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Sus manos, aferradas duramente a mis caderas, me estaban haciendo perder el sentido. ¿Qué estaba haciendo? Atrapó mis labios con los suyos y me empujó contra la pared, cortando el mínimo espacio que quedaba entre nosotros. Se me escapó un gemido. La lujuria me estaba nublando el juicio.

Sus labios volvieron a mi cuello mientras sus manos acunaban mis pechos. En un movimiento rápido, se deshizo de mi camiseta. Su piel caliente chocó con la mía, lo cual aumentó los latidos de mi corazón. Deslicé mis dedos por su pelo y tiré de él con suavidad pero con decisión, arrancándole un gruñido de su garganta.

Paseó su lengua desde el lóbulo de mi oreja hasta la clavícula, y desde ahí siguió bajando hasta el botón de mis pantalones. Si cruzábamos esta línea, ya no había vuelta atrás. Él no sería capaz de contenerse, y yo tampoco. Me miró a los ojos, pidiéndome permiso para quitar una de las prendas que nos estaba molestando demasiado.

En el momento en el que asentí, unos toquecitos resonaron contra la puerta.

—Mierda —bufó, enfadado—. ¡Ahora no! —exclamó.

—Jefe, es importante.

Me quedé totalmente petrificada al escuchar la voz de Laura. Ahora sí que estaba jodida. Me enfadé conmigo misma al darme cuenta de que no había pensado en ella mientras estaba con Negan.

—Un momento —contestó él.

Se separó de mí, recogió su camiseta de la cama y se la puso. Yo hice lo mismo con la mía y me miré en un pequeño espejo que había al lado de la puerta. Tenía los labios hinchados y enrojecidos, y un pequeño cardenal estaba empezando a hacerse presente en mi cuello.

—Joder —maldije. Negan me miró divertido—. Ni una puta palabra —le señalé con el dedo índice.

—¿No quieres que se entere la persona que está esperando fuera? —levantó una ceja, sin abandonar esa maldita sonrisa que le caracterizaba.

—Cállate, Negan —me acerqué a él, amenazante—. No quieres meterte conmigo.

Echó las manos al aire y una carcajada resonó por toda la habitación. Me dirigió una última mirada y abrió la puerta.

—Negan... —Laura se quedó callada cuando me vio detrás de él—. ¿Olivia? —abrió sus ojos en sorpresa—. ¿Has vuelto?

—Sí —dije, algo incómoda—. Ya te lo explicaré.

Miré al suelo para evitar su escrutinio. Hice ademán de salir de aquella habitación, pero me detuvo poniendo su mano en mi hombro. Miró mi cuello, luego mis labios y, por último, mis ojos. Los suyos se recubrieron en una capa vidriosa, pero sin llegar a cristalizarse. Lo sabía. Había atado cabos y lo había descubierto.

Me soltó el hombro con una expresión de decepción. Me sentí la peor mierda del mundo en aquel momento.

[...]

El domingo llegó a su fin y, era muy consciente de que, al día siguiente, tenía que volver a mis tareas. Tan solo salí de la habitación para darme una ducha y coger algo de comida, siempre intentando evitar a cuanta más gente posible.

Laura no vino a verme. Probablemente estaría enfadada conmigo. Pero, pensándolo en frío, no era mi culpa que ella hubiese desarrollado sentimientos por mí. En ningún momento le dije que lo nuestro iba a llegar a más. Me gustaba mucho, apreciaba su amistad, y el sexo era de otro mundo. Sin embargo, no la quería. Dudaba que pudiese querer a alguien de forma romántica en lo que me quedaba de vida.

Los lunes me tocaba el turno en la torre de vigilancia este. Era de lo más aburrido y agotador mirar continuamente a tus alrededores buscando cualquier mínimo movimiento. Y nunca pasaba nada. Decidí pasarme por la zona de los obreros por si alguno podía prestarme algún MP3. Allí estaba Dwight, ocupado en un puesto de verdura.

Olivia | Negan and DarylWhere stories live. Discover now