Parem el temps (Alex)

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Marta y Lorena se acercaron a la mesa sonrientes. Miedo me daba preguntar qué se traían entre manos, pero seguro que me enteraría en unos minutos.

— ¿Qué crees? Conseguimos que nos dejaran la casa de la playa para el cumpleaños de Nico.

La pelirroja se sienta a mi lado y me mueve ligeramente. Admiro su emoción y suelto una carcajada, miro a Marta que da aplausos con sus manos ¿Estas mujeres se bebieron una Redbull o qué?

— ¿Cómo lograron convencer a Jorge de prestarnos su casa?

— Mi hermano es pan comido, solo tuvimos que utilizar el plan "le diremos a tu novia" y nos entregó las llaves en menos de lo que canta un gallo.

— ¿No puso peros?

— Bueno...

— ¿Cuál es la condición?

— Debemos cuidar de Nala y Kira durante las dos semanas de vacaciones de fin de año, pero eso también es pan comido.

Las miro con sospecha, pero no negaré que ambas perritas son un amor, aunque muy inquietas. Me resigno a que deberemos encontrar la forma de quedarnos, las dos semanas de vacaciones en invierno, con las hijas perrunas de Jorge y tratar no morir en el intento.

~ ~ ~ * ~ ~ ~

Era jueves y llegamos a la casa de la playa a primera hora de la mañana, nos tocó limpiar todo de arriba a abajo, pues si bien la última vez que se utilizó la dejaron impecable, el polvo había hecho su aparición durante estos meses dejando todos los muebles con una capa grisácea. 

Limpiar cada rincón nos tomó toda la mañana y el principio de la tarde, eran las 3 cuando por fin terminábamos de acomodar el último cojín, ahora solo nos quedaba organizar y adornar todo para la celebración, casi nada, pero eso ya lo pensaríamos luego.

El clima estaba ideal para ir un par de horas a la playa a disfrutar del sol y quizás meternos al agua. Al llegar saludamos a un par de conocidos que andaban por allí disfrutando también de la tarde y ubicamos nuestras toallas en la arena. Marta fue directa al mar mientras Lorena y yo nos quedamos aplicándonos protector solar y tomando sol un rato.

— ¿Y cómo vas con el chico misterioso?

El agua que estaba tomando casi termina en el rostro de mi amiga, comienzo a toser con fuerza intentando recuperar mi respiración.

— ¿De qué hablas?

— Vamos Cris, no necesitas mentir, sabemos que estás con alguien por ahí, aunque no hemos logrado descubrir quién es.

— Bueno, hay un chico, sí, pero es jodidamente difícil. 

— ¿Por qué?

— Digamos que hay ciertas incompatibilidades de temperamento entre ambos, pero no quiero pensar en ello ahora.

La pelirroja asiente conforme, es primera vez que admito que estoy "viendo a alguien", si es que se le puede llamar así.

Recuesto un rato mi cuerpo sobre la toalla, dejando mi cabeza sobre mis brazos. Lorena pasa un rato a mi lado y luego me indica que irá con Marta al agua, le hago señas de que recibí el mensaje y la observo caminar hacia la orilla. Veo como mi amiga ingresa al agua y me acomodo mejor sobre la arena invirtiendo mi posición anterior, quedo recostada de espaldas apoyando mi cuerpo en mis antebrazos.

Paseo la vista entre la gente que se encuentra por aquí, mis amigas hablan con un par de chicos que se me hacen conocidos, pero no les presto real atención, ellas suelen ser mucho más sociables que yo. Dirigo mis ojos hacia un grupo de chicos jugando voleibol playero, Dios bendiga ese deporte y a los maravillosos especímenes masculinos que podemos observar gracias al mismo.

Mi mirada queda anclada a uno de los jugadores, lo observo a lo lejos, es alto, delgado y de espalda trabajada, sus brazos se ven fuertes y sus piernas firmes... Jesús bendito, hace calor y definitivamente soy yo, cómo se me antoja ese hombre.

Le dedico una mirada cargada mientras siento mi sangre calentarse, ¿en qué momento comencé a reaccionar así frente a un desconocido sin ni siquiera ver su rostro? Por un momento mi mente me lleva a cierto castaño que ocupa mi cama de vez en cuando y muerdo mi labio inferior al recordar que estamos "siendo exclusivos" y que esa condición fue colocada justamente por mí. Me debato entre darme un paseo por la orilla a ver si el desconocido pica el anzuelo o verme obligada a respetar mi propia regla y esperar a volver a casa para llamar a mi idiota favorito y que solucione mi problema.

Diablos, creo que necesito meterme al agua un momento, o quizás sea mejor durante un par de horas.

Camino hasta la orilla intentando no mirar al desconocido, pues sé que, si dirijo mi vista hacia él, mis pies también me llevarán allí y cometeré pecado.

— ¡Cuidado!

Estaba tan concentrada en no mirar hacia el grupo de chicos a mi izquierda, que solo alcancé a escuchar el grito masculino, voltear y ver como la pelota venía a impactar de lleno en mi cabeza. No fue suficientemente fuerte como para hacerme caer, pero sí para dejarme un dolor que quemaba en la piel y provocar algún grado de desorientación en mí.

Varios de los jugadores se acercan a verificar mi estado al mismo tiempo que mis amigas también llegan corriendo. Intento enfocar mi vista en algún punto del suelo, cuando cada célula de mi cuerpo se eriza. Mi estómago se hace un nudo y siento un tacto suave en mi espalda que me hace temblar. Su perfume causa estragos en mi cuerpo y se hace presente provocando que el aire me abandone por un momento, no puede ser.

— Hey ¿estás bien?

Mi mirada pasa de estar en la arena para subir lentamente por el cuerpo del hombre a mi lado, reconozco los pantalones cortos como los de mi desconocido y mi cerebro hace la conexión inmediata, suspiro cuando escucho su voz y llego finalmente a su rostro, Alex.

~ ~ ~ * ~ ~ ~

La fiesta de Nico está en todo su apogeo, Marta invitó a Alex y sus amigos a celebrar con nosotros, genial, justo lo que necesitaba.

Tomo mi botellín de cerveza y me dirijo hacia el exterior de la casa, necesito un poco se aire puro y la gente al interior no me lo permite. Observo el reflejo de la luna sobre el mar y parece que este último me invitara a acompañarlo en una lenta canción sin fin. Bebo el contenido de mi botella de un trago, dejando el envase vacío en un basurero antes de tocar la arena.

La brisa marina golpea mi rostro y cerrando los ojos me dejó llevar por el sonido de las olas al chocar con las rocas a lo lejos. Descalzo mis pies acercando mi cuerpo hasta la orilla, dejando que el agua baile sobre la piel de mis piernas y toque la parte baja de mi vestido. Respiro profundo intentando absorber hasta la última partícula del aire salino, pero en medio de esto vuelvo a sentir un perfume, ese que me embota la cabeza y me lleva a recordar.

— ¿Qué haces aquí? 

— ¿No es obvio?

— Quizás no lo sea, ¿qué estás buscando?

— A ti.

— Alex...

— No, escúchame, estoy harto de este jueguito que nos traemos desde hace meses.






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One Shots MárquezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora