Estándar de vida.

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El tiempo libre para comer había comenzado, todos abrieron sus obento para comenzar a comer debido a que la cafetería no estaría abierta el día de hoy. Aizawa nos había pedido comer en nuestros asientos, manteniéndonos en silencio. Saqué mi comida, tomé los palillos y me dispuse a disfrutar el contenido, perdiéndome en mis pensamientos.

La conformidad no era parte de mi vocabulario, y es que como decía mi madre  "no puedes ser el mejor a base de talento natural".

Por razones extrañas nací en el núcleo de una familia conformada de buen quirk, quirk el cual me permitiría llegar a ser héroe solo si yo peleaba por ello. Nadie llegaría a la cima en mi nombre, todo tiene que ser por merito propio.

El sueño perpetuo de ser un héroe digno de admiración no salía de mi mente, llegaba a consumir en extremo mi cuerpo y vida.

En ocasiones todo falla, se desmorona con sutilidad, abriendo una herida que parece no querer cerrar y es que desde el momento en que entré a la academia una dura verdad golpeó mi rostro, no importa cuanto entrene, cuanto avance; siempre existirá alguien mejor que yo.

La frustración me consumía de a ratos, ganas inmensas de correr y esconderme, de no regresar, de cambiar mi nombre y llevar una vida tranquila. Es un pequeño momento de debilidad humana que prontamente pasaría.

¿Quién no puede sentirse loco después de una tormenta?

Mi ejemplo a seguir, mi hermano fue derrotado por un villano que lo hubiera matado a sangre fría de no ser por una maniaca intervención de mi parte junto a la de mis compañeros y rivales.

Mi ser se compone de gestos duros, voz clara, pensamientos rectos y una innumerable cantidad de reglas que conforma el tiempo avanza se vuelven cada vez mas absurdas. Siempre pensé en una batalla justa como regla a seguir, rompiendo el concepto una vez vi a mi hermano en aquella camilla de hospital.

El tiempo pasó y sigo aquí, a veces sin fuerzas y en ocasiones queriendo comerme el mundo de un bocado. Mi constante esfuerzo me hace dejar los impulsos adolescentes de lado, ignorar los instintos carnales que en cierto momento me confunden y ciegan.

A pesar de lo difícil que llega a ser la vida, a pesar de las circunstancias que parecen no dejarnos avanzar, hoy estoy aquí nuevamente y eso es lo que me mantiene en pie.

Mi primer día del segundo año pintaba ser tranquilo.

La mañana había transcurrido en paz, nuevamente era el delegado de la clase y a ciencia cierta el título me encantaba.

Mi atención regresó cuando un papel chocó contra mi frente, cayendo entre mi ojo y el lente. Mis reflejos fallaron en un momento, haciendo que la pequeña bolita de papel chocara contra mi ojo. Cerré el parpado con fuerza y me incliné hacia el frente en un intento fallido por resolver el ardor. Mi cabeza chocó contra la de Asui, haciendo que esta se quejara y me devolviera un zape.

Intenté levantarme y dirigirme a la puerta pero tropecé al no tener los ojos abiertos, cayendo sobre Denki quien me electrocutó del susto mientras Kirishima reía a carcajadas junto a Sero, podía reconocerlos a pesar de no verlos. Escuché de fondo el suspiro molesto de Aizawa quien solo se acomodó para seguir durmiendo.

Me enderecé intentando mantenerme en pie a pesar de la energía eléctrica recibida. Seré sincero, no debí hacerlo pues lo siguiente fueron mis piernas fallando y mi peso cayendo casi por completo en la espalda de Aoyama, haciendo que sin querer la cara de este se llenara de salsa de tomate correspondiente a la pasta en su bentō.

Las risotadas de Kirishima y Sero se intensificaron en gran manera, añadiendo la de Mina quien había presenciado todo en primera fila, haciéndome sentir mas avergonzado de lo que ya estaba. Mis ojos comenzaron a abrirse de nuevo para ver como Aoyama se levantó de su asiento, sacando con rapidez un espejo de su bolsillo y observando el resultado de mi traspié.

El rubio salió del salón con rapidez hacia lo que imaginaba serían los baños. Me senté en su silla vacía un momento, me encargué de abrir bien los ojos y recuperar la fuerzas, una vez me sentí mejor caminé a paso rápido hasta los baños.

—¿Aoyama?—pregunté al aire una vez entré. Los rápidos sonidos de enojo combinado con alguna extraña clase de gemidos me dio indicios de que se encontraba ahí.

Avancé a paso lento hasta verlo frente al espejo, enjuagando su rostro numerosas veces intentando quitar los restos de tomate. Llegué a su lado y comenté algo arrepentido; —déjame ayudarte, yo fui quien ocasionó esto—dije arrepentido—por favor—Aoyama volteó en mi dirección dando a entender que podía ayudarle.

Mojé mis manos y las pasé con extremo cuidado por su rostro, retirando los restos de salsa.

Pude notar lo suave que era su piel, los cabellos al frente se notaban húmedos como signo de su desesperación por quitar todo, sus labios estaban juntos en una fina línea lo que me llevaba a pensar que tal vez estaría algo molesto conmigo.

Una vez terminé de limpiarlo simplemente me aparté y lo miré abrir los ojos para mirarse nuevamente hacia el espejo, una vez notó que su piel volvía a estar limpia se limitó a decir, —muchas gracias por su atención, delegado.

Estaba por contestar, quería explicarle lo mucho que lo sentía y como esto no había sido para nada mi principal intención cuando la campana sonó indicando el fin de la hora libre para almorzar.

El rubio simplemente se dio la vuelta y regresó al salón junto a su enojo.

Como decía, un día normal de clases.


N/A

Perdón la tardanza, estaba trabajando en otras dos historias las cuales subiré en poco tiempo.

besotes

I found the stars on you [Iidayama]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora