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Llevaba un día fuera del Santuario, recorriendo diversos pueblos fantasma, intentando alejarme lo máximo posible de allí. Si Dwight tenía razón, no dejarían que me fuese sin pagar antes lo que había utilizado. Era muy probable que me estuviesen buscando.

Dwight. No me había despedido de él.

El suave viento de otoño me hacía temblar. Estaba cansada, pero también estaba decidida a compensar al mundo por no haber intervenido en la masacre de Oceanside. Entré en una tienda donde habían sprays de pintura y comencé a entrar en todas y cada una de las casas que había por el camino. Si estaban llenas de caminantes, escribía "infestada", si no, con un simple "segura" bastaba.

No era gran cosa, pero pensé que a alguien podría serle de mucha ayuda si huían de algo frenéticamente.

Paré para descansar y comerme la última barrita energética que me quedaba. Debía buscar comida pronto si no quería que el hambre fuese una amenaza más. Estaba tan absorta en mis pensamientos que no escuché a un caminante gruñendo detrás de mí. Agarró la mochila que tenía a las espaldas y tiró de ella, haciendo que cayera al suelo.

Sus mugrientas manos comenzaron a arañarme la cara, mientras yo lo sostenía de los hombros para que no me mordiese. Tuve que tirar la mitad de la barrita energética. Maldecí para mis adentros. Al maldito muerto no se le acababan las fuerzas, pero a mí ya me empezaban a dar calambres en los brazos. Como pude, intenté llegar al cuchillo que tenía guardado en la bota. El corazón me iba a mil por hora. Mi brazo cedió. Esperé el mordisco. En su lugar, oí un disparo, y el caminante dejó de hacer fuerza.

Me lo saqué de encima y en mi campo de visión vi a quien me acababa de salvar. Mi padre.

—¿Qué haces aquí? —le miré con asco.

Cogí la botella de agua de la mochila, di un trago y lo escupí a los dos segundos, intentando limpiar algunas gotas de sangre del caminante que habían caído en mi boca.

—Cubres bien tus huellas, pero se te olvida que soy yo quien te enseñó a hacerlo —sonrió, fanfarrón.

—Eso no contesta a mi pregunta —el enfado en mi cara estaba más que claro.

—Negan me ha mandado a buscarte.

—Debe de ser muy estúpido si piensa que tú me ibas a traer de vuelta —rodé los ojos.

El aire de superioridad se esfumó de sus facciones, adoptando un semblante más relajado. Crucé los brazos sobre mi pecho.

—La mitad de mi cara está en juego —se señaló la parte izquierda de esta—. No me gustaría que me la quemasen con una plancha, si te soy sincero.

—Igual te lo mereces —. Mis palabras destilaban veneno.

—Olivia, basta —suspiró, derrotado—. ¿Cuándo vas a perdonarme?

—Pensaba que estabas muerto, y la verdad es que no me afectó mucho saber que no te había perdonado.

Quería decirle tantas cosas. Pero no merecía mi atención. Cogí la mochila del suelo y me dispuse a alejarme de él. Sin embargo, me agarró del brazo para detenerme. En un movimiento rápido, me agaché, alcancé el cuchillo de mi bota y se lo acerqué a la garganta.

—Olivia —gimió de dolor.

—¡Debería cortarte la puta mano! —grité, llena de rabia.

—Perdona, perdona —alzó las manos en el aire.

—Dile a Negan que no voy a volver y que, si me quiere compensar por lo de Oceanside, que te queme la cara entera —dije entredientes.

Me temblaban las manos de la furia. Empujé a mi padre para que se alejara de mí. Empecé a sentir la tan conocida presión en el pecho que me dificultaba la respiración.

Olivia | Negan and DarylWhere stories live. Discover now