|Prólogo|

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Los demonios habían atacado un pueblo en el sur. La información que tenían era que formaron un grupo para controlar el pueblo y mantener en raya a los cazadores, los cuales eran principalmente Tsuchinoe y Hinoto, y solo uno de los veinte que mandaron pudo volver con vida, el cual murío poco tiempo después.

Para solucionar el problema el jefe mandó al Pilar de la Luna, Michikatsu, a encargarse del problema de plagas. Quién estaba ansioso de desquitarse con algo después del último conflicto que tuvo con su hermano, Yoriichi.

Resopló al recordar como su hermano, con el mismo rostro de siempre, había intentado hablar sobre el tema de como había abandonado a su familia para unirse a los cazadores. La conversación fue tan bien como era de esperarse, con Michikatsu gritándole a Yoriichi que no se meta en sus asuntos y que se perdiera, recibiendo una mirada de su hermano que no sabia como interpretar. El gemelo mayor frunció el ceño mientras pensaba en el asunto.

¿Qué le importaba? ¿Por qué Yoriichi tenía que meter su nariz en lo que no le incumbe?. Aún si le dijiera sus razones su hermano no lo entendería, le diria algo como que la familia es mas importante que el poder, que no necesitaba hacer algo así o que el legado que dejaría no debería ser mas importante que el ahora o alguna tontería similar. Frases que solo su hermano menor diría y que no tenían ningún sentido para el. Lo cual era entendible considerando la condición de Yoriichi.

Yoriichi no lo entendería. Los dioses no entienden a los mortales y las penas que estos están obligados a sufrir.

Al llegar al pueblo no fue difícil encontrar el nido de los demonios y acabar con casi todos los que estaban allí, los cuales no eran dignos rivales de experimentar el poder de la respiración lunar, sin dar una lucha significativa. Dos de los demonios escaparon hacia los bosques aledaños, siendo perseguidos por el pilar. Siguiendo el rastro de uno hasta el borde de un risco, el demonio intento atacarlo con su técnica de sangre, la cual fue repelida con facilidad por Michikatsu, pero el demonio seguía atacando multiples veces tan rápido que no podía llegar a su cuello. Ademas de que tenia que prestar atención para no caer al abismo y en el menor de los casos tener lastimaduras, e ignorando lo que podrian ser en el peor.

Para su mala suerte, mientras intentaba matar al primer demonio, a sus espalda llego el segundo disfrazando su presencia con su técnica demoniaca. Sonriendo maliciosamente a su compañero, quien sonrió al entender el plan, directamente el primero ataco al pilar, acercándose lo suficiente para poder atacar pero también para poner su cuello en una posición vulnerable. Percatándose de aquello el pilar dirigió una postura hacia el punto, pero al mismo tiempo el segundo demonio atacó detras, obligando a Michikatsu a evitar ambos ataques retrocediendo hacia el borde del risco, el cual estaba inestable gracias a la pelea.

Un error grave, ya que al pisar en esa zona la piedra se rompió, llevándose al espadachin al fondo del barranco. El cuervo que siempre lo acompaña al presenciar tal accidente salió volando rumbo al cazador mas cercano, tal vez para informar su accidente.

Los demonios se asomaron por el risco para ver la escena, solo para oler como el lugar se inundaba con olor a sangre tan esquisita proveniente del pilar. Cuando iban a dar un salto para devorar a su presa sus intintos lo detuvieron, sintiendo como el sol estaba subiendo hacía el cielo y los rayos estaban a punto de alcanzarlos.

Alejándose rápidamente del acantilado, ambos demonios se adentraron a la oscuridad del bosque detrás de ellos evitando por poco ser tocados por tan hermosa pero mortal luz. Uno de ellos se lamentó de no poder devorar al espadachín caído, pero su compañero le aseguró que siempre habría mas cazadores de demonios para saborear y que al rearmar su nido estos volverían cual moscas a la miel. Además se alegró de no tener que comerse al pilar lunar, la carne amarga bañada en celos y resentimiento no era para nada deliciosa.

Cuando los demonios se escondieron en una cueva creyendo estar a salvo del sol, solo se dieron cuenta de su error cuando sus cabezas golpearon el suelo, cortadas por la espada carmesí del espadachín de los aretes hanafuda.

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No podía moverse. Su cuerpo dolía demasiado por la caída y la respiración total no ayudaba en nada para aliviarlo. El olor de su propia sangre inundaba el lugar junto a los rayos de sol que tocaban su rostro.

Podía sentir como sus fuerzas se iban disminuyendo, contándole respirar correctamente, el como la sangre se escapaba a borbotones de sus heridas, y el dolor en su espalda era el peor de todos.

Iba a morir, solo en un bosque. Una muerte patética por un accidente que solo podían pasarle a los mizunoto menos calificados.

Era irónico, pensó. Hace dos años iba a morir a manos de un demonio si Yoriichi no lo hubiera salvado. Hoy, cuando no estan juntos muere por dos demonios menores y su propia estupidez.

Los diosea no lo quieren.

Lo último que logró ver antes de que todo empezara a ponerse borroso fue una silueta que se acercaba de forma veloz, revelando ser su hermano. Se arrodilló a su lado, susurrando que se mantenga despierto y que la ayuda estaba en camino, aunque su voz se volvía lejana con el paso de los segundos. Michikatsu miró el rostro de su hermano, admirando algo que nunca creyó que vería en su vida.

Yoriichi estaba llorando. Llorando por el. Al parecer su hermano si era un ser humano y no un dios que no podía comprender el sufrimiento de los mortales.

Antes de caer en la oscuridad creyó poder oír la voz quebrada de su hermano, quien apretó el agarre que ejercía en su mano, mientras suplicaba en lagrimas.

- Por favor... no me dejes tu también. Hermano... no te vayas... por favor.

Dependencia || Demon Slayer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora