Gina siempre ha creído que el significado de su nombre es algo cómo: "lo perteneciente o relacionado con la tragedia y desgracia".
Y la vida se ha encargado de confirmárselo.
Como si todos sus problemas no fueran suficientes, una noche su perro muer...
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—¿Gina, me estás escuchando? —reprende mi madre.
Abro los ojos de golpe.
—Lo siento, lo siento. ¿Qué decías?
—Que tengas mucho cuidado. No debiste dormirte tan tarde.
—Ni siquiera encontré mi libro, pero tú no te preocupes demás que hace daño.
Ella me mira divertida, sabiendo lo irónicas que son mis palabras.
Me bajo de un salto de la encimera y sin olvidar mi batido, me despido de ella.
—Te quiero, deséame suerte —digo dándole un abrazo rápido.
—Buena suerte, te quiero más —murmura algo confundida. Seguramente no recuerda el examen que le dije que tenía hoy.
No la culpo, yo tampoco lo hice hasta ayer.
Me acomodo un poco la falda del uniforme y salgo de casa. Menos mal que si se ha secado.
El camino al instituto es corto. Pero siento que he recorrido cien kilómetros tomando en cuenta el pesar de mi mochila y el mal clima, por supuesto.
Aunque es primavera —mi época favorita en todo el año—, siempre hace mucho viento por las mañanas y eso no me agrada mucho.
Al llegar al instituto, un nudo de nervios se instala en mi estómago. El batido entero sigue en mi mano, no me apetece darle ni un sorbo en este momento. Ya lo haré en el almuerzo.
Nunca he tenido problemas con mis calificaciones, ni con los profesores. Mi trayectoria académica siempre ha sido especialmente buena.
Es solo que desde que entré a este instituto dejé de agobiarme tanto. Sigo esforzándome y preocupándome en exceso, pero al menos ya no lo demuestro.
Apresuro el paso, y suelto un suspiro de alivio cuando al abrir mi casillero, entre tanto desastre y cosas inservibles resalta aquel libro rojo que tanto anhelaba.
Tengo poco menos de media hora para al menos dar un repaso a lo que hemos estado viendo estás últimas semanas. Quizá no es muy relevante el dato de que no he estado prestando mucha atención en ellas. He estado particularmente cansada y distraída.
Para ir a la biblioteca, tengo que pasar por el pasillo de los de último año.
Un grupo de chicos con mal aspecto están del lado derecho de los casilleros, así que sigo caminando lo más cerca que puedo del lado contrario.
Estoy tan concentrada criticándolos mentalmente que no me doy cuenta de que la puerta de casillero esta justo por abrirse frente a mi cara. Tengo ambas manos ocupadas, una con el libro y otra con el batido.
¿Cuál se me ocurre poner para interponer el golpe?
La del batido. Porque soy tonta.
Evité que mi cara saliera afectada, pero mi uniforme no corrió con la misma suerte.