Mi tormenta entre tu calma.

505 59 17
                                    

Dejar pasar aquella situación parecía ser lo mas adecuado debido a todo lo que había sucedido con anterioridad, pero, aún así algo faltaba.

Tenía su perdón, no había rencores, ¿por qué algo faltaba?.

Un raro sentimiento de vacío se aislaba en alguna parte de mi interior y estaba atormentando de una manera recurrente, haciendo a los pensamientos dar vuelta, haciéndoles imposible el desvanecerse.

Después de aquel día tomé una nueva rutina, todas las tardes, como el rubio, decidí ir a correr por el campo de entrenamiento. Una nueva forma de desarrollar mi quirk y ordenar mis problemas mediante el ejercicio, era un intento de balance.

Mi cuerpo se había desarrollado unos centímetros más, eso expresó el doctor que me atendía cada mes. Había llegado el momento menos favorito, el cambio en los escapes que tengo tras la pantorrilla.

Estaba frente al campo de entrenamiento, me acerqué a una banca y tomé asiento, dejando mi botella de agua a un lado.

Había corrido un rato, lo normal para calentar mi cuerpo lo suficiente, un vano intento de no sentirme perezoso en los siguientes días.

Miré a mis alrededores, estaba vacío, era cierta paz.

Coloqué una toalla en mi boca, apretándola con mis dientes. Puse mi pie sobre la banca y tomé el primer escape, tras un profundo suspiro hice fuerza, comenzando a sacarlo de mi piel.

Los gritos no tardaron en salir, acompañados de las intensas lagrimas que comenzaron a resbalar gracias al dolor que aquello provocaba. Estaba seguro que cualquiera lo podría comparar con sacar un hueso, un dolor insoportable pero causado a voluntad propia en esta situación.

Di un ultimo jalón, sacando el primer escape. Tomé aire y lo tiré a un lado, algunos hilos de sangre comenzaron a salir del agujero en mi pierna. Saqué el material necesario y lo curé.

No quería seguir, sentía que no tenía la fuerza. Tomé el siguiente y lo moví un poco, dejando salir otro grito entre la toalla.

—¿Se encuentra bien?

Preguntó alguien detrás mío tocando mi hombro. Detuve el agarre en el metal y saqué la toalla de mi boca, volteando.

—Si, estoy bien.

El rubio detrás mío alzó ambas cejas, sonriendo de alguna manera ante lo ridículo que había sonado.

—No parece que esté bien. Nadie grita por puro placer...O al menos no en estas circunstancias. ¿Por qué le hace eso a sus piernas?

¿Por qué Aoyama me hablaba con esa formalidad? ¿No me consideraba su amigo?

—Oh, es que tengo que hacerlo. Cada que mi quirk se desarrolla mas o yo me desarrollo tengo que sacar los escapes para que puedan volver a crecer mejorados.

—Se ve que duele mucho, tiene lagrimas por todo el rostro. No llora de manera bonita.

Bromeó y pasó sus dedos por mi rostro, limpiando lo que pudo mi llanto.

—¿No hay manera de que te lo quiten sin dolor? ¿Con anestesia?

—No, es muy difícil. La mejor manera es hacer que mi cuerpo sienta el dolor, así se regenera más rápido, mi hermano me dio la recomendación.

Caminó y se sentó frente a mi, colocando sus piernas en ambos lados del banco para quedar frente a frente.

—¿Tu hermano el super héroe?

—Si, ese.

—Entonces, ¿planeas sacarlos todos ahora por ti mismo?

—Lo intento, aunque no voy muy bien. Siento que llevo días aquí y apenas salió uno.

—Déjame ayudarte.

—¿Estás seguro? 

—Si, déjame ayudarte en eso. Así no irás tan lento.

Algo dudoso le extendí la pierna para que pudiera hacerlo.

—Pensé que ya no había nadie por aquí, ¿sales por la tarde?

—¿Yo? No, para nada. Sucede que hice unas cosas mal, la primera fue salir con alguien que no encajaba para nada conmigo, quedé como un  estúpido pero bueno, eso me gano yo por caer tan rápido por las personas. Es tan complicado encontrar a alguien que en verdad sea respetuoso o mínimo que no sea un completo patán.

EL rubio tomó esas palabras de disgusto para jalar con todas sus fuerzas el metal, sacándolo de mi pierna. Un grito amortiguado por la toalla salió junto a nuevas lágrimas.

—Salió mas fácil de lo que pensé—comentó, mirando el metal que acababa de extraer.

—Bueno, gracias por la observación.

Respondí una vez saqué la toalla de mi boca y tomé el material de curación, colocándolo en el nuevo agujero. 

—Delegado, ¿se sabe las tablas?

Asentí.

—¿9X10?

—Son noventAAAAAAAAAAAAAAAAA-AY

El rubio sin aviso sacó el siguiente tubo de metal, tomándome desprevenido.

—Muy buen trabajo, así me gusta. 

Un extraño calor se acumuló en mi rostro, tal vez estaba teniendo fiebre gracias a todo el esfuerzo hecho.

—Llevamos tres fuera, delegado.

—Tres de doce

—¿Sabe contar?

—Si, ¿Qué tipo de preguntAAAAAAAAAAAAAAAAAAOYAMA POR FAVOR.

—Bueno, pues no cuente con el cuarto. Uno menos.

Entre las lagrimas de dolor seguí limpiando mis heridas.

Necesitaba terminar con esto de una vez.

—Delegado, ¿Cuál es su comida favorita? lo llevaré a cenar, yo necesito una buena experiencia y usted necesita descansar.

Bueno, la noche daba buena pinta.

N/A.

Escuché una canción que decía "para que no me olvideeeees" y me acordé de mi responsabilidad abandonada. 

I found the stars on you [Iidayama]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora