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Como era de esperar, los habitantes de Oceanside no abrieron la puerta. Habían descubierto que sus guardias estaban muertos y no podían informarles de quién se hallaba detrás del gran portón. Aunque los Salvadores lo tenían todo planeado.

Descargaron un ariete de tamaño considerable de la parte de atrás de una camioneta. Lo cogieron entre varios hombres y lo apuntaron dirección a la puerta.

—Los demás, estad atentos. En cuanto caiga la puerta principal es posible que abran fuego —advirtió Simon—. Utilizad los coches a modo de escudo.

Todos asentimos. Miré a Dwight, preocupada. Él me tranquilizó apoyando su mano en mi hombro. No era la primera vez que hacía esto.

Los golpes del ariete emitieron un ruido ensordecedor. Los pájaros que trinaban imperturbables en los árboles cesaron su canto. Otro golpe más, y otro, y otro. La puerta estaba apunto de ceder. El resto de Salvadores nos resguardamos detrás de los coches, tal y como había ordenado Simon. Esperé, con los músculos en tensión, a que el portón cayera.

Cuando lo hizo, un destacamento de hombres apareció detrás, todos y cada uno de ellos con sus armas apuntándonos a la cabeza. Pero, por más que quisieran acabar con nosotros, les superábamos en número.

—Bajad las armas, no tenéis nada que hacer —se burló Simon.

Todos salimos de nuestros escondites. Las mandíbulas de los hombres de Oceanside cayeron al suelo, y en consecuencia, sus armas también.

—¿Qué queréis? —cuestionó el que parecía ser el líder.

—Tan solo que trabajéis para nosotros —se balanceó de un lado a otro, tratando de imitar a Negan—. Eso significa que nos daréis ahora mismo la mitad de vuestras cosas. Además de que vendremos cada mes a reclamar lo que es nuestro.

—Estás soñando —escupió otro hombre.

Simon soltó una carcajada y se quedó pensativo mirando al suelo. Todos los Salvadores estaban viendo la escena tranquilamente, como si fuese una película y supiesen exactamente lo que iba a pasar.

—Normalmente nuestro jefe se presenta en las comunidades y mata a uno de los integrantes, ya sabéis —alzó las manos—, para ser respetado. Pero hoy me siento bastante inspirado.

Fruncí el ceño. Simon era un maldito psicópata de manual. En aquel momento, presentí que algo horrible estaba apunto de ocurrir. Mi instinto no me fallaba jamás. Todos mis músculos se tensaron.

Él se acercó a Regina, Arat, y a un par de Salvadores más y les murmuró algo al oído. A mí me miró, pero pasó de largo. A continuación, alzó su brazo izquierdo. Cuando lo bajó, todo sucedió demasiado rápido. Los tiros asustaron a los pájaros de antes y salieron volando hacia otro lugar lejos de aquí. Los cuerpos agujereados de los hombres cayeron inertes al suelo.

No entendía nada. ¿Por qué había decidido Simon matarlos a todos? La mirada de Dwight reflejaba el mismo terror que la mía. Los gritos de las mujeres y los niños, los cuales salieron desesperados de detrás de los árboles, se clavaron en lo más profundo de mi ser. Mis pies estaban anclados al suelo, no podía moverme.

—Chicos —silbó a los Salvadores que habían cometido la masacre—, cuando he dicho a todos los hombres, me refería a todos —lanzó una mirada a los niños que lloraban la muerte de sus padres.

—¡No, Simon! —exclamé con la voz temblorosa. Me acerqué a él lo suficiente para quedar cara a cara—. Ya es suficiente.

Pegó la culata de su arma a mi frente.

—Yo decidiré cuándo es suficiente —sus ojos destilaban locura.

Fue uno de esos momentos en los que sentí miedo de verdad. Esa clase de miedo que se instala en tu estómago, recorre tu columna vertebral y te paraliza los músculos. Sentí como una mano tiraba de mí hacia atrás.

Olivia | Negan and DarylWhere stories live. Discover now