Capítulo 1: Una extraña tormenta.

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Era una noche lluviosa en Odaiba. El viento mecía con fuerza a los árboles que carecían de su frondoso follaje. Lo que empezaba como un murmullo terminaba en un gran bullicio a medida que el viento irrumpía por los espacios entre los edificios de la ciudad.

En uno de los departamentos del centro, una mujer miraba preocupada las noticias: "Preocupación ha generado la misteriosa desaparición de una joven estudiante de la preparatoria de Odaiba mientras descansaba en su hogar. La familia de Kazumi Sugawara señala que la joven de 16 años desapareció la noche pasada mientras dormía, dejando todas sus pertenencias en su habitación, incluyendo su celular, objeto del cual rara vez se despegaba. La policía no descarta la acción de terceras personas, por lo que este suceso está siendo investigado como un secuestro. Recordemos que esta sería la tercera desaparición misteriosa de este tipo, por lo que llamamos a la población a reforzar las medidas de seguridad en sus hogares, más aún si tienen adolescentes entre 14 y 18 años entre sus familiares. Hasta acá el reporte.

En otro punto, estragos ha causado la intensa tormenta que ha afectado a nuestra ciudad, siendo la peor en los últimos cinco años..."

Natsuko, una mujer de cabello corto y rubio suspiraba preocupada mientras apagaba la televisión.

—Ojalá encuentren a estos niños pronto —Exclamó mientras se disponía a ir a dormir a su habitación. La preocupación de la mujer era clara; en la habitación contigua a la suya dormía Takeru, el menor y único de sus dos hijos que vivía con ella tras la disolución de su matrimonio varios años atrás. Le daba miedo la idea de que su niño, ya un adolescente, desapareciera sin dejar rastro, empatizando con el dolor de las familias que estaban siendo afectadas por aquella desgracia.

La noche avanzaba y la tormenta se hacía más fuerte. La fuerza del agua y el viento que azotaban a la ciudad produjo un corte de luz del cual sólo se percataron unos pocos insomnes que por una u otra razón se mantenían en vigilia. En la habitación de Takeru, un chico de 14 años dormía profundamente, despreocupado de todo lo que acontecía mientras soñaba. La habitación se encontraba bastante ordenada para un chico de su edad, adornada con algunos posters de equipos de baloncesto, algunas fotografías de él y sus amigos y un viejo espejo que se erguía a los pies de su cama, El viejo artilugio fue regalado hace varios años atrás por su abuelo que ahora vive en París, como recuerdo de la fascinación que Takeru demostraba de niño por aquel objeto, con el que pasaba horas jugando y conversando, inventando historias fantásticas de nuevos mundos y personajes. Con el tiempo y a la medida de que el chico iba creciendo, todas estas historias dejaron de ser verbalizadas, quedando sólo como una anécdota de amigos imaginarios, y una que otra idea que Takeru utilizaba para los escritos con los que disfrutaba acompañar la soledad de sus tardes.

Sin embargo, lejos de ser una noche pacífica algo extraño comenzó a suceder; mientras se escuchaba la relajada respiración del muchacho, el espejo emitió una luz débil, tras la cual emergió una extraña nube de humo negro, que poco a poco se fue materializando hasta tomar forma de un gran brazo. La mano, que más bien parecía una garra demoníaca, buscó en la oscuridad a Takeru, tomándolo del cuello y jalándolo hacia el espejo, mientras lo asfixiaba. El joven empezó a moverse con desesperación, intentando liberarse de la presión que ejercía esta mano en su garganta y de esta manera poder respirar, lo cual se hacía más difícil a medida de que iban pasando los segundos. Cuando el chico se estaba desvaneciendo por la falta de aire, apareció un joven de extrañas vestiduras, quién corto al misterioso brazo, haciendo que este se pulverizara en el aire. Takeru lo observó confundido, pero no pudo formular pregunta alguna debido al cansancio de lo vivido, desplomándose en su cama y continuando dormido lo que restaba de noche.

El joven desconocido miró al muchacho con cariño y luego desapareció por el mismo espejo del cual surgió aquel brazo maligno. El espejo emitió nuevamente una pequeña luz y que se apagó tras su paso, devolviendo la calma a aquella habitación. Al mismo tiempo, el cielo comenzó a despejarse y la energía eléctrica volvió a la ciudad.

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