Capitulo 2.

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Aquella noche, acostada en una elegante cama, Mia repasaba los acontecimientos del día. No podía decir que éste había sido feliz, pero sí diferente de todos los que había vivido. La excitación y todo lo nuevo que le rodeaba no le permitían conciliar el sueño.

Se acordaba de sus compañeras del convento. Seguramente estarían pensando en ella, sobre todo Susan, la que más se había interesado por su futuro y por su protector.

Una extraña sensación la invadió al pensar en Louis Tomlinson. Había tenido muy pocas oportunidades de tratar con jóvenes de su edad, y nunca había conocido a ningún hombre como él. Era fuerte, y con su carácter podría conseguir lo que se propusiera, pero Mia tenía la certeza de que a pesar de todo, era bondadoso. Le estaba agradecida porque había sido muy generoso con ella.

Durante la cena le había hecho una serie de preguntas para conocerla mejor. La interrogó sobre su vida en el convento y sobre cómo pasaba esos tres meses al año con, Henry Farriday. Mia sonrió al compararlos, ambos se parecían mucho. Su tío también se interesaba por todo lo que ella hacía en el convento, y le encantaba que le hablara de sus cosas.

Cuando terminaron de cenar, Tomlinson se disculpó, se marchó a una cita de negocios y la dejó al cuidado del mayordomo. Éste, al darse cuenta de que su patrón no llegaba y viendo la hora que era, las diez de la noche, le sugirió a Mia que se retirara a descansar. Ella se desilusionó un poco cuando supo que Tomlinson no llegaría hasta más tarde. Graham le enseñó toda la casa; tenía cuatro habitaciones, cada una con su cuarto de baño, un despacho donde su tutor escribía sus guiones, el salón, el cuarto de estar, que lo utilizaban de comedor, y la cocina. Todo amueblado con muy buen gusto. La habitación del mayordomo se encontraba junto a la cocina y tenía entrada independiente.

El dormitorio de Mia, estaba decorado en tonos azules, las cortinas y la colcha de la cama también hacían juego, en el cuarto de baño dominaba el color oro. Antes de meterse en la cama, se dio una ducha, y se puso un pijama de algodón. Las sábanas eran de seda, y se sintió bastante ridícula con su pijama. Apagó la luz enseguida, sintiéndose mejor en la oscuridad.

No oía ningún ruido, ni siquiera el motor de los coches, porque el piso estaba bastante alto.

Cuando llevaba un buen rato acostada, oyó un ruido que procedía del salón, encendió la lámpara de la mesilla para ver la hora y la apagó de inmediato. ¡Eran las dos y diez de la mañana! No era una hora apropiada para volver de una cita de negocios, pensó que seguramente había sido una excusa para librarse de ella durante más horas. Posiblemente habría salido con una amiga, tal vez con su novia, con la que un día se casaría. Ella le empezaba a ver como al tío Henry, como a su tutor. La había ido a buscar para que viviera con él, para cuidaría, por obligación, era absurdo pensar que pudiera interesarle una chica inexperta recién salida de un convento. Además, tal como él le había dado a entender por la tarde, no era más que una carga.

Con tristeza, Mia, cerró los ojos. Aquel día tan emocionante había pasado.

Por la mañana, se despertó al oír el ruido producido por las gotas de lluvia. Se levantó de la cama y subió la persiana para mirar la calle. La mañana estaba gris, el cielo nublado, y seguía cayendo la lluvia. Era el mes de octubre, el invierno sería largo y frío. Tembló al recordar su situación, no sabía qué cosas nuevas descubriría de Louis Tomlinson.

Miró su reloj y se sorprendió al ver la hora. ¡Las once! ¿Qué pensaría el señor Tomlinson? En el convento solía levantarse a las siete de la mañana, nunca dormía hasta tan tarde.

Entró en el cuarto de baño, se lavó la cara y los dientes, se cepilló el pelo y se hizo una coleta. Volvió a la habitación, se puso su uniforme y salió. El salón estaba vacío y no se le ocurría la forma de hacer notar su presencia.

El sueño de una adolescente | l.t|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora