XXIII

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El tiempo en Rogoland había pasado demasiado rápido para Valeska y Daven, sin darse cuenta la primavera estaba llegando como prueba del tiempo que llevaban ahí, a pesar de haber dicho que solo durarían unos pocos días, las personas los habían acogido de la mejor manera y era como si ya fueran parte de esa comunidad. 

Valeska se encontraba sentada en el pasto, recargada en un tronco dejando que el aire moviera sus cabellos con libertad, la primavera comenzaba a verse en el ambiente, los días mas cálidos y las flores que crecían haciendo mas colorido recompensaban a las personas después del largo invierno. Los niños jugaban corriendo y riendo a su alrededor, rebosando de alegría, provocando cierta relajación en el cuerpo de Valeska, que comenzaba a sentir sus ojos pesados, había pasado la noche haciendo guardia en la muralla, después de algunos días, tanto Daven como Valeska habían pedido alguna tarea o trabajo para poder pagar la hospitalidad que se les estaba proporcionando, y aunque el conde Hans se había negado, la insistencia de la castaña lo había hecho ceder. 

Estaba a punto de cerrar los ojos cuando el sonido de su nombre la hizo sobresaltarse, observo al muchacho rubio y delgado que corría hacia ella, lo reconoció como el hijo del herrero y se levanto de su lugar cuando este se acerco completamente a ella. 

-Mi padre me mando para informarle que su pedido esta listo.- le dijo agitado y muy rápido, Valeska tuvo que prestar verdadera atención para entender lo que le decía.

-Gracias Viggo, estaré ahí en un momento.- respondió la castaña palmeando levemente el hombro del niño, que le dedico una sonrisa tímida y se fue corriendo por donde había llegado. 

Recogió su capa del suelo y la sacudió del pasto y la tierra, para después colocársela en los hombros, porque aunque la primavera estaba llegando, el invierno no había dicho adiós del todo, confiarse del calor del sol podría costarte un resfriado, y Valeska no tenia ganas de estar por ahí con dolor de cuerpo y ojos llorosos. 

Camino entre las personas sumergiéndose en el bullicio de gente que siempre solía haber a esa hora en el mercado, algunas mujeres se acercaban hasta ella para saludarla, amable entablaba conversaciones cortas con todo aquel que reconocía. No fue hasta que Aren apareció, llamando su completa atención y la de las personas que se encontraban cerca.

-¿Como estas?- pregunto Aren acortando la distancia y acercándose completamente a ella, inclinando la cabeza por su diferencia de altura. 

-Bien, voy con el herrero, ¿quieres acompañarme?- pregunto emocionada, cosa que no paso desapercibida para Aren, que aunque le hubiera gustado pasar un rato con ella, no podía, y declinando la invitación le pregunto lo siguiente. 

-¿Nos podemos ver después? quiero ver tu encargo.

-Claro, iré al bosque a entrenar con Daven por la tarde, nos puedes acompañar si quieres.- sintiendo la necesidad de acariciarla, Aren contuvo las ganas, estaban en el mercado y estaban siendo el centro de atención de todos los que estaban ahí, que aunque buscaban disimular, el interés por el "romance" del hijo del conde con la guerrera  era de lo que mas se hablaba últimamente por todos lados, desafortunadamente para todos, y aun mas para el mismísimo Conde, la pareja no había formalizado nada. 

-Me encantaría, talvez incluso participe.- Valeska alzo las cejas sorprendida y asintió con entusiasmo, nunca había visto a Aren pelear pero su reputación lo precedía, había escuchado en mas de una ocasión como hablaban de lo bueno que era con la espada, y con el combate cuerpo a cuerpo, después de todo, él era el encargado del ejercito de su padre, tenia que hacerle justicia a su puesto. 

Despidiéndose con la promesa de verse después, Valeska continuo con su caminata, llegando a la casa del herrero, los martillazos de metal con metal inundaron sus oídos, adentrándose por la puerta, anunciando su llegada, el herrero dejo lo que estaba haciendo para recibirla entusiasta, mostrándole su trabajo con el encargo que Valeska le había hecho unas semanas atrás. Dos finas espadas le fueron entregadas, tomándose tiempo para apreciarlas como era debido, paso los dedos por el filo, con cuidado de no cotarse soltó una exclamación entusiasta, felicitando al herrero le pago lo que era debido y un poco mas, acción a la que se negó el hombre, pero Valeska insistiendo lo convenció con una sola frase "su trabajo lo vale".

VALESKA ~ Ivar the Boneless ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora