|Capítulo I|

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Pese a que todos creían que Yoriichi fue bendecido por los dioses, la verdad es que la vida misma no lo quería. En sus veintidós años de vida solo había sufrido tragedia tras tragedia, dejándolo casi en completa soledad.

La primera persona que lo dejó fue su querida madre, a la que acompañó desde que era un pequeño niño. Ella era tan buena, le enseñó valores importantes y fue su compañera en la primera parte de su infancia. Cuando Akeno falleció debido a la enfermedad incurable, Yoriichi trató de no llorar, ya que había tratado de aceptar que ella se iría mientras le daba apoyo, pero el vacío de su madre era uno que no podía intentar ignorar.

El siguiente fue su padre, pero era uno de los que menos le afectaban. Nunca habían tenido una relación significativa, ya que su padre le odiaba y temía debido a su extraña marca de nacimiento, además del hecho que le generaba disgusto como abofeteaba a su hermano cuando ambos jugaban juntos a las cartas. Años después de irse de la casa, cuando se entero de la muerte de su padre, no lo había llorado, pero lo hizo sentirse mal el hecho de no haber formado una relación verdadera.

Años después los había seguido su amada esposa Uta y su hijo no nacido, arrebatados de su lado por las garras de un demonio que los atacó cuando el estaba fuera. La perdida de ambos había afectado a Yoriichi de manera tan significativa que había abrazado los cuerpos por diez días, intentando negar el hecho que ambos lo habían dejado. Su corazón fue destrozado por la perdida de Uta, lo que haría que jamás volviera a amar a ninguna mujer de la misma manera.

La vida no había sido generosa con Yoriichi. Todos lo que amaba lo habían dejado de manera trágica.

Pero aún había una persona que no se había ido de su lado. Su amado aniue, Michikatsu.

Su hermano se había vuelto su compañero de vida, quien lo motivaba a seguir adelante a pesar de las tragedias de la vida. Ambos luchaban por el bien de la humanidad, junto a sus compañeros de la cofradía cazademonios, para proteger las noches de las sangrientas criaturas. El purificaría el mundo de los demonios para proteger a su hermano y no perderlo en manos de demonios, tal como sucedió con su esposa e hijo.

Debía proteger a su hermano, ya que lo destruiría si lo perdiera.

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Los dioses definitivamente odiaban a Yoriichi, y el estaba de acuerdo con tal sentimiento. Era un inútil que no podía proteger a nadie y no merecía tener a su hermano a su lado.

Cuando el cuervo de su aniue voló rápidamente hacia el informándole del accidente de su hermano corrió rápidamente detrás del ave que lo guiaba, rezándole a todos los dioses que conocía que Michikatsu aguantara lo suficiente para que Yoriichi pudiera llegar a el y pudiese llevarlo a la finca de los Ubuyashiki para que puedan darle asistencia medica.

Si no lograba salvarlo estaba seguro que se abriría el estomago con su katana, ya que no podría aguantar el dolor.

En el camino se encontró con dos demonios que se reían, acabándolos rápidamente y siguió corriendo detrás del cuerpo, llegando a un risco que mostraba signos de que los demonios habían usado sus poderes, tuvo cuidado para no caer por el abismo. Cuando el cuervo voló hacia abajo del abismo Yoriichi se asomo con cuidado para mirar, solo para taparse la nariz y la boca con la mano con una expresión horrorizada en su inusual rostro inexpresivo. Bajando rápidamente con la técnica de respiración, llego al final del risco sin un rasguño, a diferencia de la persona que estaba allí.

Su amado hermano estaba tendido en el suelo desangrándose, con múltiples heridas por todo su cuerpo. El mundo transparente le permitió observar las grietas en el cráneo de Michikatsu, donde brotaba la mayor cantidad de sangre, lo golpeados que estaban sus órganos por la caída y los huesos rotos de sus piernas y brazos. Pero lo peor de todo estaba en su columna, ya que cual rama esta estaba partida en dos, sin posibilidad de reparación.

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