Capitulo 8.

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El resto del día, Mia lo pasó encerrada en su habitación, no tenía deseos de ver a nadie y se sentía incapaz de ocultar sus sentimientos ante Louis. La fiebre le había subido un poco y su malestar aumentaba.

A la mañana siguiente no se pudo levantar porque se encontraba muy débil. Cuando Lily entró en su habitación, la encontró muy pálida y observó que tenía bastante dificultad para... respirar.
- Necesita que la vea un médico, señorita -dijo angustiada -, le diré a la señora Tomlinson que llame al doctor Rivers, y no tardará nada en venir.
- No -ordenó Mia tosiendo -. Estoy bien, si descanso el resto del día, te aseguro que mañana estaré mejor.
-No, señorita, mañana puede que esté peor, se lo diré a la señora -insistió.
- Lily, por favor - musitó -, no deseo que el señor Tomlinson posponga su viaje, sólo diles que estoy resfriada. No quiero causar más molestias.
Lily la tapó con las mantas, y tocando su frente dijo:
- Pero, es que está hirviendo, señorita.
- En cuanto el señor Tomlinson se vaya, se lo dirás a la señora, antes no, ¿de acuerdo?
- ¿No cree que él lo debería saber? - Preguntó dudando - después de todo, usted está bajo su responsabilidad.
- ¿Qué es lo que debo saber. Lily? -dijo una voz que provenía de la puerta. Al ver a Mia comentó:
- Así que tenía razón, te has enfriado.
La joven se sobresaltó al verle avanzar hacia ella.
- No es nada -contestó con dificultad.
- Me alegro de que haya venido, señor -dijo Lily juntando las manos -, la señorita tiene mucha fiebre y creo que tendríamos que llamar al médico.
- Pienso lo mismo ¿Sabes el número de teléfono del doctor Rivers?
- Sí. -replicó.
- Llámale inmediatamente - ordenó -, no importa que la señorita Grainger se oponga, necesita que la vea un médico.
- Sí señor - respondió saliendo de la habitación.
- ¿Por qué no querías que supiera que estabas enferma? - preguntó mientras la observaba.
- Te vas hoy de viaje y no... Quería que te preocuparas - murmuró.
- Sabes que no me iría dejándote enferma. ¿Es que aún no me conoces? - y suspirando añadió -: la culpa la tengo yo, lo sé.
Mia le dio la espalda y replicó: - Yo soy la única culpable, no debí regresar sola.
- De acuerdo, pero si yo no hubiera insistido en que me acompañaras, no te habrías enfriado - añadió caminando hasta la ventana, un aire frío soplaba agitando los árboles con fuerza.
Mia no podía estarse quieta, tenía ganas de toser pero no quería que Louis se percatara de su debilidad.
- Ahora puedes irte -sugirió Mia tratando de parecer indiferente -, ya has cumplido con tu obligación haciendo que llamaran al médico.

Louis la miró con dureza y deteniéndose al pie de la cama dijo; -No me des órdenes, ahora me voy, pero cuando venga el médico volveré a entrar.
Cerró los ojos, no deseaba verle más, y tal vez así él pensaría que necesitaba dormir un poco. Salió cerrando la puerta con cuidado.

En cuanto llamaron al timbre, Mia se levantó con torpeza y se dirigió al tocador. Pensó que realmente tenía mala cara, cuando vio su imagen reflejada en el espejo. Hubiese preferido que Louis no la viera en ese estado. Normalmente aunque se arreglara un poco, ella pensaba que no podía compararse con Yvonne o con Lucía, con que mucho menos estando tan pálida y ojerosa. Pero ¿qué importancia tenía? Él no se fijaba en ella ni siquiera cuando se ponía sus mejores vestidos. La tos hizo que regresara a la cama, y mientras lo hacía pensó que tenía muy mala suerte.
Si se hubiera puesto mala un día más tarde, Louis se hubiera marchado sin enterarse de nada.

- Buenos días, Mia -dijo el médico al entrar en su habitación.
- Buenos días - saludó Mia, y comenzó a toser.
El doctor Rivers afirmó que padecía bronquitis, y añadió que había tenido suerte de que no fuera pulmonía. Tardaría unos días en reponerse.

Mia recibía bastantes visitas al día, pero se encontraba tan mal, que casi le molestaban. Louis no se marchó a Roma, y la veía con frecuencia. A Mia no le agradaba tenerle tan cerca porque pensaba que todas sus atenciones eran fingidas, que era amable por obligación.
De todas formas, durante esos días, le conoció muy bien. Le hablaba de sus problemas, y le contaba cosas de su trabajo. Ella le hacía muchas preguntas. Llegaron a hacerse buenos amigos. Él la dejaba leer sus obras, y después escuchaba sus opiniones con mucho interés. Mia se sentía feliz. Melanie pasaba con ella muchas horas. Le comentaba anécdotas del día, de cómo su tía y Lucía se enfrascaban en discusiones tontas y que Louis no les hacía caso. La echaba bastante en falta.

El sueño de una adolescente | l.t|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora