↝ 0.5 Una cuestión de confianza

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📍Una cuestión de confianza

Ella estaba preparando el desayuno cuando él entró en la cocina. Evitando su mirada, dulce se puso a hacer el café y las tostadas. Eso duró hasta que las manos de él aparecieron sobre su cadera, deteniéndola en seco.

—Dulce . —Una palabra. Es todo lo que tomó.

Las lágrimas resbalaron por sus mejillas, un hipo se atoró en su garganta.

—No quiero hablar de eso.

—¿Qué pasa? —Le dio vuelta hasta que la tuvo en sus brazos—. ¿Por qué estás llorando?

—No quiero hablar de eso. —Ella sollozaba, haciendo su mejor intento para calmarse—. Por favor.

Sus manos subían y bajaban por su espalda con un movimiento tranquilo.
—No tenía intención de molestarte.

—No lo hiciste.

—Estás llorando, Dul.

—Lo sé. —Ella se zafó de un tirón y tomó un papel de cocina para limpiar su cara—. Lo siento.

—No lo sientas. Tienes derecho a estar molesta. Simplemente no creí que lo tomarías tan mal. Tendrías que haberme dicho que no querías tener sexo conmigo,Dulce .

—¡No es por eso que estoy llorando!

—¿No? Entonces, ¿por qué, de repente, te descontrolaste? —Yo... yo... yo no quiero hablar de eso. Él suspiró.

—Eso no está ayudando, cariño. Necesitas hablar si quieres superarlo. Que tengas mucha suerte, pensaba ella mientras recordaba los últimos tres años.

—Estaré bien. Todavía puedo ayudarte.

—¿Ah, sí? Pero si no puedes soportar que te toque.

—¡Eso no es cierto!

—Ella se volvió, de repente enfada con él—. Sólo no quiero que se vuelva demasiado íntimo, eso es todo.

Los ojos de Christopher se abrieron de par en par.

—¿Qué coño significa eso? ¿Tan malo soy?

—¡No! No. No quise decir de ese modo.

—Entonces, ¿qué quisiste decir? ¡Tener relaciones sexuales es la definición de ser íntimos, Dulce!

—No, no lo es. ¿No fuiste tú el que me dijo una vez que era muy fácil separar el sexo del amor? ¿Qué uno definitivamente podía prescindir del otro? Él frunció el ceño. —Tal vez pero esto es diferente.

—¿Qué tan diferente?

—Somos amigos. Nos conocemos desde hace años y pensé que nos estaba sucediendo algo bonito. —Y nos está sucediendo.

Él tomó una taza y la llenó con café.

—Entonces, ¿por qué no me cuentas cuál es tu problema? ¿No confías en mí?

—¡Por supuesto que sí! —Respiró profundo y exhaló—. Sólo... no quiero hablar de eso.

—¡Mierda, Dulce , no puedes seguir repitiendo eso! ¡Merezco una respuesta!

—Tal vez, pero no vas a conseguirla. —Ella agarró una taza y acercó de un tirón la cafetera. El líquido caliente salpicó por el borde quemándole los dedos. Respingó y rápidamente se chupó la piel ahora sensible—. Maldición.

—Ven aquí. —Los dedos de Christopher le rodearon la muñeca, tirando su mano hacia él. Miró la mancha roja y negó la cabeza—. Deberías ser más cuidadosa.

Ella puso los ojos en blanco ante las palabras, pero rápidamente se detuvo cuando lo vio inclinarse. Él chupó el dedo dentro de su boca, su lengua alejando el dolor.

—Oh. —Él levantó la mirada, directamente a sus ojos y el tiempo se detuvo. No existía nada excepto la forma en que la estaba contemplando. Había lujuria allí, auténtica, pero también enfado y... ¿afecto?—. ¿Chris ?

Le chupó el dedo por última vez y luego se echó para atrás.

—¿Sí? Ella no sabía que decir aparte de:

—Gracias. Él asintió con la cabeza y se alejó, agarrando la taza de café de la encimera cercana.

—Me voy a reunir con los muchachos en el estudio esta mañana. Probablemente estaré ausente todo el día.

—Bien. ¿Necesitas que haga algo específico? Él iba a decir algo pero pareció cambiar de opinión.

—Sólo lo usual. Si puedes pasea los perros por la playa esta mañana y yo lo haré esta noche cuando regrese.

—Seguro. —Ella hizo una pausa, luego—. ¿Debo esperarte? Él se tomó un momento para contestar.

—No lo sé.

—Oh. Bueno. Bien, házmelo saber. —Ella le echó un ojo a su abandonado café y lo agarró sólo para vaciarlo en el fregadero. Ya no tenía más sed. Lo oyó salir de la habitación, luego la puerta de entrada se cerró ruidosamente. Mie,rda. Lo había ahuyentado. Estaba segura de ello. Diablos, era tan estúpida. No era de extrañar que no hubiese logrado mantener a su novio. Estúpida, estúpida Dulce.

Las palabras se mantuvieron dando vueltas por su cabeza, ensombreciéndole el día hasta que apenas podía afrontar quedarse en su casa. No quería verlo regresar con otra mujer.

Alguien que pudiera darle placer, alguien que incluso estaría dispuesta a desnudarse y tener sexo porque ella lo deseaba. No alguien que llorara porque no quería que él pensara que no estaba a su altura.

El teléfono sonó y ella suspiró, ya esperando su voz diciéndole que no regresaría a la casa hasta tarde.

—¿Dul?

—Sí. —Su voz triste pasó por la línea.

—¿Estás bien? —Seguro. ¿Qué pasa? —Ella trató de animarse un poco.

—¿Puedes venir aquí?

—¿Aquí? ¿Dónde? —Al estudio de Wiltshire.

—Oh. Seguro. ¿Qué necesitas?

—A ti. Estuvo a punto de dejar caer el teléfono por la sorpresa.

—¿A mí?

—Sí. Solía tomar descansos de vez en cuando para hacerme una paja pero ya no puedo hacerlo más y me está matando. Te necesito, Dulce.

—¡Allí estaré! —Le colgó el teléfono y luego corrió. Hacia el coche. Hacia Christopher. Hacia su futuro.

"EL ULTIMO VICIO"/HOT Donde viven las historias. Descúbrelo ahora