza.
—¿Qué ocurre? —le preguntó él, con voz suave, mientras la rodeaba lentamente con sus brazos. Necesitaba desesperadamente comprender el porqué de sus lágrimas. Sabía que ella era muy fuerte, lo había comprobado con el paso de los años, pero en esos momentos parecía tan rota, tan vulnerable.
Ella sollozó en voz baja contra su pecho, incapaz de hablar. Se odiaba por estar llorando, pero tampoco podía dejar de hacerlo.
—Voy a tener que casarme con Abraxas —resumió el problema.
Tom nunca había creído que unas simples palabras pudieran causarle tanto dolor, pero en ese momento comprobó que sí podían. Sintió que cada sílaba era como un cuchillo afilado que se clavaba en su alma, hubiera preferido que le lanzaran mil crucios, antes que escuchar eso.
—No —murmuró—, eso no puede ser... ¿Por qué?
Ella no se alejó de él, siguió sollozando y mojándole la camisa con sus lágrimas.
—Encontraron la manera de obligarme —le dijo—. Mi padre, y el estúpido de Abraxas, malditos sean los dos.
Entonces el dolor que Tom sentía, se convirtió en ira, una ira desmedida e incontenible, acompañada de unos enormes deseos de matar al señor Rosier y a Abraxas. A pesar de eso, hizo un enorme esfuerzo por calmarse al menos un poco, le preocupaba mucho más ver a Alyssa en ese estado, así que siguió abrazándola mientras pensaba en algo para decirle.
—Necesito saber cómo lo hicieron —le dijo.
Ella le explicó todo ese asunto del juramento inquebrantable, sin mirarlo y todavía llorando contra su pecho. Tom admitió para sí mismo que Armand era un hombre astuto, había concebido aquel plan, y le había salido bien, porque Alyssa no se atrevería a causar la muerte de su madre, aunque para mantenerla con vida tuviera que sacrificar lo que más le importaba.
Ella estaba cada vez más desesperada, pero a pesar de su estado, su mente pudo pensar de una manera bastante racional.
«Madre juró que me casaría con él —pensó—, pero no que pasaría el resto de mi vida a su lado. Puedo cumplir con el matrimonio, pero después de que pase la ceremonia, me iré, ahora no sé a dónde, ni cómo, pero ese mismo día voy a dejarlo».
Aquel pensamiento la tranquilizó profundamente. Sus lágrimas se detuvieron, y se apartó unos pocos centímetros para mirar a Tom. Él se sorprendió al ver aquel cambio repentino en su estado de ánimo y frunció un poco el ceño.
—¿Qué va a pasar con nosotros ahora? —le preguntó en voz alta—, desde ya te digo, Alyssa, que por más comprometida que estés con ese imbécil, yo no me voy a alejar de ti, ni voy a terminar con lo nuestro.
—Nuestro amor puede resistir a esto y más, lo sé —respondió ella, con toda seguridad—, así que vamos a seguir con esto hasta las últimas consecuencias.
Tom sonrió, y descendió sus manos hasta su cintura para acercarla a él y besarla.
«Ella nunca se casará con Abraxas —pensó—, y no me importa lo que tenga que hacer para impedirlo».
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𝙾𝚜𝚌𝚞𝚛𝚊 𝚊𝚍𝚒𝚌𝚌𝚒𝚘́𝚗 || 𝚃𝚘𝚖 𝚁𝚒𝚍𝚍𝚕𝚎
FanfictionAlyssa Rosier fue apartada de sus padres y su hermano mayor y llevada a un orfanato muggle cuando tenía solo seis años. Allí conoció a Tom Riddle, y entre ellos surgió un mutuo entendimiento y amistad, pues ambos sabían que no eran como los demás. A...