Capitulo final

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(Capitulo 10)

Dos días después de que firmara los papeles necesarios para transferir su herencia a los Tomlinson, quiso visitar de nuevo el hotel Crompton. Deseaba recordar las veces, que en compañía del tío Henry había estado en aquel lugar. Se dirigió al saloncito donde en repetidas ocasiones, observó durante horas enteras al tío Henry jugar al ajedrez con un coronel retirado, que pasaba largas temporadas en Bognor disfrutando de su jubilación.
En esa época del año, los huéspedes del hotel eran personas como el coronel, que por su edad preferían tomar las vacaciones en dicha temporada, cuando los niños y jóvenes se dedicaban a estudiar o trabajar. Así resultaba, un lugar bastante tranquilo.
Tomó asiento cerca del ventanal, desde allí podía mirar a la gente, deseaba distraerse un poco.

— ¡Señorita Grainger! —exclamó una camarera —. ¡Qué sorpresa! No creí que la volvería a ver, desde que supe lo de su tío —dijo añadiendo de inmediato, temiendo haber sido indiscreta —: Discúlpeme si he cometido una imprudencia.
— No te preocupes, Josie — respondió indiferente —. ¿Podrías traerme una taza de té, y una cajetilla de cigarrillos?
— ¿Cigarrillos? —Repitió —, ¡qué chistoso! si usted no fuma, pero se los traeré. ¿Desea algún pastel?
— No, Josie, sólo tomaré té — respondió, sonriendo.
Observó cómo la camarera recorría el comedor y se perdía dentro de la cocina.

Mia permaneció sentada mirando las escenas que se desarrollaban fuera del hotel. Un hombre se acercó hasta su mesa y se dirigió a ella, forzándola a cambiar la dirección de su mirada.
— ¿Se puede saber qué haces aquí, Mia? ¡Te he buscado en todas partes!
— Podría preguntarte lo mismo, Louis —replicó confundida—. ¿No deseas acompañarme? Me servirán el té dentro de un momento.
— No deseo tomar nada. Tengo que hablar contigo, así que vendrás conmigo ahora mismo.
— No veo ninguna razón para que no podamos conversar aquí —contestó tratando de aparentar tranquilidad.
— Si es necesario, te sacaré a la fuerza — aseveró enfadado —. ¡Sabes que lo haré!
— No...No te atreverás —titubeó.
— Entonces, no me provoques.

Mia miró a su alrededor, las pocas personas que había en el comedor, ya miraban sin perder detalle de la discusión. Se levantó molesta y se dirigió hacia la puerta. En ese momento, Josie salía de la cocina con una bandeja.
— Señorita, ¿no va a tomar lo que ha pedido? — preguntó la camarera levantando la voz.
— La señorita se marcha — respondió Louis —. Puede enviar cuenta a los abogados del señor Farriday, ellos la pagarán.
— Co...Como usted mande, señor —contestó sorprendida, sin percatarse de que Mia se hallaba molesta.
— Has conseguido sacarme del comedor —dijo con furia, mirando a Louis— pero no pienses que iré contigo donde deseas.
— Eso es lo que crees —respondió sonriendo, la cogió del brazo y la condujo hasta el coche abriéndole la puerta para que entrara.

—No puedes permanecer aquí, no permiten aparcar —dijo Mia.
— Lo sé, y no tengo intenciones de quedarme. ¡Entra! — ordenó.
Subió al coche sintiendo que no podía negarse.

Louis se sentó a su lado y puso en marcha el coche. Recorrió las calles cercanas al hotel, despacio, Mia no entendía el porqué de su presencia, pero no podía hacer nada para evitar su compañía.
Se dirigió a las afueras del pueblo y aparcó el coche. Apagó el motor y mirándola le dijo:
— Eres una loca, una tonta, ¿lo sabías?
— Según tú, parece que desde que salí del convento no he hecho sino locuras. ¿Quieres decirme a cuál te refieres en particular?
— Sabes a qué me refiero —contestó sin dejar de mirarla —. Al testamento de Henry.
— ¿Cómo te has enterado? — preguntó con sorpresa.
— Debiste suponer que como beneficiario del primer testamento, Grant, Campbell y Dawson tenían la obligación de informarme de los cambios existentes — repuso con más calma.
— Pero, si estabas fuera del país.
— Volví hace unos días.
— ¿Has hablado con tu madre?
—No tuve tiempo —murmuró —. Además me era difícil, dadas las circunstancias actuales.
— Grey Witches es tu hogar—dijo Mia.
—Te equivocas, es tuyo.
— El que está equivocado eres tú, firmé los papeles necesarios para transferir la herencia.
— Aún no eres mayor de edad, por lo que tu firma no es válida.
— ¿Hablaste con el señor Brown?
— Hace algunas horas. Conversamos bastante rato sobre ti.

— ¡Oh, Louis! —Exclamó bajando la cabeza.- No deseo nada, la casa, ni el dinero. No puedo quitarle a tu madre algo por lo que tanto luchó, sólo por satisfacer los deseos egoístas del tío Henry.
— Mia —murmuró pasando un brazo sobre sus hombros —, ¿por qué ese empeño en menospreciarte? ¿Nunca se te ha ocurrido pensar, que tal vez mi padre se encariñó tanto contigo, que quiso que poseyeras todo lo que tenía?
— ¿Y por qué pensar eso? tan sólo soy una chica simple y sencilla, ¿por qué tenía que tomarse tantas molestias?
— No es cierto, tú lo sabes —musitó —, eres una joven maravillosa, dulce, agradable y muy inteligente. Mi padre te amaba al igual que yo.
Mia le miró con incredulidad.
— Sólo pretendes ser amable conmigo —dijo con tristeza —, No deseo tu compasión.
Louis la acercó a su pecho y cogiendo una de sus manos la colocó sobre su corazón.
— ¿Sientes ese latido? ¿Crees que es por compasión? — preguntó cerca de sus labios, cogió su barbilla y unió su boca a la de ella, suave y tiernamente —. Eres adorable Mia, y estuve punto de perderte por mi estupidez. No te imaginas lo que he sufrido estas dos semanas separado de ti —dijo tiernamente — pero éste no es el lugar indicado para hablarte de mi amor, además, primero hay que arreglar algunas cosas.

Mia se sentía dichosa, Louis enmarcó su rostro con ambas manos y ella las oprimió con las suyas. La besó de nuevo y después, apartándola suavemente le dijo:
— No me hagas perder la calma, Mia.
— De acuerdo —respondió cruzando los brazos —, me portaré bien, te lo prometo.
Louis le sonrió y sacando un cigarrillo de su bolsillo, lo encendió.

— En primer lugar, deseo que conserves el testamento tal como esta.
— ¿Por qué? — preguntó.
— Por la sencilla razón de que te pertenece. No puedes irte de allí y vivir sola hasta que cumplas dieciocho años, no podría verte ni estar contigo.
— Me es difícil entenderte — replicó.
— Por favor Mia, no lo hagas más difícil. Te amo y te necesito más que a nada en el mundo, pero eres muy joven. ¿Cómo puedes estar segura de que es a mí a quien realmente amas? No deseo arruinar tu vida, una vez que seas mi esposa no estoy dispuesto a dejarte marchar.
— Entonces ¿qué es lo que deseas que haga? —preguntó temerosa.
— Esperaremos a que cumplas veinte años.
— ¿Y si me niego?
— Puedes hacerlo —respondió aspirando profundamente el humo del cigarrillo.
Mia no encontraba las palabras adecuadas para que Louis comprendiera que ella no necesitaba esperar para estar segura. No tenía las inquietudes de una adolescente, era diferente. Su único deseo era estar junto a él y cabalgar por el valle. Eso era lo que deseaba. Quiso ponerle a prueba, diciendo:

— Vincent me propuso matrimonio. No le di ninguna respuesta, le dije que deseaba pensarlo antes de aceptar.
Louis no hizo ningún comentario, estaba pensativo mirando el paisaje. Mia observaba el perfil del hombre que tanto amaba; el cabello oscuro, y esos ojos que la hacían temblar cuando la miraba.
— ¿Has oído lo que he dicho? — preguntó ella.
La miró y pudo observar el cambio en su expresión.
— Sí, te he oído. ¿Y tú?
— ¿Yo qué?
— ¿Ya has pensado tu respuesta?
— Sí —murmuró arrepentida —. ¡Perdóname, Louis! por favor, perdóname, no quería hacerte daño.
Su actitud hizo que él la cogiera entre sus brazos y muy cerca del oído comenzó a decirle:
— Nunca pensé que me amaras. Después de lo ocurrido creí que te perdería para siempre. Lucía me aclaró todo y me dio buenos consejos.
— ¿Cuándo has hablado con ella?
— Ayer por la tarde, hablamos por teléfono —la miraba —. Me hizo comprender que era un idiota al poner nuestra diferencia de edades como un obstáculo entre nuestro amor.
— ¡No me dejes, Louis! —exclamó ocultando el rostro en su pecho
—. Esperaremos hasta mi cumpleaños, si así lo deseas, pero después de esa fecha seré mayor de edad y si eso cuenta para muchas cosas, ¿por qué no en mis decisiones?
— De acuerdo, pero te advierto que no tengo un carácter fácil de aguantar. Me paso horas enteras escribiendo y me altero cuando algo no sale como deseo —dijo mirándola muy cerca —. Puede que algunas veces esté tan enfadado que seas tú con quien me desahogue.
— Entonces, nos amaremos —respondió besándole.
Louis le apretó contra su pecho con ademán protector.
— Creo que te amé desde el primer día que estuviste en mi casa. Sentí deseos de protegerte, de tenerte siempre a mi lado. Después supe que debería cuidarme de mí mismo — la besó en el cabello y añadió —: A pesar de lo que pienso, no te dejaré ir, ¡te amo tanto!
Mia le abrazó con fuerza.
— Tu madre podrá conservar Grey Witches y Melanie sus caballos. Cuando tengamos hijos les enseñaremos a montar y amarán este valle tanto como yo...

Gracias a todas por tomar su tiempo y leer esta novela espero que les haya gustado tanto como a mi, las amo xx

El sueño de una adolescente | l.t|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora